Muere Ángel Gijón, el arquitecto de los buenos amigos
Obituario ·
Su pérdida supone arrancarle un trozo al patrimonio humano de Motril, de Granada y duelen especialmente las circunstancias y que no haya defensa posible contra este virus que nos ha robado a este activista de las causas perdidas y sobre todo, a un amigoÁngel Gijón podía tardar una hora en recorrer el camino entre el ayuntamiento y su estudio de arquitectura que estaban a poco menos de diez minutos. Se paraba y le paraban. Amigos, conocidos, allegados... un apretón de manos, un abrazo cálido, un gesto cariñoso, una conversación... Ángel se entregaba a cada paso y parece increíble que no vuelva a sonar su risa en uno de los corrillos al final de un acto, que no vuelva a levantar el teléfono para hacer presto un favor, que no vuelva a sonar su voz peleando por su tierra, soñando con edificios... ese arquitecto de las ideas que proyectaba siempre un futuro mejor sobre los planos, en tres dimensiones, y en esas charlas de arreglar el mundo que le encantaban. Hablar de él en pasado es una faena. Escuece. Su pérdida supone arrancarle un trozo al patrimonio humano de Motril, de Granada y duelen especialmente las circunstancias y que no haya defensa posible contra este virus que nos ha robado a este activista de las causas perdidas y sobre todo, a un amigo.
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Granada llora la pérdida de su «amigo» Ángel Gijón
Los hombres, según su colega el ex ministro Manuel Pimentel, se dividen en zombies, turistas y caminantes. Estos últimos pasan dejando alguna huella. Así era Ángel Gijón, un caminante, que construía amistades y abanderaba la lucha por el desarrollo de la Costa Tropical. Incansable, peleón. Era el teléfono que se levantaba siempre, la felicitación y el agradecimiento ante cualquier detalle. El empuje perfecto para emprender batallas por el bien común, algunas utópicas y todas desde el corazón.
El motrileño nació en una familia de empresarios y estaba muy unido a sus hermanos, los que no han dejado de sostenerlo hasta el último segundo.
Como arquitecto defendió su profesión, desarrolló una brillante carrera y durante dos mandatos lideró a sus colegas como decano del Colegio de arquitectos de Granada (98-2000 y 2000-2002). Su sello y su impronta permanecerán para siempre en el moderno puente de hierro que atraviesa la Alcoholera, que firmó junto a Vicente Guallart o edificios emblemáticos de Motril.
Hombre de consenso, supo aglutinar a los empresarios de la Costa y darle un nuevo impulso a la Cámara de Comercio de Motril, a donde llegó en 2010 con un discurso muy reivindicativo sobre la necesidad de una estrategia y un proyecto común para sacar adelante esta tierra que mantuvo siempre así con un valiente discurso, a la hora de poner sobre la mesa que no había que tener complejos a la hora de sumar sinergias con Málaga o aprovechar su marca turística.
El tándem empresarial que crearon Ángel al frente de la Cámara y su amigo Julio Rodríguez al frente de la Asociación de empresarios de la Costa, fue fructífero para la Costa. Juntos impulsaron una activa lucha por las infraestructuras con hitos históricos, como que el litoral granadino se echara a la calle en la primera gran manifestación para exigir la culminación de la autovía y las canalizaciones de la presa de Rules.
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Siempre fue un luchador incansable comprometido con el futuro y el desarrollo de la Costa Tropical. Le indignaba que Motril y la comarca fuesen la tierra de las grandes y eternas potencialidades que sin embargo nunca acababa de despegar y se implicó y se dejó la piel en cada una de las grandes luchas.
En su etapa al frente de la Cámara supo reforzar la colaboración con Cámara Granada y con las administraciones públicas a todos los niveles.
Querido y respetado por los representantes políticos era capaz de sumar, tenía una red de amigos, sembraba amistad y la recogía. Buen jugador de golf y amante del flamenco, se implicó a fondo para traer a la Costa granadina el festival la Caña flamenca y disfrutaba del cante de su amiga Marina Heredia, que le profesaba admiración y cariño mutuos.
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Amigo de grandes periodistas, gran lector, amante del cine las charlas en familia, durante el confinamiento volvió a coger la guitarra. En su casa, el arquitecto tenía su universo, su paz junto a Manuela, esa persona con luz junto a la que Ángel disfrutaba de la vida. Sonriente, vitalista, positiva... Ángel se sentía orgulloso de su esposa, reconocida abogada, y juntos siempre ofrecían una charla amable y una cerveza divertida que ahora duele haber pospuesto, muchas veces, por el trabajo o los líos de la cotidianidad. En esta pandemia, Ángel desarrolló una importante labor solidaria desde la Cámara y una vez más, enarboló la lucha contra la crisis económica apoyando y reivindicando el papel de la pequeña y mediana empresa. Durante los meses de confinamiento, en una entrevista en IDEAL reivindicaba el papel de los empresarios pero sobre todo del personal sanitario, para el que exigía reconocimiento más allá de los aplausos. «No entiendo que, después de tanto estudio y tanto esfuerzo para lograr sus titulaciones, cobren menos que muchos concejales», decía. Su empuje, lo echará de menos la Costa, pero sobre todo sus amigos. Si hay una cualidad que definía a Ángel es su generosidad, su sensibilidad y ese saber estar. Porque estaba. Siempre. Si algún día se desmoralizaba, se levantaba después con más fuerza, con un chascarrillo sobre la actualidad y un repaso a las injusticias que salpican la existencia. Como esta, su pérdida, que quedará como una herida profunda en la piel.
Y permítase una posdata personal de dos periodistas agradecidas a las que Ángel visitaba con frecuencia porque compartíamos edificio y vecindad. Siempre cariñoso, con la palabra precisa y la ayuda antes de que se le pidiera, que por la esencia de esta profesión, se le pedía muchas veces. Que si unas declaraciones para esto, que si alguna exclusiva furtiva, que si un detalle en Navidad. Gracias, Ángel, por ser amigo de estas dos forasteras que tuvieron que hacerse un hueco en Motril. En tu Motril. Ese que ahora te llora, como lo hacemos nosotras.
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