La crisis dispara la venta de oro en Granada tras aumentar su valor un 33% este año
Aunque las existencias de este metal bajaron tras la recesión de 2008, el número de operaciones ha subido un 20% tras el desplome de la economía por la pandemia
Se llama Cristóbal Munuera López de Hierro. Lleva desde 1966 dedicándose a la compra-venta de joyas. Y ha vivido todas las crisis desde hace ... más de medio siglo –la del petróleo de 1973, la de 1993 tras los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, la financiera de 2008 y la del coronavirus de 2020–. Pocas voces más autorizadas como la suya en Granada para hablar del mercado del oro en tiempos de necesidad como los que estamos viviendo. «Cuanto peor están las cosas, más florece este negocio porque la gente siempre tiene necesidad de dinero», asegura Cristóbal a modo de frase lapidaria mientras coloca en el escaparate de su tienda, en la calle Ángel Ganivet, una preciosa gargantilla datada en 1910.
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Y es que son muchas las familias que se están viendo afectadas en Granada por los efectos devastadores del bicho en la economía. Los datos del Servicio Público Estatal de Empleo (SEPE) son como el algodón, nunca engañan. En julio del año pasado había 77.949 parados registrados en la provincia de Granada y ahora la cifra ha subido de forma más que notable, hasta 101.076. Un repunte cernano al treinta por ciento en términos relativos.
Acudiendo nuevamente a ese adagio del bueno de Cristóbal, «cuanto peor están las cosas, más florece este negocio porque la gente siempre tiene necesidad de dinero», ya podrán intuir que la afluencia a los 'compro oro' no ha parado de aumentar en estos últimos meses. Según las estimaciones que realizan los propios profesionales, entre un quince y un veinte por ciento en Granada. Unos porcentajes que irán 'in crescendo' en el corto y medio plazo en la medida que la coyuntura siga deteriorándose, los expedientes temporales de regulación de empleo se vayan agotando y se precise liquidez para llegar a final de mes. ¿Hasta cuándo? Ni los economistas se ponen de acuerdo respecto a que si la gráfica describirá una 'u' o una 'v', pero Cristóbal Munuera sí se atreve a dar una fecha. «Hasta dentro de un año la situación irá a peor».
Y es que las cotizaciones del preciado metal, que como todos los mercados se fijan en función de la oferta y la demanda, no han parado de crecer. Si hace cuatro meses el kilo de oro puro se estaba pagando a 40.000 euros, ahora nos estamos yendo hasta los 53.000 euros. Teniendo en cuenta que la mayoría de las piezas que se tasan en estos establecimientos en España son de dieciocho quilates –una media más alta que en otros países de la Unión Europea como Alemania o Francia– y teniendo en cuenta también los márgenes comerciales que aplican los compradores, los vendedores están obteniendo ahora unos treinta y cinco euros por gramo, cuando a principios de año, cuando el mundo todavía estaba en orden, se estaban llevando en torno a veinticinco. Esto es, por un anillo de 3,7 gramos, unos ciento treinta euros.
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El dato
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35 Las tiendas de compra-venta de oro están pagando ahora mismo entre 34 y 36 euros por cada gramo de 18 quilates. A principios de año la cifra era sensiblemente inferior, 26 euros por gramo.
¿Hasta qué punto todo lo que está sucediendo en 2020 es comparable con lo que acaeció en 2008? Aunque la consecuencia final es la misma, la iliquidez, el punto de partida no es el mismo. Lo explica Miguel, que regenta Joyeros Puerta Real, una de las firmas con mayor trayectoria en Granada que ha optado por dedicarse fundamentalmente al oro y abandonar la joyería, una actividad cuyos índices de rentabilidad están muy tocados –no tienen más que darse un paseo por el centro de la capital granadina y observar cuántos locales han cerrado–.
Una coyuntura distinta
«Lo que está ocurriendo ahora no tiene nada que ver con lo que pasó hace doce años», dice Miguel. «Entonces –agrega– las tasas de desempleo se dispararon y el problema se prolongó en España, mientras que ahora hablamos de algo global y, debido a los ERTE, aún no se está notando la falta de trabajo». «El oro se movió muchísimo en aquellos años, y ahora los hogares tienen mucho menos», comenta Miguel. «Aunque clientes nunca faltan, y ahora menos». El perfil mayoritario se corresponde con el de mujeres de entre cuarenta y sesenta años.
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La confianza es clave. Después de aquilatar la joya, para lo que utiliza una serie de reactivos, «el peso siempre se lleva a cabo delante del vendedor, que es quien tiene la última palabra y quien tiene que aceptar la operación». El valor final viene determinado por el Fixing, un indicador de ámbito internacional que garantiza la transparencia –su evolución se puede consultar a través de internet–. Después, la transacción queda inscrita en un libro de registro, del que también se tiene que dar cuenta de forma telemática a la Policía Nacional, encargada del control policial.
Cristóbal Munuera coincide con Miguel en que la cantidad de oro en circulación es sensiblemente inferior a la que hubo entre 2008 y 2012. «Ahora el origen de lo que nos está entrando es sobre todo herencias», señala. También relojes de marcas que se asocian al lujo como Rólex, Cartier, Omega o Lotus. «El oro es un valor seguro, tiene la firmeza de una montaña». «En cualquier caso –aclara– mi campo de acción es mucho más amplio; estoy especializado en joyas, brillantes y monedas antiguas», lo que requiere de una alta capacitación en materias como la gemología. Unos conocimientos que Cristóbal ha ido adquiriendo a base de mucho leer y que también son fruto de una experiencia de más de cinco décadas en el sector.
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Veintiséis compra-ventas de oro en Granada y el cinturón metropolitano
El oro es un valor seguro. Nunca falla. Una demanda que sustenta un sector formado hoy día por veintiséis establecimientos si nos ceñimos a la capital granadina y al área metropolitana –en la mayoría de municipios de la provincia de más de 10.000 habitantes hay al menos un establecimiento que se dedica a ello–. Por ahora no se ha producido un 'boom' de este tipo de negocios, como ocurrió con la recesión que conllevó el colapso financiero de 2008. En ese momento se llegaron a contabilizar hasta ciento sesenta, una cifra que evidencia la gravedad y la duración de aquella recesión.
Según profesionales de largo recorrido como Cristóbal Munuera, la coyuntura actual nada tiene que ver con la anterior. «En aquel momento surgieron muchos oportunistas que vieron una buena oportunidad de hacer negocio y que, en cuanto la economía mejoró, fueron desapareciendo hasta los que quedamos hoy día».
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