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Del cono a los chalecos amarillos: la lucha de la Costa de Granada ya tiene un nuevo símbolo
Los regantes de Almuñécar han convertido esta prenda, que encarna la protesta por los 15 años perdidos con Rules, en protagonista de la campaña. Todos los políticos, ministra incluida, se han retratado y comprometido con ellos
«Tú sabes lo que es que un padre de familia se te eche a llorar diciéndote Antonio por Dios, pásame agua de donde sea ... ? Esas escenas se te quedan clavadas y ya no se te olvidan. Aquí en Almuñécar las explotaciones son familiares, las puso la gente con el dinero de irse a Lérida a la uva o Francia. Sus vidas están ahí. Que se seque un pozo es un drama». El episodio lo cuenta Antonio Antequera, que lleva toda la vida como administrador de las comunidades de regantes de Río Verde y Río Seco. Subraya la palabra drama porque cree que, muchas veces, fuera de la Costa, no se es consciente de la importancia que tiene que el agua que ahora arroja al mar la presa de Rules sirva por fin para regar los campos de subtropicales de la comarca.
Ellos, los agricultores de Almuñécar, soportan los costes eléctricos más altos porque tienen que bombear el agua a las cotas más aguas y también tienen sobre sus cabezas la continua espada de Damocles del riesgo de salinización de los acuíferos. Por eso son los más desesperados y los más reivindicativos.
Precisamente de Antonio Antequera partió la idea de crear un nuevo símbolo para la lucha de la Costa granadina: los chalecos amarillos, que vienen a ser a la reivindicación del agua de Rules lo que los conos fueron a la de la autovía.
Los quince años perdidos
Sin necesidad de elevar la voz, los chalecos expresan el clamor de los agricultores de la Costa por los quince años perdidos sin que se ejecuten las tuberías, su cabreo por las promesas incumplidas y la firme determinación de no dejar pasar ni un día más sin que los trámites del proyecto de las canalizaciones de Rules y Béznar avancen. En principio pensaron en chalecos azules, por aquello de no copiar a los franceses y porque sugerían más que lo que piden es agua, pero en este color eran más difíciles de conseguir y no llegaron a tiempo para la pasada campaña de las elecciones generales, que es cuando nació el movimiento de los chalecos.
De ahí que finalmente optaran por el tono chillón con el lema 'Nuestro campo se seca. Conducciones agua Béznar-Rules ya'. Cada regante de Almuñécar llevaba siempre el chaleco a mano y en esta campaña de las elecciones municipales los han paseado por los actos de todos los partidos políticos.
Todos se han comprometido
Y han conseguido que absolutamente todos se comprometan con la causa y se retraten, incluida la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, la que más tiene que decir en el asunto, que en campaña pasó por la Costa. «Hemos estado en actos de todos los grupos políticos, sin salidas de tono. En uno un compañero gritó y todos fuimos a callarle y decirle que se equivocaba», apunta Antequera.
«El chaleco ha sido una buena idea, nos da fuerza. Nada más llegar a un acto, nos ven y sin abrir la boca saben lo que queremos», añade su colega Marcial Quesada, administrador de comunidades de regantes de Río Jate y La Herradura.
Subrayan además que los chalecos cuentan con el visto bueno de la Comunidad General del Bajo Guadalfeo a la que todos pertenecen y que es la que lidera la lucha por el agua en la Costa. «A algunos políticos, a los que llevan años con responsabilidad pública, les hemos sacado los colores», apunta Antequera.
«Inexplicable»
Juan Camacho, otro de los 'líderes' del movimiento, está convencido de que chalecos tienen marcar un punto de inflexión, ahora que trámites de las canalizaciones están encaminados. De hecho la ministra mostró «sensibilidad y conocimiento del tema». «De de este proyecto dependen 15.000 empleos. Eso es acabar con el paro de la comarca. Es inexplicable que no haya sido el objetivo uno de todos los políticos», esgrime.
En el caso de Almuñécar, el agua permitiría recuperar las fincas que se han quedado en barbecho (hasta un 40% según calculan). «La gente tiene miedo y no se arriesga, yo tengo una finca de tres hectáreas y se me ha secado dos veces. Ya no la planto más», lamenta Antequera. Hasta que llegue el agua de Rules.
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