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La malafollá granaína: ¿Mito o realidad?
Granada

La malafollá granaína: ¿Mito o realidad?

¿En qué consiste esa cualidad que nos define, casi sin excepción, a la mayoría de los granadinos? ¿Es un invento?

CARLOS BALBOA

Sábado, 18 de febrero 2012, 03:15

¿Existe o es una mala fama ganada más a pulso por unos que por otros? ¿Se trata de una excepción, como puede ocurrir en cualquier población o forma parte intrínseca del granadino de pura cepa? Muchos son los que acuden a nuestra ciudad conociéndonos ya a los que vivimos en ella por hacer gala de la archirenombrada 'malafollá granaína'. Incluso lo dan por hecho. Pero, ¿de verdad lo merecemos?

Primero de todo: ¿De dónde procede ese vocablo, que da lugar, en más de una ocasión, a posible confusión? Situénse: el aprendiz de herreros y caldereros del Albaycín no le daba el ritmo adecuado al fuelle, por lo que el hogar perdía la temperatura necesaria. Así, se decía del aprendiz que tenía mala follada (follá, en resumidas cuentas), esto es, que no follaba bien. Y pare usted de imaginar cualquier otra situación ajena a la mencionada. ¿Y cómo podemos definir la malafollá, tal y como se conoce hoy en día? Según explica José García Ladrón de Guevara en su libro 'La malafollá granaína', es "una suerte de mala hostia gratuita que los granadinos repartimos sin ton ni son a todo aquel que nos rodea y que, en ningún caso, denota mal carácter, ni mala educación, ni animadversión en particular por el interlocutor. Tampoco denota desinterés o apatía en el granaíno, como dicen algunos."

¿Entonces no somos ariscos, agrios o mal educados de forma voluntaria? ¿Se trata de nuestra naturaleza, de la misma forma que el gaditano es gracioso casi por definición? Hay quien lo pone en duda, sobre todo los que vienen de fuera. Eso sí, todos reconocen nuestro apego por la ironía y el humor negro, antes que por el chiste fácil, de forma que transformamos situaciones aparentemente normales en sarcasmos que no siempre caen bien recibidos por el interlocutor. La malafollá proviene también de cierta afición por tomarnos la vida con ciertas dosis de pesimismo conformista. "Como esto va a acabar mal vamos a tomárnoslo con cachondeo", resume Nicolás López Calera, catedrático de Derecho, en lo que parece ser la aceptación a vivir en un clima de negatividad. Es este carácter, que se extiende con una generalidad casi asombrosa, lo que provoca el recelo de quien no es capaz de entenderlo. Y con ello algún disgusto que otro.

Tanto en el día a día como navegando por la red se encuentran múltiples ejemplos que ilustran la malafollá granaína. Valga este como muestra, encontrado en Internet. "El día que mi padre conoció a mi marido y constató la visible diferencia de estatura, me preguntó dulcemente: - Niña, es que te lo piensas tirar en dos veces?" ¿Cómo debemos interpretar la objección del suegro? ¿Acaso es un insulto? No tiene pinta. ¿Y una forma de mostrar su desacuerdo con la pareja de su hija? Tampoco lo parece. Sí se acerca mucho, en cambio, a una reacción espontánea, a una forma de ser y de vivir: la malafollá granaína. Que sí, existe, no es una leyenda urbana. Es nuestra realidad. Sin ofender.

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