Tener trabajo ya no garantiza suficientes ingresos para vivir

El informe del trabajo realizado por la organización humanitaria de la Iglesia Católica no deja lugar a dudas en cuanto al diagnóstico de la situación. Miles de personas en Granada siguen necesitando de la ayuda de Cáritas para cuestiones tan básicas como pagar una factura o la cuota mensual de un alquiler. Solo en 2018, 6.502 personas fueron atendidas por la organización. El 63% eran menores de 44 años.

Las cifras frías son elocuentes. El 14,18% de la población en riesgo de exclusión social de toda Andalucía se encuentra en Granada. No en vano, aunque en los últimos años ha mejorado ligeramente, la tasa de paro sigue en el 22% y quienes encuentran trabajo lo hacen sobre todo en empleos temporales que suponen ya el 94,88% de los contratos que se firman. Números que no hacen más que confirmar que siguen existiendo problemas estructurales en la lucha contra la desigualdad social.

Angie Vega, migrante colombiana, sabe bien cuáles son esos problemas. A sus 37 años abandonó hace cuatro su Colombia natal para poder darle a sus hijos una vida mejor. A Granada llegó en 2018 y cada día protagoniza una lucha por poder darle unas condiciones dignas a su familia. «Vine a España porque sabía que en mi país mi hija no podría tener las oportunidades que se merece para estudiar», confiesa.

Ahora, ya instalada en tierras granadinas, ha logrado con mucho esfuerzo que su hija de 20 años sea una estudiante más de la Universidad de Granada. Angie, que está inscrita en el plan de apoyo a la mujer de Cáritas, confirma que, sin el respaldo de la organización humanitaria, «no sabría cómo pagar mi alquiler». No obstante, no es el único apoyo que recibe ya que la organización le ofrece cursos para aprender desde útiles del día a día a destrezas para el mercado laboral.

Su nombre sirve para representar uno de los grandes problemas a los que se enfrenta Cáritas: la mayoría de personas que acuden a solicitar su ayuda son mujeres y muchas de ellas sin pareja y a cargo de sus hijos. Angie, esteticista de profesión, aún no ha podido trabajar de ello en nuestro país por carecer de los papeles necesarios. «Tengo que buscar lo que puedo cada día, pero en cuanto exigen papeles, no puedo acceder a buenos contratos», asegura.

El caso de Angie no es ni mucho menos aislado. En su caso, trabaja en lo que puede. En otros, aun teniendo empleos de los llamados 'normalizados', el dinero que reciben por ellos no les da para llegar a final de mes. Luisa María Maeso, directora de Cáritas Granada, explica que esto se debe a que «la mayoría de trabajos son por poco tiempo o de mala calidad».

En cifras, según la organización católica, dos de cada diez trabajadores son pobres. Porque del total de personas que atendió Cáritas en 2018, el 12% disponía de un trabajo y aún así necesitaba de ayuda. Además, otro 10% tenía empleos marginales que no le permitían tener ingresos mínimos para cubrir los gastos de una unidad familiar. De ahí que el 47% de todos los casos atendidos lleven ya más de 3 años acudiendo a Cáritas para recibir ayuda.

La brecha de desigualdad cada vez se ensancha más como lo demuestran las estadísticas y como evidencian otros hechos. Pese a que Cáritas atendió en 2018 a menos personas que en 2017, el desembolso económico hecho por la organización fue mayor. En total más de 6,5 millones de euros para solucionar los problemas que padecen muchos ciudadanos.

La directora de Cáritas Granada explica esta cifra en base a que «el nivel de empobrecimiento de los hogares es cada vez mayor y por eso necesitan de más recursos para salir adelante». El elevado precio de los alquileres o el aumento en las tarifas de la luz son realidades a las que se enfrentan cada vez más personas que no pueden hacerles frente. Sobre todo cuando en el 63% de los hogares atendidos por la organización tienen niños a su cargo.

Luis María Maeso no es solo la directora de Cáritas Granada, sino que es a su vez voluntaria de la parroquia que la organización tiene en Cúllar Vega. Allí recibe diariamente a personas que buscan salida a sus problemas. «El perfil que más se repite es el de mujeres que tienen familias a su cargo», explica. Apunta también una tendencia creciente que resulta preocupante: «Empezamos a ver cómo vienen pensionistas que cobran 300 euros a pedirnos ayuda».

Maeso incide precisamente en la edad de las personas que están en riesgo de pobreza porque son un síntoma del rumbo que está tomando la sociedad. Según la memoria de Cáritas, el 5% de los casos atendidos correspondían a personas con formación superior que no encuentra trabajo por haber pasado la barrera de los 55 años. «He vivido casos que se te quedan marcados de personas que vienen con idiomas, buenas carreras, experiencias en el extranjero y con 57 años».

En ese sentido, Cáritas desembolsó casi un millón de euros en 2018 para ayudar a 1.300 personas a mejorar su situación laboral. De todas ellas, 328 pudieron acceder al mercado de trabajo y más de 900 mejoraron sus currículums gracias a los talleres informativos impartidos por la organización católica. Porque el futuro pasa por «el acompañamiento y seguimiento de los problemas diarios que padecen quienes se encuentran en estas situaciones», sentencia Luisa María Maeso.