Granadinos en Alemania: «Siento que en cuestión de días habrá un confinamiento»
Granadinos en Alemania durante la pandemia ·
Emigrantes de la provincia en el país germano conviven con el que, según los registros, es su peor momento desde el inicio de la pandemia; las restricciones varían en función de la zona, pero todos coinciden en que son más laxas que en EspañaChema Ruiz España
GRANADA
Miércoles, 1 de diciembre 2021
Carmen se marchó a Alemania con un contrato firmado con una empresa social. Algo similar le ocurrió a Patricia, que viajó con Pepe hace ocho años, hoy su marido. Ana se quedó en paro en julio y decidió buscar un futuro mejor lejos de España, mientras que José María, tras hacer unas prácticas allí, decidió volver, a priori sin marcarse una fecha límite en su estancia. Manuel, doctorado en Física, recibió una oferta de un laboratorio con el que ya había podido trabajar previamente, por lo que se fue junto a Cristina, su mujer. Todos ellos son granadinos, residentes actualmente en el país germano, que atraviesa, según los registros, su peor momento desde el inicio de la pandemia. Una crisis sanitaria que bate sus récords casi a diario, con una curva de incidencia en pleno ascenso que contrasta con su 68% de población vacunada.
«Se hace vida normal», expresa Ana, desde un pueblo cercano a los Alpes. No es cuestión baladí la ubicación en este caso, pues las medidas se aplican en función de la incidencia acumulada de la covid-19 en cada región. Todas, no obstante, giran en torno a las posibles variantes de una misma norma: «En según qué circunstancias, el 2G es permitir el acceso solo a vacunados o recuperados; el 3G, que es añadir a gente con test negativo reciente, y el 2G+, en los casos más extremos, que consiste en permitir el acceso solo a vacunados o recuperados que presenten un test negativo reciente», define Manuel. La vida viene regida por estas fórmulas, y la incertidumbre va por barrios. «Viví lo que fue el encierro total en España y en Alemania nunca ha llegado a pasar eso. Me da miedo que haya otra vez un confinamiento total», expresa Carmen. José María, Patricia y Pepe, en cambio, aseguran estar «tranquilos».
Ana Roldán (Granada, 1996)
«Los alemanes están haciendo vida normal»
Ana se marchó a Alemania a la aventura el pasado mes de septiembre, tras haberse quedado en paro en julio. «Me costó casi dos meses poner en regla todos los papeles para venirme», detalla desde Oberstdorf, un pueblecito de la región de Oberallgau, junto a los Alpes. Allí, se encontró una población instalada en la práctica normalidad, incluso ahora, cuando la incidencia acumulada está en el umbral de los 800 casos por cada 100.000 habitantes. «A la gente le dan igual las restricciones», resuelve, para precisar seguidamente que «se está implantando el 2G, que significa que solo puedes acceder a los recintos si estás vacunado o recuperado de la covid». La protección, como describe, es una cuestión personal. «Una cosa que me ha chocado mucho es que en Granada hay dispensadores de gel desinfectante. Aquí, o lo tienes tú, o no te lo va a dar nadie».
El desmesurado crecimiento de la sexta ola no ha alterado en exceso la vida en Oberallgau. «Yo veo que los alemanes están haciendo vida normal. Simplemente, se ponen su mascarilla y poco más», expresa Ana, quien, sin embargo, sí detecta en su entorno que «hay temor» a un confinamiento como el decretado en Austria. «De hecho, la gente se asustó un poco cuando dijeron 'no hay mercados navideños'. Pero tampoco es como en marzo del año pasado», matiza. La granadina espera su cita para la tercera vacuna mientras atiende tranquila, aunque con algo de incertidumbre, a los pasos que pueda dar el Gobierno alemán. «Yo lo estoy llevando de maravilla. Si hacen lockdown, yo, feliz, porque soy una persona de riesgo, al ser asmática, y solo quiero que la gente se cuide», exterioriza, aunque puntualiza que le «importa» porque planeaba su regreso por Navidad.
Manuel Gutiérrez (Caniles, 1993)
«Han tomado medidas hace nada, cuando los casos llevan más altos que nunca bastante tiempo»
Manuel se trasladó a Darmstadt en julio, justo tras finalizar la tesis doctoral de Física, junto con su mujer, Cristina, y Rudy, su perro. Le llegó una propuesta de trabajo de un prestigioso centro de investigación, con el que había colaborado previamente, y no se lo pensó. Allí, por el momento, su día a día no ha cambiado, ya que la vacuna, debido a la aplicación de la norma que rige la vida en pandemia en Alemania, le abre las puertas a cierta normalidad, si bien la tesitura es delicada. «Si miramos las gráficas de casos, desde luego, es el peor momento del país. Es una cosa un poco increíble, sobre todo ahora, con una parte importante de la población vacunada. No es tanto como en España, pero es una parte», expresa, aunque, crítico, no contempla la sorpresa: «Han tomado medidas hace nada, cuando los casos llevan más altos que en ningún otro momento bastante tiempo».
Bajo su punto de vista, los alemanes no están muy preocupados, pero sí «cansados, porque ellos tuvieron un confinamiento muy largo en la Navidad pasada». «Ha sido un cambio muy brusco, de un día para otro: de 'hacemos lo que queremos aunque la incidencia esté a 500' a esto, que me parece estupendo porque hay que salvar vidas», destaca, personalmente «asustado» ante la idea de un nuevo cerrojazo. «No creo que lo hagan, pero, si lo hicieran, lo entendería. Me harían la puñeta, porque tenemos los vuelos ya comprados para volver por vacaciones, pero si hay que cambiarlos, hemos cogido una aerolínea que nos permite hacerlo», explica. «El vuelco de la situación de España y Alemania tiene que servir como aviso de que la vacunación está bien, que evita muchas muertes, pero no te puedes descuidar», defiende.
Carmen Gutiérrez (Granada, 1997)
«Es como cuando en España tenías que mirar todos los días las medidas»
La madre de Carmen está preocupada. «Siempre lo está cuando te vas lejos, aunque no haya una pandemia mundial, pues ya si la hay, es mucho peor», comenta entre risas la joven granadina, en Neuendettelsau al otro lado de la pantalla. Allí, trabaja desde septiembre con Diakoneo, una empresa social en la que le surgió la oportunidad de integrarse a través de la Asociación Granadina de Emigrantes Retornados. Hizo las maletas sin esperar que Alemania llegara a la tesitura pandémica actual. «La verdad es que me da un poco de miedo volver a vivir lo mismo que pasé en España», reconoce, y se admite negativa. «Siento que en cuestión de días va a volver a pasar. Creo que no hasta tan alto nivel, a lo mejor se evita cerrar los colegios, lo esencial, y sí podemos salir a pasear o a hacer deporte, pero va a haber un confinamiento», vaticina.
Percibe esta incertidumbre y vive cierto 'dejà vu' con la aplicación de las restricciones. «Los hospitales están saturados y está cambiando todo constantemente. Es como cuando en España tenías que mirar todos los días las medidas para ver cuál salía hoy. En mi pueblo, hay una incidencia alta, pero no tanto como para cerrar bares, aunque de un día a otro puedes pasarla», se encoge. El índice de vacunación tampoco ayuda. «La gente con la que he podido hablar que no está vacunada, que ha sido poquita, se enfoca mucho en la libre elección», explica, para después subrayar que ha detectado «un rechazo a los no vacunados». Algo parecido a lo que sucede cuando alguien se cubre la boca. «Cuando llegué y me ponía la mascarilla al cruzarme con personas mayores, me miraban mal. Parecía que decían '¿Por qué la lleva? ¿Es que está enferma? Seguro que ha salido de fiesta, ¡qué irresponsable!'».
José María Carrasco (Granada, 1993)
«He vivido dos confinamientos. El primero, en España; el segundo en Alemania»
Desde la granja donde vive José María Carrasco, en Burghausen, la pandemia se vive de forma diferente. Él trabaja en una empresa de energías renovables. «En caso de que nos confinasen, tampoco cambiaría mucho mi vida, porque está en un bosque, así que podría seguir estando fuera, estar con los animales, ir a trabajar… No me afectaría mucho», resuelve. Toda una satisfacción, teniendo en cuenta que ya ha pasado por esta circunstancia en dos ocasiones. «He vivido dos confinamientos. El primero me pilló terminando un máster; cuando empezaron a decir en las noticias que estaban planteándose cerrar las fronteras, me fui a España. Confinado, lo terminé e hice el proyecto final. Volví en verano, lo entregué e hice la exposición. En Navidad, confinaron Alemania», relata, convencido de que el cerrojazo en su tierra fue «mucho más duro».
En Burghausen, José María se sorprendió al ver que «la covid no existía, era otro mundo». «Venía de un confinamiento de España, así que venir aquí y que no fuera nada para mí fue la leche. Ahora, es al revés. La situación ha dado un vuelco completo», explica. No obstante, considera que el presente «no es el peor momento de la pandemia en Alemania», sino que sitúa este en diciembre del año pasado. «Hay restricciones, pero todo es más flexible mientras uno esté vacunado o tenga un test», detalla. Es, en cualquier caso, una tesitura cambiante. «El miedo al confinamiento está ahí. Está todo cambiando del día a la mañana», expresa, descontento con las medidas aplicadas. «La gente está preocupada. Hay mucha gente que tiene miedo de infectarse, de que se puedan morir. Todo provocado por los medios de comunicación, lamenta. Él, en cambio, está tranquilo.
Patricia Calvo (Belicena, 1987) y Pepe Ruiz (Las Gabias, 1988)
«Por números, es el peor momento, pero no es la impresión que hay ahora mismo»
A Patricia Calvo (Belicena, 1987) le surgió una oportunidad de trabajo en Alemania mientras visitaba a un familiar. Volvió únicamente para hacer un curso de alemán y se trasladó en 2013 junto con Pepe Ruiz (Las Gabias, 1988). Hoy, son mujer y marido, enfermera en un hospital ella e instalador de fontanería y calefacción, así como bombero voluntario, él. Ambos, padres desde hace un año, no observan a su alrededor la realidad que trasladan los datos. «Por números, sí es el peor momento, pero no es la impresión que hay ahora mismo», señala él. Viven en Digden y sostienen que el problema real «es que aquí no se ha vacunado tanta gente como allí». «Hay un 68% de vacunación, que es muchísima gente porque aquí hay 80 millones de habitantes. El número de personas sin vacunar es casi como la población de España», precisa Patricia, quien abunda en que las restricciones afectan a los no inmunizados.
«Podemos hacer vida normal. La verdad es que yo no he visto diferencia. Es más, sales a la calle y ves gente por todos lados. En las ciudades grandes, por ejemplo, los mercados de Navidad sí los han quitado, pero aquí no. Nosotros estuvimos el sábado en uno, que estaba llenísimo», ejemplifica Patricia. Pepe, que es quien más tiempo pasa en la calle, tampoco percibe que la situación le afecte. «Como yo tengo mi vacunación hecha, enseño el informe en cualquier lado y ya está. Eso me hace que el día a día sea muy fácil, normal», describe. Tampoco notan inquietud en la población, porque «los alemanes no van a concebir nunca que haya un cierre total». Sí sienten «cansancio, o más bien hartazgo». «Siempre estás escuchando lo mismo, siempre el mismo tema. Eso me harta un poco», exterioriza él. Ambos coinciden en que «las restricciones fueron más estrictas el año pasado, y en realidad no fueron severas».
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