Caminata vespertina por las vegas del Genil
En bermudas ·
Un agradable paseo trufado de historias por los caminos vegueños, entre el maíz y el tabaco, a la caída de la tardejesús lens
Sábado, 24 de agosto 2019, 01:23
¡Buenas tardes!— saluda Agustín a los más de sesenta vecinos de Vegas del Genil concitados en el mal llamado Puente Francés, que ya había ... noticias de él cincuenta años antes del paso de los belicosos vecinos por nuestra tierra.
—¡Buenas tardes!— responden con entusiasmo los dos benjamines del grupo, ansiosos por comenzar la caminata.
Cae la tarde sobre la vega de Granada, el sol se pone por detrás de los cortijos y, aprovechando el fresco de la inminente noche, nos aprestamos a disfrutar de un agradable paseo de 8 kms por caminos y senderos.
La iniciativa parte de Elena, la concejala de cultura de Vegas del Genil, un pueblo que ha hecho de la cultura y la vida sana dos de sus banderas de enganche, a las que los vecinos responden masivamente. Tanto que, al encontrarse con el nutrido grupo en mitad de un camino, la conductora de un coche pregunta alarmada: «¿Ha pasado algo?»
En Vegas se anda. Mucho. No dejamos de cruzarnos con caminantes que, en grupo o en solitario, aprovechan el idílico entorno para soltar las piernas. Lo que nos recuerda al célebre autor escocés Robert Louise Stevenson, cuando escribía lo siguiente: 'No debiéramos considerar que una caminata, como algunos nos hacen suponer, es únicamente un modo mejor o peor de observar la naturaleza… En una caminata, el paisaje es bastante accesorio. Aquel que verdaderamente pertenece a la hermandad caminante, no pasea a la búsqueda de lo pintoresco, sino de ciertos agradables estados de ánimo: la esperanza y la energía con las que comienza la marcha en la mañana, así como la paz y la saciedad espiritual del descanso de la noche'.
Nuestro guía de hoy es Agustín Gil, autor del libro 'Senderos e Historias. Por la Vega de Granada. 100 km de pueblo en pueblo' y responsable de Sendeamigos, colectivo a través del que organiza diversas modalidades de caminatas, entre lo deportivo y lo cultural. Así explica sus inicios en este apasionante mundo: 'El senderismo entró en mi vida anegando las arterias como los grupos inundan los caminos. Esta actividad consistía en andar y andar, charlar con tu ocasional compañero de sendero, andar, quizá parar un instante ante algún animalito volador, andar, descansar y tomar el almuerzo para continuar andando y andando…'.
Dejamos atrás el puente de Purchil y el mojón que marcaba la confluencia de los ríos Dílar y Genil y caminamos a buen ritmo entre huertas y maizales, que lucen en todo su esplendor. Nos dirigimos a la barriada de Ambroz, a cuyas puertas hay un hermoso y evocador bancal de tabaco, uno de los iconos de esta zona vegueña. Como recuerda Lola, '¡cuántas carreras ha pagado el tabaco en las familias de la vega!'
Al llegar a Ambroz, tiramos por el estrecho callejón Almendros y, tras culebrear por las calles de la barriada, nos detenemos en una de sus plazas, frente a la ermita, donde Agustín nos cuenta una historia que arranca en 1775, en la costa peruana del Pacífico, en la hacienda de Antonio José de Prada y Ruiz Canduela. General de los ejércitos del Rey de España en ultramar, defendió a la Corona con ahínco y, por su regia lealtad, fue recompensado con bienes, títulos y fortuna. Así, tras casarse con María Ana, natural de Medina Sidonia, el matrimonio recibió el título de Marqueses de las Torres de Orán, instalándose en Granada cuando la independencia del Perú resultaba inevitable.
Trágica y repleta de desventuras resulta la historia de una familia que, tras las desamortizaciones eclesiásticas, adquirió la llamada Casa Grande, un gran monasterio incautado a los franciscanos, radicado en el corazón de la vega de Granada, que incluía una ermita. La misma que, siglos después, sigue en pie en la barriada de Ambroz, donde fue el único templo con culto hasta los años 90 del pasado siglo, cuando se construyó la actual iglesia, a la que fueron trasladadas dos de las imágenes más queridas y representativas de la comunidad: el Niño Jesús Triunfante y la Virgen de los Remedios.
Volvemos al camino, en dirección a Belicena. Pasamos por el popular mesón JR y nos detenemos frente a una trilladora. Hace bien el municipio de Vegas en cuidar su patrimonio agrícola-industrial y en sacar pecho de su vinculación a la tierra. Un municipio de apuesta por las raíces y que, con los pies bien asentados en el suelo, mira hacia el futuro, convertido en imán para dibujantes, científicos, pintores, escultores y demás representantes de la llamada 'clase creativa'.
Transitamos por el Camino de San Antón y Agustín nos cuenta la historia de la trilladora: sus dueños la usaban en su propias fincas y también la alquilaban a los vecinos. Pero no a cambio de dinero, sino de la paja que quedaba después de separarla del grano. Posteriormente, la paja se cambiaba por estiércol y así se perpetúa el ciclo de la vida agrícola. Lo que los modernos llaman win-win: todo el mundo gana.
Frente al cortijo de San Antón, Agustín nos vuelve a contar una historia. La de uno de sus dueños, Manuel de Seijas Lozano, uno de los grandes políticos de la historia de Granada, diputado en Madrid, siete veces ministro, presidente del Senado y del Tribunal Supremo y mano derecha del también granadino General Narváez.
Ya es noche cerrada. Continuamos nuestro camino entre los maizales. Al ser un grupo grande, se mitiga el ominoso recuerdo de 'Los chicos del maíz', el clásico de terror de Stephen King. Aún así, a nadie le hace particular gracia quedarse rezagado. Al entrar en Belicena, Agustín utiliza un muro como improvisada sala de proyecciones a través de la que mostrar imágenes del pasado de la vega, deteniéndolas en el tiempo.
Volvemos a Purchil por el carril bici, hablando de rutas y senderos, que el pueblo cuenta con un activo grupo, coordinado por Mari Carmen Molinero, que hace infinidad de salidas a lo largo del año. Y es que en Vegas, ya lo decíamos al comienzo, se camina mucho y bien.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión