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Nieve y estrellas para combatir el calor
GRANADA

Nieve y estrellas para combatir el calor

Las instalaciones están enclavadas en un impresionante paraje situado a 2.850 metros

ALEJANDRO MOLINA

Jueves, 15 de agosto 2013, 02:06

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¿Hay alguien a quien no le guste inmortalizar sus vivencias con una cámara digital? Ver las fotos al instante, borrar las que no han salido bien e incluso enviarlas al otro lado del mundo en el acto. ¿Quién podría entender hoy unas vacaciones sin este milagroso invento?. Mucho se ha escrito sobre el tema y no pocos son los que se apuntan el tanto de haber inventado la cámara digital. Lo que no sabrá mucha gente es que el origen de este sistema hay que buscarlo en la astronomía. Un paseo por el observatorio que el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) tiene en Sierra Nevada puede arrojar algunas claves sobre el tema.

Entre las muchas actividades que se pueden hacer durante el verano en la montaña granadina está la posibilidad que Cetursa y el IAA ofrecen de visitar este interesante observatorio, enclavado en un impresionante paraje a 2.850 metros de altitud. Se trata de una excursión que debe concertarse con cita previa (a través de Cetursa) y que permite acceder al lugar de un modo rápido y sencillo. De hecho, la posibilidad de usar los remontes de la estación facilita que incluso niños pequeños puedan llegar a este punto de la Loma de Dílar sin dificultad. Tras subir a poco más de 3.000 metros de altura en el Telesilla Veleta, solo resta un agradable paseo en bajada hasta el Observatorio, donde los científicos que allí trabajan ofrecen una amena explicación tanto del funcionamiento de las instalaciones como de las principales líneas de investigación que se siguen.

Experiencia familiar

Se trata de una experiencia especialmente indicada para familias, que no sólo pueden acercar a sus hijos de una forma sencilla y segura a la alta montaña, sino que completan la jornada con la visita a esta instalación. Así lo hizo hace pocas fechas un grupo de 25 personas entre los que había muchos alumnos de la Escuela Patosuca (Armilla), y que pudieron disfrutar de la experiencia. Junto al observatorio, la gran atracción fue la nieve, que todavía está presente en las cumbres de Sierra Nevada. Con una temperatura superior a 40 grados en Granada es posible recordar lo que es el frío a muy pocos kilómetros de la capital en incluso jugar un rato tirando unas bolas de nieve en pleno mes de agosto.

Con el verano aparcado por unas horas, los visitantes se pueden adentrar en el que es considerado el observatorio más alto de Europa. La instalación en un auténtico remanso de paz, que cuenta con un telescopio de 1,5 metros de apertura y otro de 0,90.

Desde los años setenta el IAA realizaba estos trabajos en el observatorio del Mojón del Trigo, perteneciente a la Compañía de Jesús y hoy en desuso. Todavía se puede ver lo que queda de él en las inmediaciones de la Hoya de la Mora, en un escarpado promontorio frente a la estatua de la Virgen de las Nieves. Con un telescopio de 32 centímetros, aquella instalación rápidamente quedó obsoleta. En 1981 terminarían los trabajos de construcción de su actual emplazamiento en la Loma de Dílar. Tras una primera fase con telescopios que no eran de propiedad del IAA, finalmente se compraron los actuales, de fabricación china. El grande pesa aproximadamente dos toneladas y, al igual que su compañero más pequeño, es un telescopio de espejos. Lejos de la visión tradicional que se tiene de estos aparatos, con lentes y un visor, estos son de espejos, capaces de evitar aberraciones cromáticas y deformaciones.

Fueron precisamente las necesidades que imponían este tipo de telescopios las que impulsaron el desarrollo de los CCD, que son los sensores que captan la luz en las cámaras de fotos digitales. Es lo que vendría a ser la película en una analógica. Es de este modo, como si de una gigantesca cámara fotográfica se tratase, como trabajan los telescopios de este observatorio, inmortalizando las luces procedentes del universo. Estas y otras muchas anécdotas son las que explica durante la visita Rubén Sánchez, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas.

Personal rotatorio

En el observatorio, siempre habitado, permanecen al menos dos personas por intervalos de tiempo que pueden ir desde una a dos semanas. Entre ellos siempre está el operario del telescopio. Este es el cometido del madrileño Alfredo Soto, un astrofísico que realiza estas labores desde el año 2002. Durante la charla que dirige a los visitantes, explica que las observaciones que allí se realizan se dividen entre las que se centran en el sistema solar y las que trabajan fuera de él. Entre estas últimas, por ejemplo, se estudian los rayos gamma procedentes de explosiones en otras galaxias. Para lograr captarlos deben estar siempre preparados para el trabajo. «En ocasiones te avisan de que es posible observar estos rayos y lo realizas. El 90% de las observaciones que realizamos son encargos que vamos recibiendo», explica Alfredo. Lo curioso es que se trata de explosiones que pueden haber ocurrido hace 10.000 millones de años. Como dice Alfredo, se observa el pasado.

Es cierto que los medios técnicos con los que cuenta la instalación no son de última generación, pero hay que recordar que entre las ventajas que ofrece el observatorio está, como no podría ser de otro modo, su altura. Eso permite trabajar con una atmósfera más limpia o, como comentaba Alfredo, con menos atmósfera. En su contra está el problema del viento, que por encima de 70 kilómetros hora impide el funcionamiento de los telescopios. En ocasiones se han llegado a superar en la zona los 200 kilómetros. La imagen del observatorio totalmente aislado, en pleno invierno y bajo una tormenta de frío y nieve impone respeto aunque, según dice el operador de los telescopios, la costumbre y los gruesos muros con los que está hecho el edificio difuminan cualquier atisbo de miedo.

A pesar de los muchos años en servicio del observatorio, no es especialmente conocido por los granadinos, quizá porque no es tan fácilmente reconocible como el radiotelescopio, visible desde muchos kilómetros de distancia con su inconfundible silueta blanca. Pero esta gran 'paellera', situada pocos metros más abajo, no pertenece al IAA, sino a la empresa francesa IRAM. A diferencia de los otros, este mide las emisiones radioeléctricas del universo. Además de por su altura, se eligió ese emplazamiento por la escasa humedad que hay, lo cual beneficia sus observaciones.

Tal y como reconocían la mayoría de los padres que llevaron a sus hijos a la excursión, estas instalaciones son desconocidas para la mayoría de los granadinos. Era el caso de Alberto, Juan Luis y Jesús, todos esquiadores y que a pesar de frecuentar la sierra nunca se habían acercado hasta el observatorio. Los tres coincidían en afirmar que en Sierra Nevada son muchas las posibilidades de disfrutar durante el verano. Una experiencia que volverá a repetirse el 31 de agosto y para la que es posible informarse en las oficinas de Cetursa.

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