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cristina gonzález
Domingo, 28 de agosto 2016, 01:16
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Tiene muy clara la respuesta. La da sin titubear. Aunque Pilar, de 23 años, jura y perjura que el único trago de la noche será a una botella de Coca-Cola, comparte que el botellódromo de Granada se merece una despedida como es debido. Así que le dirá adiós a la explanada que ha visto pasar litros y litros de alcohol durante nueve años haciendo lo que todos. «Beber, beber», afirma sin rodeos. Al fin y al cabo es para lo que nació este recinto, inaugurado por el Ayuntamiento en 2007 con el fin de reunir a todos los jóvenes que querían tomarse una copa al aire libre y no acabar con una multa en el bolsillo. Y anoche, con el mismo espíritu, echó definitivamente el cierre. «Somos unos jóvenes indignados», apunta a su lado Sara, de 21 años, que no esconde su malestar porque vayan a poner el candado a este punto de encuentro de los fines de semana.
«Respeto a la gente mayor, pero estamos pasando por la juventud. Seguro que ellos también han pasado por esa época y han bebido en el Paseo de los Tristes», dice visiblemente contrariada. Acaba de llegar con su grupo de amigos. Van provistos de las imprescindibles bolsas de plástico donde guardan botellas y refrescos para echar la noche. No tarda en salir el argumento del precio para defender que el botellódromo debe mantenerse. «Aquí nos hemos gastado cinco euros cada uno. En una discoteca con ese dinero no tienes ni para entrar», subraya Elia, de 23 años, otra de las integrantes de la pandilla.
Aún es agosto y a Granada no han llegado los universitarios. Se nota. A medianoche apenas hay medio centenar de jóvenes en los bancos de este espacio plagado de grafitis. Es pronto, pero los que conocen el pulso de este rincón de la 'movida granadina' auguran poca afluencia. Ni la despedida y cierre, una noticia que ha corrido como la pólvora, parece haber provocado un efecto llamada. Los que están saben que la próxima semana tendrán que buscarse otro sitio. Y ya hacen cábalas. «Pues beberemos en el piso», apunta un joven. «Yo en la calle», le interrumpe un arriesgado. «No, yo paso de arriesgarme a que me multen», le replica. No se ponen de acuerdo.
El botellódromo parece indiferente a que sea la última noche. Dos patrullas de Policía Local vigilan la zona como una noche más. Algunos grupos llegan con cuentagotas y se unen a la tibia concentración, pese a ser un sábado por la noche.
Sólo será un recuerdo. A partir del próximo 1 de septiembre esas multitudinarias fiestas en las que las copas fluían al aire libre pasarán a la historia. Se impondrá la 'ley seca' y no se podrá beber en la calle. Sin excepciones. El día antes, el Ayuntamiento realizará un vallado simbólico para evitar despistes que pueden acarrear sanciones de entre 700 y 3.000 euros.
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