Ver fotos
La Costa se echa las primeras cervezas con sabor a mar de esta primavera
El chiringuito Bambú de La Herradura es uno de los pocos que ya ha abierto sus puestas en la Costa Tropical con el pase a la fase uno
La cerveza en el bar sabe mejor. Pero ya si es en un chiringuito con vistas al mar la cosa es casi insuperable. Casi dos ... meses y medio después, ayer en La Herradura volvía a ser posible sentarse en una mesa pisando arena (o piedrecitas pequeñas)con un olor a espeto de sardinas de fondo para el que no hacía falta ni limón que lo tapara. Estaba el mar más brillante. O quizás eran las ganas. Darío De Haro regenta el chiringuito Bambú, que antes era de sus padres. ES uno de los pocos que se atrevieron ayer a abrir sus puertas con más incertidumbre que certezas. A pesar de las dudas, todo fue mejor de lo esperado.
El propietario explica que al ser un chiringuito en el que la práctica totalidad de las mesas está en el exterior decidieron arriesgar. Había gente esperando en la puerta. Y a las cinco de la tarde casi todas las mesas estaban llenas.
Han sido meses duros. Con mucho miedo. Días difíciles. Y De Haro es consciente de que todo no ha pasado. Pero celebra que se empieza a ver luz. No se le ve la sonrisa que tapa la mascarilla. Pero se intuye. Los ojos también se ríen.
De los catorce empleados que hay en temporada de invierno y a los que tuvo que hacer un ERTE con el decreto de estado de alarma por la crisis del coronavirus, sólo cuatro se habían incorporado ayer. Esos catorce son la plantilla mínima. En una Semana Santa normal ya habría tenido que ampliar. Pero ya se sabe que en estos tiempos ni la normalidad es normal.
El propietario tiene otros dos locales más en la Costa. Por el momento sólo abre el de La Herradura. «Esto ha sido una especie de laboratorio para ver qué acogida teníamos. La verdad que ha sido aún mejor que lo que esperábamos», argumenta.
Las medidas de seguridad, indica, son imprescindibles. Los camareros han sumado al uniforme la mascarilla. Hay gel hidroalcohólico en la puerta de entrada. Ysi algún cliente quiere se le ofrecen guantes. Se ha cambiado la carta, que ahora no puede tocarse. Y lo de compartir platos, que es tan habitual, ahora no está permitido. Tampoco existe la barra.
Sin embargo, y a pesar de todas las limitaciones, la rendija que se ha abierto parece un ventanal después de tanta oscuridad. Parece que estos días no hay más verdad que aquella de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde o de que éramos felices y ni siquiera nos habíamos dado cuenta.
A Darío de Haro le pesa el recuerdo de todos los ratos malos que lleva a la espalda. «Ahora mismo me viene a la cabeza cuando pensamos que no podríamos reabrir hasta Navidad», rememora. Es todo ilusión en estos momentos. Casi como un empezar de nuevo. «Nunca había habido un lunes con tantas ganas de volver a trabajar», afirma. Ni para él, ni para sus empleados.
Pocos lunes ha habido también con tanto sabor a fin de semana. A alegría contenida. A ganas de vivir. A pequeñas cosas que parecen gigantes. A cerveza de grifo. A brindis.
El fin de semana serán muchos más los chiringuitos que se sumen a esta reapertura incierta. Sólo la mitad de las mesas y sólo la terraza. Y a pesar de que todo es translúcido, jamás hubo un vaso a la mitad que nos pareciera tan lleno a todos. Precaución, eso sí. Para que no tengamos que volver a añorar algo tan simple como ver una caña rebosante de espuma con vistas a la playa.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión