«No sabía que tenía que cobrar, pensaba que era mi deber ayudar a la Justicia»
El magistrado presidente de la sala la felicitó por su labor sin saber que era la primera vez que acudía a un juicio
Manuel Pedreira
Domingo, 3 de enero 2016, 00:29
Rena Faye nació en Dakar, pasó su infancia en París, lleva un cuarto de siglo en Granada y, si la escuchas hablar por teléfono, te ... crees que no ha salido de Puerta Real en toda su vida. Eso si te habla en castellano. Si lo hace en francés, pensarás que nunca ha salido de Montmartre. Y si la conversación es en ingles, darás por hecho que es nacida y crecida en Liverpool. Aunque igual si le da por hablarte en volofo llegarás a la conclusión de que es oriunda de Tambacounda o cualquier otra ciudad senegalesa.
Rena trabaja como intérprete judicial y, además de los idiomas citados, se maneja con soltura en italiano y portugués, algo que despierta el asombro en cualquiera y más en esta tierra donde la torpeza con los idiomas es moneda común. Rena estudió Lenguas Aplicadas Europeas en París y llegó a Granada para hacer un doctorado y con el sueño de convertirse en una intérprete simultánea de conferencias, aunque el Derecho también le hacía tilín. Empezó a preparar el doctorado por las mañanas y a dar clases en una academia de idioma por las tardes, hasta que un día de mediados de los noventa, la interpretación judicial llamó a su puerta. Y casi la tira abajo.
La sección segunda de la Audiencia Provincial afrontaba la celebración de un juicio contra un acusado senegalés que había participado en una pelea. Acostumbrados a que los subsaharianos hablen en francés, el tribunal se topó con que aquel acusado se manejaba mejor en volofo. Y hubo que buscar un intérprete. Y encontraron a Rena Faye. Bendita la hora. «No había estado en un juicio en mi vida y estaba muy nerviosa. El juicio había levantado mucha expectación, había prensa escrita, televisión, negritos apoyando al acusado, gente de SOS Racismo, de Granada Acoge...», rememora. Hasta se compró un traje de chaqueta y un maletín para darle trascendencia al asunto.
Esos nervios, que le llevaron a prestar juramento con la mano izquierda, se esfumaron al empezar el juicio. Lo hizo tan bien que el presidente de la sala la felicitó -«en francés»- y el fiscal y las demás partes se sumaron a esa felicitación, dando por hecho que Rena era experta en esas lides. «Ni siquiera sabía que iba a cobrar por aquello, pensaba que era un deber colaborar con la justicia», revela. Aquella experiencia la decidió a enfocar por esa vía su carrera profesional, que desde entonces se ha desarrollado en multitud de juicios y en otros trámites judiciales, como declaraciones, traducción de documentos, de escuchas telefónicas, etc.
Mucho más que traducir
Rena explica que el trabajo del intérprete en un juicio no es sólo traducir literalmente las preguntas y respuestas de los participantes en la vista. Va mucho más allá. «Además de traducir, encauzamos la declaración y, por ejemplo, procuramos que no se vaya por las ramas. Tenemos que cambiar de registros constantemente. No es igual dirigirte a un magistrado que a un acusado que a lo mejor es casi analfabeto. La terminología jurídica es complicada y debes adaptarte a su nivel cultural», subraya.
Rena no se arrepiente de haber dirigido su carrera a esta vertiente de la traducción en interpretación. Tiene dos hermanas que sí se han especializado en la interpretación de cabina y recientemente han participado en la cumbre del clima de París. En esos trabajos se gana mucho dinero (alrededor de cien euros por hora) pero a Rena le encanta la parafernalia judicial. «Somos como un médico de urgencias. Igual asistimos a un caso de violencia de género que a otro de seguridad vial, una estafa o un 'mantero'. Te humaniza mucho, ves el sufrimiento de la gente, las miserias, el lado feo de la vida», concluye.
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