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Pablo García Túnez coordinó durante un década el servicio de salud mental para niños y adolescentes de Granada.
«Que un niño tenga de todo es maltrato y que un niño carezca de  todo, también»

«Que un niño tenga de todo es maltrato y que un niño carezca de todo, también»

«A los que trabajamos en salud mental nos vendría bien ir al psicólogo. Yo estuve durante cuatro años al otro lado de la mesa»

Carlos Morán

Domingo, 14 de mayo 2017, 01:50

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En los años 60 del siglo pasado, hubo quien pensó que Pablo García Túnez (Purchena, Almería, 1945) podía ser un agente encubierto del difunto Fidel Castro. No era así, pero había ciertos indicios que lo habían convertido en un sospechoso. Por aquel tiempo, Pablo estaba formándose en Salamanca y coincidió con una delegación de estudiantes cubanos que, de cuando en cuando, daban algún que otro tímido mitin. Nada del otro jueves, pero demasiado para la dictadura, que ordenó su expulsión de España. Quiso la casualidad que Pablo y seis compañeros eligieran ese momento para irse a París a estudiar Psicología en La Sorbona, y los adeptos al régimen dieron por hecho que se habían unido a los comunistas caribeños desterrados. No era así. Es verdad que Pablo y los demás eran antifranquistas, pero no espías del Comandante. «Algunos de nosotros militábamos ya en Comisiones Obreras, pero no era para tanto. Se nos atribuían más cosas de las que en realidad hacíamos. Nos sentíamos perseguidos, pero nos fuimos, sobre todo, porque la psicología en España estaba en mantillas», recuerda.

Aterrizaron en la capital gala en 1969, es decir, un año después de la famosa revolución de Mayo del 68. Vamos, que llegaron tarde a una cita con la historia. A Pablo no le traumatiza reconocerlo. Se podría tirar el rollo de que él estuvo allí, en el París de las barricadas, los incendios y la imaginación al poder. Pero lo cierto es que, cuando él se matriculó en La Sorbona, las hogueras ya se habían apagado.

«Se convierten en trastornos cosas que no lo son»

  • Tan perjudicial puede ser tener un padecimiento mental y no tratarlo como tratar como un trastorno algo que no lo es. Y, de un tiempo a esta parte, este último fenómeno se está dando con demasiada frecuencia, según Pablo García Túnez. «Se están convirtiendo en trastornos y enfermedades cosas que no lo son. Hay diagnósticos y tratamientos de los que se está abusando de una manera muy dañina para la infancia. Es lo que pasado con el TDAH».

Tras lograr el diploma, se instaló en Granada y fue uno de los fundadores del patronato de escuelas municipales hoy conocido como Fundación Granada Educa. Posteriormente, se incorporó al servicio de salud mental infantil y juvenil del Hospital Virgen de las Nieves, donde ha trabajado durante más de 25 años a lo largo de una década fue el coordinador de ese departamento.

Casado, padre de tres hijos, abuelo de cinco nietos y ya jubilado, ha escrutado las cabecitas de cientos de chavales y afirma sin asomo de duda que educar también es decir que no. O sea, que no compartiría del todo eso de Prohibido, prohibir, el lema de aquel Mayo del 68 al que no llegó... por poco.

¿Qué tal es la vida de jubilado?

Depende de cómo te lo plantees. Tengo amigos que me reprochan que hago demasiadas cosas, pero también tengo amigos jubilados que trabajan mucho más que yo. Uno de mis grandes maestros, el psiquiatra Juan Manzano, está muy próximo a los ochenta años y sigue con una actividad enorme.

¿Se preparó mentalmente para digerir el retiro?

Dejé la coordinación del servicio cinco años antes de retirarme. Eso fue lo primero que hice. Y después me tuve que preparar, sí... Mis compañeros se ríen porque saben que me costó un cierto trabajo jubilarme. Me dedicaba a mi trabajo con mucha intensidad y el corte me costó. Es mejor estar preparado, porque el cambio es importante. Lo que hay que tener en cuenta es que la vida laboral sólo es una parte de la vida. Y también que hay ciertas profesiones en las que jubilarse no quiere decir abandonar completamente la vida profesional y social. Las personas mayores deben estar muy presentes en la vida social y en la vida política.

¿Se ve ya como una persona mayor?

Sí, me ha costado, pero sí, ja, ja, ja.

Las frases

  • Agresiones

  • «La violencia de hijos a padres ha existido siempre, pero no con la magnitud que se está dando ahora»

  • Móviles

  • «No soy contrario al smartphone, pero lo que no puede ser es que sea al sustituto de todo»

  • Educar

  • «La idea de que a los niños no hay que reprimirlos en ningún sentido es una barbaridad»

  • Pacientes

  • «Sinceramente, ellos me han ayudado más a mí que yo a ellos. Me han mejorado como persona»

Pues vamos ahora con las personas menores. ¿Qué es más dañino para la salud mental de un niño, tenerlo todo o no tener nada?

Ambas cosas son maltrato. Que un niño tenga de todo es maltrato y que un niño carezca de todo, también es maltrato. Las grandes carencias sitúan a los niños en una posición de resignación total o de respuesta agresiva.

Recientemente, participó en la organización en Granada del congreso nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y el Adolescente. En ese foro, su colega Jaume Funes defendió la tesis de que los educadores ejerzan de padres sustitutos cuando los biológicos estén demasiado ocupados en sobrevivir a la crisis, en sacar adelante a la familia, ¿lo comparte?

Suena demasiado fuerte. Los mejores padres para un niño son sus padres. Es verdad que hay circunstancias en que los padres no pueden serlo y el Estado tiene la obligación de proteger a esos niños. Pero yo no hablaría de padres sustitutos, sino de padres complementarios.

Funes dijo también que no se puede ser adolescente sin tener un smartphone.

Yo fui adolescente y no tuve smartphone. Las necesidades las creamos... Las crean sobre todo las grandes empresas. Es posible que muchos padres tengan que ceder y poner un smartphone en manos de un chico de catorce o quince años para no verlo excesivamente desplazado. Pero, cuidado, hay otras muchas cosas: el chico tiene que hablar con sus amigos sin el smartphone, tiene que jugar, tiene que leer, tiene que estar con sus padres... No soy contrario al smartphone, pero lo que no puede ser es que sea el sustituto de todo. No es un objeto de primera necesidad.

Los directivos de las grandes compañías tecnológicas no quieren que sus hijos tengan teléfonos móviles con conexión a Internet, curioso, ¿no?

Tampoco creo que los grandes traficantes permitan a sus hijos que empiecen con las drogas a edades tempranas.

Más sobre el mismo tema. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo acaba de hacer público un informe en el que advierte de que los niños españoles consumen Internet en exceso. Hay incluso chavales que sufren ataques de histeria o se autolesionan si se les quita el móvil. ¿Usted tuvo casos así?

He visto a algún adolescente muy violento con sus padres porque le habían retirado el móvil. Pedí consejo a la justicia, al juez Emilio Calatayud, y, al final, el chico acabó en esa vía.

¿Cuánto hace que conoce a Emilio Calatayud?

Lo conocí cuando vino de Canarias a Granada y se hizo cargo del juzgado de Menores. Entonces le pidió permiso al que entonces era el coordinador de la unidad de salud mental infantil para pasar toda una semana con nosotros. Durante una semana, estuvo escuchando con humildad lo que hacíamos y cómo trabajábamos con los niños. Para mí, eso le dignificó. Es que los jueces estaban entonces en un pedestal. Luego, Calatayud se ha metido mucho con los psicólogos, ja, ja, ja.

¿La violencia de hijos a padres es un fenómeno nuevo o ha existido siempre?

Ha existido siempre, pero no con la magnitud que se está dando ahora. Ahora hay más. La mejor vacuna contra la violencia, que no es una vacuna total, hay que ir dándola entre los dos y los seis años. Existe laidea de que a los niños no hay que reprimirlos en ningún sentido y eso es una auténtica barbaridad. La prevención de la violencia en la adolescencia hay que hacerla en los seis primeros años de la vida. Los niños no pueden vivir instalados en el principio del placer.

Hay que decirles que no alguna vez, ¿correcto?

Hay que decirles que no porque lo necesitan para ir orientándose.

La madre de una paciente de su antiguo servicio decía que allí se dejan la piel por los niños, pero se lamentaba de que tenían pocos medios.

En Andalucía, sobre todo, a partir de 1986, nos tomamos en serio la salud mental de los niños y los adolescentes. La puesta en marcha de una red para este sector de población fue un hecho decisivo, pero también hay que reconocer que ahora hay un claro estancamiento. En salud mental, los elementos esenciales son los profesionales. Ahí es donde hay que hacer el gasto.

¿Qué le dicen sus antiguos pacientes cuando se encuentra con ellos?

Lo digo de corazón: creo que habré podido ayudar a algunos de los cientos y cientos de niños que he visto, pero sinceramente pienso que ellos me han ayudado más a mí. Me han mejorado como persona.

¿Usted ha ido al psicólogo?

He estado en el otro lado de la mesa durante cuatro años. A los que trabajamos en salud mental nos vendría bien ir al psicólogo.

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