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Jesús decapando la pintura de su barco. Javier Martín

La tradición marinera del puerto de Motril cada noviembre

La parada biológica de los pescadores afecta a once barcos de arrastre que aprovechan para realizar labores de mantenimiento

MJ Arrebola

Granada

Lunes, 18 de noviembre 2024

Los primeros rayos del sol se reflejan en el agua del puerto de Motril. Como cada otoño, hay menos bullicio que el habitual en otros ... meses más de verano. El viento, con aroma un tanto salado, acaricia los muelles y arrastra el murmullo de las olas que rompen con suavidad contra las embarcaciones que permanecen varadas. Durante el mes de noviembre, el puerto vive una «calma peculiar».

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Estas semanas, la pequeña flota de arrastre se queda amarrada al puerto para dar paso a la parada biológica. Este «alto» que solo afecta a este tipo de pesca , se lleva realizando desde 2020 y que también se repite en febrero, no solo busca preservar el medio marino y garantizar la regeneración de las especies, sino que se ha convertido en toda «una oportunidad» para que los pescadores y sus barcos «recuperen fuerzas».

Según cuenta Ignacio López, patrón mayor de la cofradía de pescadores del puerto de Motril, tan solo una de las embarcaciones de arrastre sale a faenar de las doce que hay. Durante este mes las embarcaciones descansan, pero los marineros que las navegan, no. El puerto se transforma en una especie de taller al aire libre, donde todos aprovechan para realizar las labores de mantenimiento que no pueden llevar a cabo en otros meses del año. Caminando entre barcos, se escucha el murmullo a lo lejos. Es Lorenzo, que trabaja con dedicación pintando las puertas de arrastre de su barco.

«Esta parte es lo que abre la red, lo que hace que trabaje. Sin ellas, no se pescaría nada», explica mientras no deja de mover el pincel sobre el metal de su querido barco. Lorenzo es la segunda generación de pescadores de su familia y ha heredado de su padre no solo el barco, sino también el amor por el mar y el «respeto» por este oficio.

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El pescador dedica este tiempo de parón a asegurarse de que cada pieza del barco funcione «perfectamente». «Nosotros pescamos especies como la gamba roja, merluza o rapes y nos movemos por Almería y la isla de Alborán», relata. Al otro lado del muelle, se encuentra Manolo Puyol, capitán del barco que lleva su mismo nombre, una embarcación que ha sido testigo de décadas de vida marinera.

Distintas labores de mantenimiento en el puerto de Motril. Javier Martín

«Mi padre empezó con esto, y yo seguí con 15 años. Desde entonces, aquí estoy, entre redes y mareas», cuenta. Manolo, se ocupa de tareas esenciales, como limpiar el intercooler del motor y retocar la pintura de la sala de máquinas. Manolo Vallecillo pinta y también revisa motores. «Hay que dejar todo a punto para cuando volvamos al mar. Aquí no hay margen para errores», dice Vallecillo. Además, añade que el parón es «importante» para realizar estas labores y que la cofradía ha implementado medidas para regenerar los caladeros. «El parón es bueno, en los últimos años hemos visto un aumento en las capturas», dice.

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El arte de las redes

Un poco más allá, Ángel, redero de toda la vida, trabaja en su banco de madera con las manos cubiertas de aguja e hilo. Rodeado de paños de red que parecen interminables, relata que «se trata de una labor que no hace cualquiera, cada nudo, cada junta, tiene que estar perfecta para que la red funcione bien. Si fallas en algo, se nota en la pesca».

Ángel, mientras no para de tejer, explica cómo cose los artes claros –redes diseñadas para pescar especies como pulpo, pijota o rape–. «Los paños de hilo vienen enteros, pero nosotros los adaptamos. Hay que cortar, unir y cuadrar cada tramo para que no falle cuando se pesque. Realizar una red entera puede llevar una semana».

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Al fondo, en la orilla está a Jesús Caparrós quien pinta el casco de su barco, el Pico Veleta. «Hay que echarle decapante para que salga la pintura, luego le echo agua a presión», detalla mientras añade que tienen que realizar esta labor todos los años. Cada noviembre el puerto recrea de nuevo una tradición que perdura en el tiempo, recordando que el trabajo de los pescadores no se detiene, ni siquiera cuando los barcos están amarrados.

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