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Varios vecinos relatan el momento en el que la tierra tembló bajo el suelo de Albuñol.
«Hemos tenido que salir corriendo a la calle para protegernos del terremoto»

«Hemos tenido que salir corriendo a la calle para protegernos del terremoto»

Los vecinos de la Costa se despertaron con un seísmo de 3,7 grados de magnitud que, pese a recorrer todo el litoral, no provocó daños de ningún tipo

Javier García Martín

Martes, 24 de noviembre 2015, 11:57

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Algunos estaban todavía en la cama, pero muchos de los vecinos de Albuñol hacía tiempo que habían puesto ya los dos pies sobre la tierra para encarar el lunes. A las nueve de la mañana, la localidad granadina vivía cotidianamente, sin imaginar el susto que se llevaría la mayoría de sus habitantes sólo dos minutos después. En ese momento, con el café a medias o la pala sobre el hombro, la tierra tembló fuertemente por espacio de tres largos segundos. Un seísmo acababa de sacudir toda la Costa.

En un punto intermedio entre el núcleo urbano y la pedanía de La Rábita y a cinco kilómetros de profundidad, las mediciones del Instituto Geográfico Nacional (IGN) sitúan el hipocentro del terremoto de 3,7 grados en la escala de Richter que durante la jornada de ayer logró homogeneizar las conversaciones de todo un pueblo alrededor de una pregunta: «¿Lo has sentido?». «Ha sido muy fuerte», señalaba ya por la tarde y recostado en un banco Francisco, frente a la rotonda de los molineros. «Ha hecho el mismo ruido que un camión de escombros al volcarse», añadía.

El temblor, que no produjo daños materiales ni, por supuesto, personales, pudo sentirse a lo largo de todo el litoral. Portavoces del servicio de Emergencias 112 recibieron tres llamadas de albuñolenses, motrileños y abderitanos (de Adra, Almería), alertando de lo ocurrido. «Es el más fuerte que yo recuerdo, más que el que hubo aquí hace unos años», afirma Miguel, un hombre que da un paseo por las tranquilas calles del municipio, de unos 7.000 habitantes. «Yo mismo he notado cómo el suelo de la calle se movía de arriba abajo», explica. «Todos hemos salido corriendo a la calle cuando ha ocurrido el terremoto, para protegernos», ilustra Pepe al oírle. «Da mucha impresión, aunque al haber sido tan corto, tampoco te da tiempo a sentir miedo, como con las riadas», agrega.

Indefensión

En la mente de algunos vecinos de la zona sigue el episodio de las lluvias de finales de septiembre, que causaron graves daños y dejaron un centenar de afectados. Ayer, los servicios de mantenimiento de las carreteras continuaban reparando aquellos desperfectos. «¡Vaya que si se ha notado!», señala uno de los trabajadores mientras hormigona la cuneta. «Ha vibrado el quitamiedos, como por una patada enorme», apunta.

«Hoy no se habla de otra cosa», explica Mari, estanquera del centro. «Ha sido justo a la hora en la que entraban los niños al colegio», dice Consuelo, panadera. «Madres y padres se preguntaban qué había ocurrido», destaca. En la librería Nao de La Rábita temblaron todas las letras. «Ante cosas así no puedes hacer nada, es sobre todo un sentimiento de indefensión, de que puede volver a ocurrir en cualquier momento y ser más fuerte», reconoce Isabel.

Por contra, también hubo quienes no tuvieron noticia del sismo que pasó bajo sus pies más que por los comentarios de los vecinos. José Antonio, del establecimiento de suministros para coches Tronkorueda, niega haber sentido siquiera un cosquilleo. «El del butano ha salido corriendo, pero el terremoto debe de haberse parado en la puerta de la tienda», bromea entre neumáticos.

Sin embargo, lo cierto es que el terremoto afectó prácticamente a todas las localidades de la Costa. Según el IGN, la energía liberada por las entrañas de la tierra ha tocado, aunque con menor intensidad, municipios tanto occidentales (Málaga, Nerja o Torrox) como orientales (Berja, Roquetas de Mar y El Ejido) de Granada.

Como un martillo

«En la segunda planta del Ayuntamiento lo hemos notado, y abajo, que está el consultorio, también», explica Mari, trabajadora del edificio consistorial de Polopos-La Mamola. «La primera sacudida ha hecho más ruido y luego ha venido una segunda un poco más leve», ilustra. «Aquí todo está bien, pero ha sido muy fuerte», abunda un empleado de farmacia de Albondón.

La suya es la opinión mayoritaria: un ruido rudo, seco, sorpresivo y que, no obstante, no ha conseguido resquebrajar ni una pared ni descolgar una lámpara, tal y como corroboran fuentes municipales. «Que yo sepa, todo está en su sitio», sentencia Antonio, relojero de la calle Real de Albuñol, epicentro de la noticia. Aún así, confiesa haber sentido un poco de susto. «Para quien no se lo imagine, ha sido como un martillo compresor puesto al máximo posible y un poco más».

Quizás tenía que haber sido más fuerte», razona con sorna Francisco desde su banco, sin dejar de mirar a los inmóviles molineros, en pie pese a todo. «Así al menos habría servido para que algún político se llevara un buen susto».

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