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3.000 voluntarios a manos llenas
Un ejército de colaboradores del Banco de Alimentos pidió ayer comida en 500 supermercados | La Gran Recogida prosigue hoy con el objetivo de reunir 660.000 kilos de víveres para familias sin recursos
Herminia, una mujer de 82 años menudita y sonriente, pedía ayer comida en un supermercado de La Zubia. No dejaba de preguntar a los clientes ... insistentemente si le podían echar algo de víveres no perecederos en una bolsa. Herminia no era una indigente. Era la voluntaria senior de los más de 3.000 activistas repartidos por toda la provincia y coordinados por el Banco de Alimentos de Granada, entidad que ayer celebró la primera jornada de su Gran Recogida anual, que prosigue hoy en alrededor de 500 establecimientos de alimentación de toda la provincia.
Como si de una invasión alienígena se tratara, los enviados del Banco de Alimentos -la mayoría de ellos mujeres- empezaron a aparecer bien temprano por la mañana en cientos de ultramarinos de los pueblos y de la capital. Iban uniformados -se les reconocía por sus chalecos y sus sonrisas- y llevaban un arsenal de cajas vacías de cartón con la determinación de llenar todas y cada una de ellas.
Su objetivo estaba marcado de antemano: recaudar 660.000 kilos de comida para repartirlos en los meses de invierno entre más de 39.000 beneficiarios. Esas son las personas que comen regularmente gracias al Banco de Alimentos, que distribuye los víveres mediante una red de entidades benéficas acreditadas.
El frío no disuadió a ningún voluntario. Jóvenes, viejos, amas de casa, empresarios, funcionarios o jubilados se sacudieron la pereza de madrugada -algunos tras haber pedido el día libre y sin sueldo en el trabajo- y se colocaron estratégicamente a la salida de cientos de supermercados a la caza de azúcar, galletas, cereales, cacao, alimentos infantiles, legumbres cocidas y conservas, que son los condumios que -según los organizadores- más se necesitan. Muchos de los enviados repetían por tercer o cuarto año consecutivo en esta misión benéfica que demuestra que la generosidad pasa por horas altas en la provincia.
«Sabemos muy bien a quién se entregan estos alimentos y qué familias lo necesitan»
Concha Ortiz | Coordinadora en Bola de Oro
«La gente es muy, muy generosa. Casi nadie se niega a donar y nos dan las gracias por estar aquí»
Luisa Ardoy | Coordinadora en Alminares
Luisa Ardoy debutó en la Gran Recogida del 2013 y ayer, por quinta vez, se echó a la calle. Hoy Luisa también estará todo el día al pie del cañón y tras la colecta tocarán labores organizativas y logísticas para que todas las donaciones lleguen correctamente a las naves centrales del Banco de Alimentos. Luisa coordinó ayer a un escuadrón de mujeres -Rosa, Elena y Meli- que se afanaba en colocar los paquetes de comida por categorías dentro de las cajas y en ordenarlas para que ocupasen el menor espacio posible dentro del Covirán ubicado en la calle Poeta Manuel de Góngora.
«Estar aquí me aporta mucha satisfacción. La gente es muy, muy generosa. Casi nadie se niega a donar y además nos dan las gracias a nosotros por estar aquí. Esto engancha», explicaba Luisa, quien se había hecho acompañar por un grupo de mujeres de su familia y de amigas para sacar adelante la colecta.
En ese Covirán pequeño de barrio, el año pasado recopilaron 112 cajas de alimentos y 35 paquetes de leche. De los lotes, 18 fueron de alimentación infantil, 20 de desayunos y ocho cajas llenas de aceite. Ayer por la mañana, ya había decenas de paquetes de alimentación infantil y otros tantas de legumbres.
«Somos privilegiados»
Ángeles González no quiso aparecer en la fotografía, pero la joven se retrató porque entró al supermercado a por toallitas «de urgencia» para su bebé de cuatro meses y salió con tres bolsas de comida -por valor de 25 euros- para el Banco de Alimentos. «Esto no significa nada. Los que desayunamos todos los días y nos duchamos con agua caliente somos unos privilegiados, por mucho que a veces nos creamos unos desafortunados. Yo, que soy de clase media y trabajo, al igual que mi marido, dono con frecuencia alimentos y dinero. No son cantidades exageradas, que si 100 euros, que si 20, que si un euro... y sé que eso no va a cambiar el mundo, pero sí lo va a mejorar y siempre sostengo: 'Si todas las personas que pueden, actuaran así, otro gallo cantaría en esta sociedad tan desigual».
Concha Ortiz, de 53 años, voluntaria y coordinadora de la colecta en cinco supermercados de la zona de Bola de Oro y Cervantes, lleva a rajatabla eso de la solidaridad. A su alrededor se arremolinaban cinco amigas dispuestas a dejarse la piel en la Gran Recogida. Desde que despidieron a Concha hace cinco años del hotel donde trabajaba, se convirtió en activista de la asociación de Mujeres Profesionales de Andalucía. Ya es secretaria de esa entidad, que colabora con el Banco de Alimentos tanto en las colectas como posteriormente en el reparto de comida que realizan regularmente desde su sede en la calle Santo Tomás de Villanueva. «Lo que sientes por dentro es una cosa muy especial y siempre ves que hay gente pasándolo peor que tú. Vives cosas fuertes. -Se emociona-. Esto tiene mucha preparación y horas de dedicación, pero me da la vida ayudar. Hoy y mañana me paso todo el día de pie cargando y colocando cajas, pero no me duele nada».
La asociación donde colabora Concha tiene una división -la Abuela Solidaria- con servicio de despensa. «Nosotros sabemos muy bien a quién se entregan estos alimentos y qué familias lo necesitan. Hay clase media venida a menos que come de la solidaridad -previa derivación de los servicios sociales-. Como yo entiendo que pasan vergüenza viniendo a recoger los víveres a la asociación, tenemos un programa muy discreto de reparto a domicilio en algunos casos excepcionales».
Los necesitados están muy identificados. Los donantes, también: desde las personas de clase media que llenan un carro de cien euros, hasta el inmigrante sin recursos que se sacude un euro del bolsillo, adquiere un paquete de arroz y lo coloca con mimo en la caja del Banco de Alimentos. «O el joven que entra a comprarse una lata de refresco y con los cincuenta céntimos que le sobran colabora con un paquete de pasta», explica Luisa Ardoy.
Hoy prosigue la colecta y cuando los supermercados echen el cierre, arranca el durísimo trabajo en la tramoya. Las cadenas de alimentación colaborarán con el Banco de Alimentos en el transporte de los cientos de miles de kilos de comida solidaria a unas naves donde se clasificará todo lo recogido y se articularán los mecanismos para que hasta el último paquete llegue a la mesa de quien más lo necesita en los próximos tres meses.
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