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Timbales en el Albaicín.
Firmas para silenciar los timbales de San Miguel Alto

Firmas para silenciar los timbales de San Miguel Alto

El ruido «insoportable» generado por los habitantes de las cuevas hasta la madrugada llega a los vecinos del Albaicín, que critican la pasividad de la policía

javier morales

Miércoles, 27 de abril 2016, 00:55

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Los residentes de las cuevas bajo la ermita de San Miguel Alto marcan el ritmo de quienes viven en la zona inferior de la ladera. Los sones de sus timbales, que el pasado jueves se extendieron desde primeras horas de la tarde hasta la madrugada, han llevado a una vecina de la zona a promover una recogida de firmas a través de la plataforma Change.org. Pese a la novedad de la iniciativa, este problema se remonta a décadas atrás.

Suele ocurrir los martes, jueves y sábados. «Parece que están poseídos, eso no es normal, se ponen a tocar los tambores a las cuatro de la tarde y van subiendo. Pueden tocarlos, pero cuando se tiran cinco o seis horas...». Son palabras de una vecina que prefiere ocultar su identidad: «En un mes me llegaron a rajar cuatro veces las ruedas del coche». En el año 2010, una veintena de vecinos elevaron un escrito al Ayuntamiento y la Junta de Andalucía para poner de manifiesto la inseguridad, falta de limpieza y las molestias por el ruido; pero no surtió efecto.

Cuando avisan a la Policía Local, dice Carmen nombre ficticio, los agentes responden que pueden seguir la 'marcha' hasta las doce de la madrugada. Entonces, los habitantes de las cuevas, en su mayor parte de origen extranjero, de acuerdo con esta granadina, reducen tímidamente la intensidad del soniquete. Pero continúan con la fiesta: «Se dan la vuelta y se ponen a cantar hacia arriba, estamos hartos, es horroroso, sea invierno o verano, lo tenemos que dejar todo cerrado».

El jueves, el jolgorio alcanzó niveles inusitados. Lili Parejo, otra moradora de este barrio, se puso entonces manos a la obra para tratar de presionar más allá de las llamadas a la policía y las reclamaciones ante la Junta Municipal de Distrito y la Junta de Andalucía. Una recogida de apoyos a través de Internet, complementada con un vídeo colgado en YouTube en el que expone su situación, son las armas con las que ha emprendido su particular lucha contra los tambores.

«Desde las cinco de la tarde hasta las doce y media o una de la noche estuvieron tocando los tambores sin parar a un ritmo frenético», relata Lili en su grabación. «No puede ser que si tienes un pub por Pedro Antonio y te pasas por los decibelios permitidos, va la policía y te mete una multa o te obliga a insonorizar el local. Ahí arriba como es un monte, que no sé que ley impera, no pasa nada». En plena fiesta, avisó a las fuerzas municipales del orden, que argumentaron que «tendrían que mandar allí tres patrullas», según su testimonio. «Si estamos pagando unos impuestos, igual que los del centro, igual que los de cualquier sitio, ¿por qué la Policía Local a nosotros no nos hace caso?", se pregunta.

Problemas de seguridad

Carmen incluye la «tortura» de los tambores dentro de la amalgama de problemas del barrio: suciedad, tráfico de drogas, viviendas ilegales, robos... No es una cuestión aislada, sino parte de un mal sistémico. «Aquí ha venido personalmente el policía de la Fundación Albaicín, Pepe Martín, y me dijo: 'Me he asomado a la cueva y nos ha dado miedo, había por lo menos diez tirados en el suelo y con los ojos vueltos'», narra, en alusión al consumo de estupefacientes.

Carmen fija la génesis de esta situación en el cambio poblacional tras las inundaciones del 63. Como ejemplo de la inseguridad cita las salidas de su hija rumbo al instituto. La ha ha acompañado hasta los 17 años. A las siete de la mañana, «cuando ya se han cansado de tocar», bajan unos, pero otros suben «con alcohol, con drogas, con menores...». Una 'procesión' a la que prefería no exponer a la menor.

IDEAL pudo comprobar en la tarde del sábado el repiqueteo de los tambores y los «cánticos guturales» que han alterado la rutina de estos vecinos, para quienes estudiar o conciliar el sueño son tareas determinadas por el ambiente en las cuevas. «Y esto no es nada comparado con lo del jueves», explicaban con el ruido de fondo. Con el objetivo del centenar de firmas en Change.org pretenden que las administraciones acompasen su voluntad a las aspiraciones del vecindario.

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