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Míriam ya tiene una grúa para poderla mover mejor. Javier Martín

Las marujas hacen volar a Míriam

Un grupo de Facebook de mujeres motrileñas financia una grúa para una niña enferma

Laura Ubago

Granada

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Domingo, 18 de marzo 2018, 01:56

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Míriam tiene en su salón una foto vestida de Papa Noel cuando aún era un bebé. Está sentada en la trona y tiene una sonrisa inmensa, sin dientes, con la inocencia de quien quiere comerse el mundo de un bocado. Ahora, con diez años, una enfermedad congénita la tiene en una silla, con oxígeno, y con el mismo brillo en los ojos de aquella Navidad cuando no habían aparecido los problemas. Míriam tiene distrofia neuroaxonal infantil. Es una enfermedad rara, degenerativa, que hace que necesite de su madre para todo. Su madre es Patricia Navarro, luchadora, que acaricia a su hija como al mayor de sus tesoros y que le dice ¡guapa! mientras le toca la cara, con Hello Kitty al fondo, en un cuarto de princesa con una cama grande para acostarse a su lado los días que está mal.

Míriam escucha revuelo en casa y mueve los ojos buscando la complicidad de su madre. Han ido a verla las creadoras del grupo de Facebook ‘Marujas motrileñas’ una comunidad de 6.000 mujeres de Motril –solo mujeres– que lo mismo salvan a un gato abandonado, que preguntan si es efectivo un medicamento para los mocos, qué donde celebrar un cumpleaños o buscan un traje de comunión para una familia que no puede costearlo.

Las MM (marujas motrileñas) se pusieron en marcha en cuanto leyeron el mensaje de Patricia. Necesitaba una grúa para transportar a su niña y moverla por casa y buscaba a alguien que le prestase una. En seguida, esta marea solidaria se activó y organizaron una recogida de fondos para comprarle una grúa a Míriam.

Para que no hubiese problemas, para que todo fuese transparente, las marujas contactaron con Aprosmo –asociación en favor de las personas con discapacidad– para que ellos canalizasen el dinero a través de una cuenta y utilizasen, por deseo de Patricia, el excedente en otros niños o personas discapacitadas que tuviesen alguna carencia.

Patricia Navarro, que antes trabajaba echando horas en una empresa hortofrutícola, ahora se dedica plenamente a cuidar de su niña. Y con esos ingresos, supo que no podría hacer frente del pago de una grúa. «La niña se me cayó y pensé que no podía más. Que era un peligro sacarla de la bañera y que no iba a dejar que se me volviese a caer», cuenta esta madre que temblando después del susto, se le ocurrió pedir ayuda al grupo de Facebook.

Míriam tiene diez años y pesa 30 kilos. Patricia necesitaba la grúa para poder moverla y en dos días las marujas motrileñas se la habían conseguido (costó mil euros) y además había unos 600 euros más para que Aprosmo ayude a otras personas.

Sonia Hidalgo y Pilar Rodríguez, creadoras de las Marujas Motrileñas están emocionadas por haber ayudado a esta madre y a esta hija a ser un poquito más felices. «La gente se volcó y rápidamente se consiguió la grúa. Después estuvimos en contacto con Ortecmo para que se la trajesen», cuenta Sonia que ha estado pendiente hasta el final y que ahora ha ido con Pilar a visitar a Patricia y a ver cómo le va con la grúa y a ofrecerle, cómo no, la ayuda y colaboración en todo lo que necesite. Como Rafael García Luján, médico de Aprosmo, y Jorge Barbero, gerente, que han ido a ver a esta familia y a brindarle su apoyo como siempre.

Los días que Míriam está bien, que se levanta fuerte y animada, va al colegio de Aprosmo para cambiar de aires y ser muy bien tratada en esta asociación que es el corazón de las personas con discapacidad de la Costa.

Vender su piel

«El día que me entere que mi hija quedaría en estado vegetativo me juré a mí misma que vendería mi piel a tiras si hiciese falta para salvar la suya», expresa Patricia que está muy agradecida a la solidaridad de las Marujas Motrileñas. Míriam fue una niña pionera en organizar campañas de recogida de tapones. Hace seis años consiguieron en 9 meses material necesario para su hija (varias sillas) valorado en 22.000 euros. Ella no vio ni un duro y aún así escuchaba comentarios feos cuando iba a tomarse un café de gente que le reprochara que para eso sí tuviera dinero. Por eso, Patricia estaba escarmentada y no quería pedir. Pero el día que se le cayó su niña no lo dudó. Volvió a vestir el traje de leona y ahora la experiencia ha sido muy gratificante de manos de las marujas y con el apoyo de la asociación Aprosmo.

En su salón hay una foto de comunión de Míriam. Es reciente. No la ha hecho porque un sacerdote le dijo que no hacía falta pero Patricia le puso su vestido, el de cuando ella la hizo, y la niña no puede estar más radiante. Porque está mirando a su madre y su madre la mira a ella. Y se para el tiempo. Y el espacio se reduce a sus miradas y a ese amor, que se expande por ese piso, que atraviesa las paredes de lo virtual y que llega en forma de ayuda. Míriam nunca estará sola. Tiene a un ejército de marujas dispuestas a llevarla en volandas, a que vuele, ya sea en una grúa o en brazos.

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