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Rosario, Encarna, Conchi, Elena, Esperanza, Loli, María Dolores, María Angustias y Rosario brindan. ALFREDO AGUILAR

En busca de «alguien curioso» para servir Coca-Cola

Sillar Baja ·

En este anejo de Diezma de 40 habitantes están deseando que abra un bar y una tienda para los imprevistos: «Si vienen a casa y no tengo cerveza, quiero poder llevarlos a algún sitio»

Laura Ubago

Granada

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Sábado, 17 de abril 2021

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En Síllar Baja el hijo de Elena, que se está preparando el examen para sacarse el carné de camión, se sube con su móvil a estudiar a un monte para coger cobertura. Abajo en el pueblo, hasta este jueves, no había. Ahora el Ayuntamiento de Diezma ha financiado una antena que trae al fin las conversaciones entre celulares y acaba con las facturas leoninas de fijo a móvil: 70 y 120 euros han llegado a pagar las vecinas.

En este anejo de Diezma de 40 habitantes se queda en un sitio y a una hora como antiguamente. Por eso las vecinas van saliendo de sus casas a las doce en punto de la mañana y se van encontrando por las calles. Se trata de un cónclave de señoras que se reúnen para explicarle a IDEAL por qué su pueblo necesita un bar. Dicen con gracia que para recoger sus reivindicaciones se necesitaría un periódico entero. Empecemos por dos.

Conchi, Encarna, Elena, María, María Angustias, Esperanza, Loli, Rosario y María Dolores son vecinas bien avenidas. Casi parecen familia. Llegan al hogar del pensionista, donde también está el consultorio médico, y abren una botella de dos litros de coca-cola. Y brindan. Por el nuevo bar que se abrirá en el pueblo y que están seguras que dará mucha vida.

En Síllar Baja llegaron a ser 100 vecinos pero ahora quedan 40. Este anejo de Diezma se ha despoblado y no quedan niños. Ni jóvenes. Tan solo aparecen los fines de semana para visitar a sus abuelos e ir en bicicleta o pegarle patadas al balón en la calle Real o en cualquiera de estas vías silenciosas y llenas de casas grandes y bien arregladas.

Las calles del pueblo.
Las calles del pueblo. ALFREDO AGUILAR

En este pueblo no hay tienda. Los vecinos hacen la compra en Darro e incluso en Guadix y se avisan los unos a los otros cuando van al supermercado. «Si nos falta algo, hay que pedírselo a una vecina». Estas señoras explican lo bien que vendría un pequeño establecimiento en el que comprar algo que se olvida o un producto de limpieza que falta.

Cerró hace tres años

Tampoco tienen bar. Estuvo abierto en el hogar del pensionista hasta 2018 pero cerró porque creen que no le rentaban. Ahora, gracias a una subvención de Diputación, este pueblo hará obra en este local para que deje de estar obsoleto y para que acoja un negocio de restauración y unas cuantas estanterías con productos no perecederos que hagan de tienda ante los imprevistos. El objetivo, según explica la alcaldesa, Emilia Troncoso, es que el pueblo recupere la vida y no se siga despoblando. Junto a la concejala de Urbanismo, María García, la regidora del anejo de Diezma explica que ya tienen el proyecto de reforma redactado y que recibirán 30.000 euros para llevar a cabo la obra y que vuelva el bar al que iban los jóvenes, los cazadores, los senderistas y los turistas que visitan las dos o tres casas rurales que hay en este municipio. En la fachada del edificio a reformar está el cartel de consultorio médico y también uno de la Cruzcampo que pone bar.

El local donde irá el bar –dentro del hogar del pensionista– necesita una reforma para adaptarse a los nuevos tiempos y ser atractivo para la persona que quiera regentar este negocio, para el que dice la alcaldesa que ya hay candidatos: jóvenes y del pueblo y que priorizarán que sean de este anejo a la hora de buscarle dueño a este futuro restaurante. Los taburetes, las mesas, la barra, el suelo y los muebles tienen un sabor añejo como el ron al que hace alusión una bandera de España que decora lo que fue el bar del hogar del pensionista, que quieren resucitar.

En este anejo de Diezma –a unos 10 kilómetros de este núcleo de población– no hay nadie en la entrada del pueblo y en un muro se puede leer: «Síllar Baja donde el silencio se hace música». En realidad, las únicas notas musicales surgen del gorgoteo incesante de los pájaros. Solo hay canto de pajarillos. Ni una moto a lo lejos. Ni una conversación. Solo cielo celeste. Sol radiante y los gorriones tomando las calles de Síllar.

Cocina del local.
Cocina del local. ALFREDO AGUILAR

Sus vecinas dicen que los hombres del pueblo están en el campo y bromean sobre el mandato femenino en las casas tanto cuando están ellos como cuando no están. Todas tienen buen humor. Son nueve mujeres capaces de dejar sus tareas por reivindicar un bar para el pueblo. «Cuando viene alguien, si no tienes cerveza en casa, lo suyo es que lo puedas llevar a algún sitio», expresa Rosario, una de las integrantes de esta vecindad humilde y bien entendida.

Cuando llegan la alcaldesa y la concejala al bar, las señoras aplauden. Ya no se sienten tan abandonadas como hace un cuarto de hora. Alguien tiene intención de repoblar este pueblo gracias al nuevo local 'multiservicios' que se va a crear.

«Queremos que el que lleve el bar sea buena persona»... «y curioso», apostilla otra de las vecinas mientras abre una coca-cola de dos litros y la sirve en vasos de plástico para brindar junto a sus más que paisanas.

Entre risas, Conchi, que tuvo un bar hace muchos años en su casa, asegura que en este pueblo «no son viciosos», pero que sí les vendría bien un lugar para tomar un café o comprar lo olvidado sin tener que tirar de la solidaridad continua de un vecino.

Les hace ilusión que los ciclistas, los cazadores, los jóvenes, ellas mismas en familia y sus hijos y nietos tengan un lugar en el que compartir la vida. Porque eso son los bares. Un espacio contra el silencio en el que los pajarillos podrán encontrar la réplica.

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