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El Jardín de las Cenizas, donde reposan los restos de algunos de los fallecidos sin recursos. :: GONZÁLEZ MOLERO
Morirse solo es gratis para los pobres de solemnidad
GRANADA

Morirse solo es gratis para los pobres de solemnidad

En Granada existen los entierros sociales, financiados por el Ayuntamiento, que se han triplicado con la crisis

ÁNGELES PEÑALVER

Domingo, 3 de noviembre 2013, 01:18

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Uno -por lo general- no escoge el día de su muerte, ni tampoco estar en la más absoluta indigencia cuando emprende el camino de no retorno junto a la parca. Pero la vida es retorcida de narices y esta maldita crisis ha hecho que a muchos españoles se le junten esos dos funestos momentos que suman una tremebunda realidad: morir siendo un pobre de solemnidad. Tanto, que la única herencia posible es una petición de socorro para ser enterrado como mandan los cánones de salubridad pública. Los caminos del señor son inescrutables y, al menos en Granada, existen los sepelios sociales.

Ese último auxilio para los que mueren con los bolsillos llenos de oquedad lo prestan los servicios funerarios gratuitos para empadronados en la capital o con identidad desconocida. Pero hasta para morirse gratis hay requisitos. La atención es dada por empresas funerarias autorizadas por el Ayuntamiento de Granada y tras acreditarse que los difuntos carecen de medios económicos, que no están cubiertos esos gastos por cofradías, empresas o entidades aseguradoras y que los familiares obligados por ley a satisfacer el desembolso final no cuentan con medios económicos suficientes para afrontarlos. «Normalmente son individuos cuya situación ya conocen los servicios sociales», explicaba ayer la concejala María Francés. Y aporta dos ejemplos. Uno el de un señor que murió y su viuda cobraba 100 euros de pensión, además sus hijos -residentes fuera de la provincia- estaban en paro. «Se le pagó».

«Se lo quisieron llevar»

También existe lo contrario, que un indigente, tras años de distanciamiento con su familia, y una vez llegada la hora de embarcar junto a Caronte, sea reclamado por los suyos, deseosos de darle un enterramiento digno. «Eso nos ocurrió con un sin techo. Le dijimos a sus allegados que nosotros lo enterrábamos aquí, porque era de fuera, pero se negaron totalmente, quisieron llevárselo», narraba la edil.

Es la Concejalía de Familia y Bienestar Social la que sufraga los gastos de funeraria y la empresa Emucesa los nichos, crematorios y demás servicios. El material empleado para tal fin, lógicamente, es de clase estándar, nada de panteones ni lujos asiáticos. Un ataúd o arca de madera, la carroza o coche fúnebre, el sudario y los honorarios, diligencias o trámites: en total, el sepelio asciende a unos 828 euros por persona. Las facturas de Emucesa (del cementerio) en este caso no sobrepasan los 833 euros. Al final, sumando, morirse gratis es barato, pero cuesta casi 1.700 euros cada por deceso. Lo paga el Ayuntamiento, eso sí.

Si existe un familiar -sin dinero, pero con voluntad- puede elegir entre dos opciones: la cremación o el nicho. En caso de que se opte por este último se le concede por 5 años. Las subvenciones no son para la eternidad y menos en estos tiempos.

«Algunas de estas personas sin recursos están en el Patio de las Cenizas del cementerio de San José», explicaba ayer la responsable de Emucesa, María Francés. Respecto al espacio de culto, se celebra una misa o no, en función de si el finado tiene familiares y la solicitan.

Los entierros sociales no incluyen ni tanatosala ni lápida ni extras de ningún tipo. Faltaría más.

Según el concejal Fernando Egea, de Bienestar Social, si en 2008 se tramitaron solo ocho sepelios con gastos de funeraria, en 2009 ya ascendieron a 21, número que «más o menos se ha mantenido estos años estable». «Eso supuso en el año pasado un gasto de 25.000 euros entre Emucesa y la Concejalía de Familia», apostilló el edil, que tiene en presupuesto 20.000 euros con esta finalidad para el ejercicio 2014.

Tal y como están las cosas, mejor poder pagarse cada uno su enterramiento y que las arcas públicas se destinen a los vivos. Pero la realidad supera a la ficción y es cierto y espantoso que en estos años han aumentado las personas que llegan a su final secos de antemano. Ojalá ese mal dure poco.

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