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"Santo Padre Francisco, le ruego no permanezca impasible ante esto"

"Santo Padre Francisco, le ruego no permanezca impasible ante esto"

La carta que ‘Daniel’ envió al Papa originó el caso Romanones, cuyo juicio arranca hoy en la Audiencia de Granada

yenalia huertas

Lunes, 6 de marzo 2017, 02:03

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El eco internacional del caso Romanones se debió a una llamada telefónica que se realizó desde la Santa Sede. El joven Daniel, supuesta víctima de abusos sexuales por parte de un cura de Granada, había escrito nada más y nada menos que al Papa Francisco para narrarle el supuesto calvario que había vivido en su adolescencia. La misiva llegó correctamente a su magno destinatario, que le contestó telefónicamente en los primeros días de agosto de 2014.

Aquella llamada del Pontífice, al trascender que se había producido, dotó al asunto de unas dimensiones nada comparables a las de otros casos de presuntos abusos ocurridos en el seno de la iglesia. El extraordinario alcance del asunto, que revolucionó durante semanas la actualidad informativa, chocó en aquellas fechas frontalmente con el secreto sumarial que se acordó por parte del órgano que lo instruyó, el Juzgado de Instrucción 4, tras recibir una denuncia de la Fiscalía y ordenar la detención del religioso, a finales de noviembre de 2014. Se trataba del padre Román M.V.C., que fue arrestado junto a otras tres personas otros dos curas y un laico luego excluidas de la causa, al igual que el resto de clérigos a los que Daniel implicaba. En total eran inicialmente 12 los sospechosos.

Al mismo ritmo que el interés público del caso rebasaba fronteras, se multiplicaban los folios del expediente que había sobre la mesa del magistrado granadino. La carta de Daniel, que ahora tiene 27 años, fue enviada el 4 de agosto y se encuentra al principio del sumario, porque realmente fue el origen de todo, activándose justo después el proceso penal. Y es que Daniel no sólo hizo llegar sus supuestas vivencias al Santo Padre, sino que denunció los hechos de forma paralela a las autoridades civiles a través del Arzobispado, mientras las eclesiásticas incoaban el correspondiente proceso canónico.

En su escrito, Daniel se dirige al Papa con el trato de «queridísimo y reverendísimo», para a continuación relatar unos episodios que el padre Román, a quien tacha de «embaucador», «perturbado», «manipulador» y «pederasta», ha negado categóricamente desde el inicio. En sus primeras líneas, el denunciante describe cómo surgió su vinculación con el grupo de religiosos. Con 7 años ya era monaguillo; ahora es «supernumerario» del Opus Dei.

«Sé bien, Santo Padre, que esta carta es motivo de escándalo. No busco nada para mí, absolutamente nada. No necesito nada más que ver que no sigue este señor arruinando la vida a jóvenes inocentes, que se acercan a él y lo tratan como a un padre en quien confían plenamente», aclaró el joven al Papa, tras precisar que fue el año que se fue a vivir a la casa parroquial con el acusado cuando descubrió la «farsa» que según afirma tenía montada el padre Román, que acaba de cumplir 63 años. Él tenía entonces 17 años y ese año, según confiesa, fue «el peor» de su vida.Los supuestos abusos los sitúa entre 2004 y 2007, entre sus 14 y 17 años.

«No guardo rencor, pero sí un asco tremendo por aquello que me hizo vivir», señala el joven, que a su vez asegura que no podrá perdonar nunca el «sufrimiento», «traumas», «culpas» y la «vergüenza» que le ha hecho sentir el cura. Su narración, que ocupa cinco folios, va ganando en intensidad conforme empieza a desvelar los presuntos «masajes» y «masturbaciones» que atribuye al acusado, que se enfrenta a penas que oscilan entre 9 y 26 años de prisión, como autor de presuntos abusos sexuales con acceso carnal. El acceso lo habría cometido con introducción anal de dedo, según cree el fiscal. No obstante, el abogado de Daniel habla también de dos supuestas penetraciones con el miembro viril.

«Sí, Padre, siempre dormí en la misma cama de Román M.», indica el joven. «Jamás tuve cama propia en la casa parroquial, así que debía dormir con él en su cama a diario», añade. Ahí, en el lecho que ambos compartieron en distintos lugares, habrían sucedido las «prácticas sexuales» denunciadas, que según dice eran «frecuentes» y a las que une «besos constantes en la boca».

«Durante todo este tiempo, sentí que me volvía loco. Siempre me habían atraído las mujeres y estaba viviendo mi sexualidad entre hombres, y que además eran sacerdotes que se supone debían vivir la castidad y el celibato apostólico», prosigue el denunciante, al tiempo que advierte al Santo Padre de que «el tema es de una gravedad considerable».

Lo que supuestamente vivió Daniel sólo lo sabían tres personas la que fuera su novia, una profesora y un amigo hasta que envió esta misiva. Si no denunció antes, según aclara, es porque «jamás» pensó informar a nadie, pero su preocupación ante el hecho de que pudieran repetirse los episodios que relata con otras personas le empujó a hacerlo.

«Santo Padre Francisco, le ruego no permanezca impasible ante esto. No lo deje pasar, se lo suplico. No escondamos una realidad palpable de abuso por parte de este señor. Jamás he querido llevarlo a los tribunales, pero estoy dispuesto a hacerlo si es necesario (...)», es otra de las peticiones que Daniel hace al Pontífice antes de despedirse. La carta la escribió, según desvela, animado por la profesora de la que habla en su escrito.

La semana que viene tendrá que desgranar estos supuestos hechos ante el propio Román y tres magistrados: Juan Carlos Cuenca, Aurora Fernández y José Requena, que decidirán si dan por probado este relato, que fue leído por primera vez por el mismísimo Papa Francisco.

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