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Cosiendo batas de protección en las Siervas.

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Cosiendo batas de protección en las Siervas. PEPE MARÍN

Las batas que se fabrican en los conventos de Granada

Tres congregaciones forman parte de una red de 200 costureras, coordinadas por Isabel Molina-Olea, que desde sus casas producen 5.000 trajes EPI, 50.000 mascarillas y 5.000 gorros quirúrgicos

Jorge Pastor

Granada

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Jueves, 16 de abril 2020, 00:50

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Son las nueve y media de la mañana en el convento de las Comendadoras de Santiago. Los rayos de luz penetran por los ventanales de la sala de labor, que da a la calle Paco Seco de Lucena. Ocho de las veintitrés religiosas de esta comunidad trabajan en cuerpo y alma en la confección de trajes de protección que luego llevarán los sanitarios en hospitales y centros de salud o el personal de residencias de mayores. Hora y media tejiendo hasta la parada obligatoria de misa de once –ahora la ven por televisión porque desde que se declaró la alerta no hay eucaristía en el monasterio– a la que seguirán otras muchas horas y media cosiendo hasta el atardecer. Funcionan en cadena: cuatro hilvanan y cuatro fijan. Son unas experimentadas costureras. Desde ahí, desde sus talleres, atienden encargos de corte y confección. Hacen juegos de sábanas y mantelerías, pero también preciosidades como el palio de la Virgen de la Amargura.

«Todo eso lo hemos aparcado porque ahora ésta es la prioridad», explica sor Ana Elisa. Ahí concentran todos sus esfuerzos –la hospedería y el comedor están cerrados– y también buena parte de sus oraciones. Las monjas no se pierden las noticias y están viviendo la gravedad de un momento que, según Ana Elisa, está «hermanando a todos los españoles». «Yo viví otra vida, una vida en la que hasta tus vecinos parecían forasteros, pero ahora estamos todos unidos».

Religiosas de las Comendadoras de Santiago muestran el material fabricado en su sala de labor.
Religiosas de las Comendadoras de Santiago muestran el material fabricado en su sala de labor. PEPE MARÍN

Las Comendadoras de Santiago no es la única congregación que se ha remangado para darlo todo para paliar esta situación y proveer de material a los profesionales que están en la primera línea de lucha contra el coronavirus. También están las Clarisas de Chauchina, las Siervas de Granada y otras muchas cuya implicación no trasciende sencillamente porque no quieren ningún tipo de notoriedad –todas prefieren la labor callada–. Y es que realmente ellas, las Comendadoras, las Clarisas y las Siervas no son más que un eslabón más de una impresionante cadena de solidaridad, coordinada por la promotora Isabel Molina-Olea Valdés, que ha logrado la movilización de doscientas voluntarias que, desde sus domicilios en Granada y el área metropolitana, van a producir en apenas un mes la friolera de 5.000 batas, 50.000 mascarillas y 5.000 gorros quirúrgicos que irán a parar a veintiséis centros hospitalarios, ambulatorios, geriátricos, asociaciones de personas con discapacidad, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y colectivos especialmente expuestos al contagio –la lista completa la puede consultar usted en la ficha que aparece en este reportaje–.

Centro de operaciones

El domicilio de Isabel, en la calle Acera del Darro, se ha convertido en el gran centro logístico de esta operación. Isabel no para ni un segundo en todo el día. A las seis de la mañana ya está en el despacho elaborando estadillos. Todo lo tiene perfectamente anotado: a dónde va cada partida, quién lleva la tela y quién recoge la mercancía, cuándo se transportará a las entidades beneficiarias… Ella, con la colaboración de su empleada Latifa, dobla y mete en las cajas para que luego se hagan los portes. Ella atiende cientos y cientos de llamadas. Y así, hasta las nueve de la noche, todos los días desde hace 25 días.

Desde aquel 21 de marzo a las ocho de la mañana en la que tomó la decisión de que no se podía quedar de brazos cruzados. De que había llegado el momento de dar un paso adelante. ¿Qué sucedió el día 21 de marzo a las ocho de la mañana? Fue el momento en que su hija Carmen recibió la foto de una amiga médica de urgencias del hospital del PTS. Llevaba un traje hecho con el plástico de las bolsas de basura. Ése fue uno de los detonantes, «pero también tenía la necesidad de agradecer a los sanitarios todo lo que habían hecho por mi familia», explica Isabel, que no puede contener la emoción cuando rememora que en noviembre los profesionales del Ruiz de Alda salvaron la vida a su madre, gravemente enferma.

Arriba, Conchi Fernández. Abajo, Nieves Pastor y María Victoria López. Tres de las doscientas costureras que participan en el proyecto.
Imagen principal - Arriba, Conchi Fernández. Abajo, Nieves Pastor y María Victoria López. Tres de las doscientas costureras que participan en el proyecto.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Conchi Fernández. Abajo, Nieves Pastor y María Victoria López. Tres de las doscientas costureras que participan en el proyecto.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Conchi Fernández. Abajo, Nieves Pastor y María Victoria López. Tres de las doscientas costureras que participan en el proyecto.

Ahí empezó todo. Lo primero que hizo Isabel fue informarse de qué tipo de tejido era el más adecuado. Después de consultar por internet y asesorarse con especialistas –ella estudió Diseño de Moda en la Escuela de Arte de Granada, aunque está dedicada plenamente al mundo empresarial en el sector de la construcción–, compró una partida de Propileno TNT, que es transpirable pero que no deja pasar el agua, una característica básica ya que el Covid-19 se contagia a partir de secreciones y las gotitas que expulsamos cuando estornudamos o tosemos. «Esa misma tarde ya había una furgoneta cargada con decenas de bobinas en la puerta de su bloque», recuerda Isabel.

El paso más importante

El último paso, el más importante, era implicar a todas las personas que tenían que coser, «sin lugar a dudas las verdaderas protagonistas de este proyecto, las que deben de llevarse todo el reconocimiento, aunque ellas no lo busquen». Empezó llamando por teléfono a veinte conocidas y profesionales de su entorno. Entonces fue cuando la bola de nieve comenzó a rodar ladera abajo. Unas llamaron a otras, las otras a otras, las otras a otra… y así hasta doscientas colaboradoras repartidas entre Granada, Santa Fe, Chauchina, Salar, Huétor Vega, La Zubia, Cájar, Ogíjares, Armilla, Peligros y Cúllar Vega, entre otras localidades del cinturón granadino.

Isabel Molina-Olea y Latifa, plegando el material para meterlo en cajas.
Isabel Molina-Olea y Latifa, plegando el material para meterlo en cajas. PEPE MARÍN

La primera persona a la que llamó Isabel fue a su amiga Conchi Fernández, diseñadora como ella. «¿Has visto lo que está pasando? Tenemos que hacer algo, me dijo Isabel nada más descolgar el móvil», relata Conchi. «Yo entonces me acordé de Paz Padilla, que había salido en internet haciendo mascarillas a partir de un kit que le habían proporcionado, y nos pusimos manos a la obra para hacer lo mismo nosotras». «Yo me dediqué inicialmente –agrega– a sacar medidas y ver la manera de cortar en varias capas porque una a una era muy laborioso». Desde entonces, Conchi y el resto de compañeras, cada una en su hogar, no han parado ni un segundo. Siempre han estado abastecidas. «Yo vivo sola, y para mí esto ha sido muy importante porque me he ayudado a mí mismo, pero sobre todo estoy ayudando a quienes realmente lo necesitan».

«Las doscientas costureras, que trabajan de forma callada desde sus casas, son las auténticas protagonistas de este proyecto»

Isabel molina-olea valdés

Pero en este entramado hay otros muchos personajes claves. El proceso de corte de los retales lo realizan de forma altruista Judith y Sergio, que disponen de maquinaria especializada en su empresa Bike 55, de Santa Fe. Los portes los realizan cinco voluntarios con sus cinco furgones, todos empresarios vinculados a Molina Olea, que desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche –doce horas– no paran de ir de acá para allá y de allá para acá. «Es el momento de estar ahí, de arrimar el hombro todo lo que podamos», comenta Francisco Vílchez, uno de ellos, mientras se dispone a cargar una de las expediciones que luego distribuirá, puerta por puerta, en la vivienda de cada una de las modistas, donde también recogerá todo lo que ya esté confeccionado para llevarlo a la casa de Isabel. Desde ahí, ya son instituciones como la Policía Nacional quien hace el último viaje hasta los hospitales.

¿Dónde va el material?

  • Entidades beneficiarias Hospital del PTS, Virgen de las Nieves, Ruiz de Alda, hospital de Motril, autobuses Róber, Policía Nacional, Policía Autonómica, residencias de Fuente Vaqueros, Armilla, El Serrallo, El Refugio, Oasis, Regina Mundi y Bermúdez de Castro, Fundación Docete, Residencia Aspaym, centros de salud de la Chana, Gran Capitán, Zaidín, Realejo y Santa Fe, Hermanitas de los Pobres, Aspace, Institución Benéfica Sagrado Corazón, comedor social San Rafael, centro penitenciario de Albolote, Fundación Casa Diocesana de Acogida y gremial del taxi.

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