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Tomé, Alberto e Irene comparten la ilusión de involucrarse en la sociedad húngara.
«No son vacaciones, sino militancia»

«No son vacaciones, sino militancia»

Un grupo de 15 jóvenes lleva la alegría granadina a una ciudad de leyenda al suroeste de Hungría. Durante el mes de agosto serán los encargados de realizar actividades artísticas, ocuparse de los más pequeños de la localidad y crear una familia internacional en el país.

LAURA SANTACRISTINA

Sábado, 30 de agosto 2014, 00:59

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En húngaro su nombre significa 'castillo de puertas' y dice la leyenda que se levantó, como Roma, sobre siete colinas. Kaposvár tiene, además de un halo de fantasía, alrededor de 50.000 habitantes y ahora cuenta con quince más: los jóvenes que llegaron el pasado 31 de julio desde Granada con tanta inquietud como ilusión. Se quedan hasta el 31 de agosto y tres de ellos nos cuentan por qué han decidido dedicar parte de su verano a un proyecto de voluntariado y qué sacan de él.

«Sobre todo me provoca curiosidad. Por conocer otra cultura, gente diferente, un país...», entona recatado Alberto, para quien ésta será su primera experiencia como voluntario. Él es el mayor del grupo, con 30 años y licenciado en Ingeniería Industrial, está aprovechando su última oportunidad de participar en un proyecto del Servicio de Voluntariado Europeo. Sin embargo confiesa que era algo que ya latía en su interior pero para lo que no tenía tiempo antes, «los estudios me exigían mucha dedicación».

Precisamente empeño, horas e incluso meses es lo que ha dedicado Irene Caldero a la cooperación internacional. Ella estudió Traducción pero siempre intentó orientar su carrera hacia la integración social y se erige como la más experimentada del grupo tras haber vivido en El Salvador, Nueva Caledonia o Senegal. «Para mí esto no se trata de pasar unas vacaciones, sino de militancia. No vamos a ayudar a nadie, sino a trabajar con ellos», asegura irguiendo su cuerpo sobre la silla.

Tomé por su parte asume que esta experiencia es un «reto personal». «Voy a comenzar una escuela de teatro y quiero ponerme a prueba asumiendo responsabilidades y dando clases en inglés», explica. Tiene 26 años y siempre ha estado rodeado de niños y adolescentes; por algo decidió ser profesor de Educación Física y reconoce que lo más gratificante es meterse a los niños en el bolsillo. Durante este mes, Irene, Alberto y Tomé están colaborando con una asociación local. Su proyecto consiste en hacer talleres de narración, poner a funcionar una guardería y promover las relaciones interculturales en un entorno donde los jóvenes tienen pocas opciones de viajar y conocer gente de otros lugares. Esta oportunidad se la ha proporcionado la asociación granadina 'Las Niñas del Tul', que asesora y gestiona programas de voluntariado internacional de la iniciativa europea Juventud en Acción.

Pero Tomé no solo quiere vivir un reto personal, sino también involucrar a sus compañeros. «Ojalá nos encontremos muchos 'marrones' para aprender a reaccionar», comenta, mientras que Irene puntualiza que los marrones deben ser 'solventables'. Lidiar con el idioma local, considerado como uno de los más complejos que existen en el mundo formará parte de ellos. Y también los cambios en el guión que puedan surgir cuando comience el trabajo de campo, que siempre termina siendo algo distinto de lo que estaba planeado.

Los tres están ilusionados, pero no todo el mundo a su alrededor comparte el mismo entusiasmo. «Mis amigos lo ven como una tontería. Si no me pagan no voy, me dicen», comenta el profesor. Una postura que también reconocen los demás en su entorno. A ellos no les importa hacerlo sin recibir nada -material - a cambio. Todos tienen la convicción de que regresarán a Granada con muchas lecciones aprendidas. «Logras entender un punto de vista diferente que no te habías planteado jamás», dice Irene, «se cura el etnocentrismo y el egocentrismo occidental que tenemos».

Además, los programas de Servicio de Voluntariado Europeo como éste son subvencionados, de manera que los participantes únicamente deben abonar el 10% de los gastos de viaje. Reciben manutención, alojamiento, seguro... Una garantía para estos jóvenes de no estar haciendo «turismo solidario», un término con el que no simpatizan. Prefieren creer que la suya es solo una opción más para dedicar su tiempo libre a una actividad que les hace entregarse a los demás.

«Mi madre está encantada de la vida y se alegra cada vez que le anuncio un nuevo destino», confirma entre risotadas la traductora. Quien quiera encontrarla deberá hacerlo cada cierto tiempo en un lugar diferente del mundo. Alberto vivió una experiencia tan rica durante su Erasmus, que aspira a «involucrarse» con sus vecinos húngaros casi tanto como lo hizo con los italianos. Y Tomé buscará los problemas para aplicar las soluciones en que ya pensó antes. Los tres tienen perfiles muy diferentes que complementarán con sus otros doce compañeros, los encargados de llevar un pedacito de Andalucía a esa tierra de leyenda.

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