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Juan Enrique Gómez
Martes, 24 de enero 2017, 01:26
Una leve oscilación rompe el ritmo de la corriente del agua en los pequeños remansos que se forman junto a los rompientes del cauce del río. El movimiento, discontinuo, se produce en contra de la inercia del agua y deja ver una forma gris con pequeñas manchas bajo la superficie. Un rápido emerger la delata. Es una de las truchas que han logrado reconquistar el río Darro a su paso por la capital granadina, lo que supone la vuelta de la especie autóctona, Salmo trutta, a los territorios que había abandonado hace casi un siglo. La llamada trucha ibérica o común ha aprovechado la recuperación cualitativa de las aguas del Darro para retomar espacios que ancestralmente utilizaron para cazar y reproducirse.
La presencia de truchas en el cauce urbano de un río que durante décadas mantuvo altos niveles de contaminación por vertidos de aguas residuales, supone una magnífica noticia para los responsables de la protección del medio natural en la provincia de Granada. «Es esperanzador en cuanto a la recuperación del cauce y su ecosistema, al menos en los tramos que discurren al aire libre, ya que se trata de una especie amenazada de extinción. Su presencia demuestra la mejora en la calidad de las aguas», afirma el director del Departamento de Medio Natural de la Junta de Andalucía en Granada, Borja Nebot, que recuerda que esta especie está considerada como un magnífico bioindicador, y el hecho de que se establezca en una zona, certifica la buena salud del ecosistema.
-Salmo trutta Es la especie conocida como trucha ibérica o común.
-Amenazada Se considera 'vulnerable' a la extinción.
-Desaparición Desde hace casi un siglo en el tramo urbano, desde 1990 en el cauce alto del río.
Primera cita
En el año 2015, alumnos del Aula de Naturaleza Valparaíso, de las Escuelas del Ave María, descubrieron y citaron de forma oficial una población de trucha común en el cauce del río a su paso por el Sacromonte, en pozas y rompientes ocultos entre la densa vegetación ribereña. Era el primer dato que indicaba que la reconquista había comenzado. Al inicio del verano de 2016, se vieron las primeras truchas en los tramos urbanos del Darro, en sus zonas más turísticas. Una o dos parejas podían observarse entre el puente de Cabrera y la entrada del embovedado. «Sabíamos que procedían de la población que se había asentado más arriba, pero no pensamos que podrían mantenerse durante mucho tiempo», afirma el hidrogeólogo del CSIC, Antonio Castillo, que temía que las posibles lluvias y avenidas del pasado otoño pudiesen provocar la desaparición, «pero no ha sido así, lo que nos lleva a pensar que la población de truchas del Darro podría realmente asentarse en este tramo urbano». Tras la entrada del nuevo año, las truchas se mantienen en los mismos lugares donde fueron vistas por primera vez, y su número oscila entre cuatro y ocho individuos, dependiendo de la claridad del agua y la fuerza de la corriente. Borja Nebot, recuerda que no verlas no significa que no estén. «En el Genil ha habido truchas siempre, al menos en los tramos cercanos a la ciudad, y no son fáciles de observar. Solo se les ve cuando salen a cazar y se acercan a la superficie, mientras tanto permanecen ocultas entre la vegetación». En el Darro, es posible verlas cuando se sitúan a contracorriente, en posición paralela a las orillas del río, pendientes de la presencia de invertebrados o pequeños peces a los que dar caza.
Está claro que estos salmónidos han encontrado las condiciones idóneas para mantenerse bajo los muros de la calle más bella del mundo. Las truchas se reproducen durante el otoño y el invierno, por lo que es más que probable que en el lecho del Darro haya nidos protegidos con cantos rodados que albergan puestas de entre 500 y 1.200 huevos fecundados y preparados para eclosionar, lo que ocurrirá durante la próxima primavera. La reconquista continúa.
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