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COLPISA
Martes, 17 de marzo 2009, 12:04
Pólvora y pirotecnia. Buda y Mao Tse Tung. Filosofía taoísta y avistamientos extraterrestres. Uno de los artistas más complejos e impactantes del momento, el chino Cai Guo-Quiang, aterriza en el Museo Guggenheim de Bilbao con la exposición 'Quiero creer', una muestra que armoniza la alta tecnología con la cultura milenaria china.
«Se trata de un artista global cuyas creaciones aúnan multitud de referencias, influencia y pensamientos», explica la conservadora jefe de arte asiático del Solomon R. Guggenheim Museum y comisaria de la muestra, Alexandra Munroe. En este artista, según la comisaria, «se cruzan las tradiciones y creencias de la China antigua con las paradojas del mundo contemporáneo y sus propias inclinaciones personales, tales como la observación extraterrestre o la tecnología».
A juicio del otro comisario, Thomas Krens, Guo-Quiang socava los parámetros de la creación artística convencional. «Oscila con libertad, y como antes nadie se había atrevido, entre la mitología antigua, la historia militar, la cosmología taoísta, las tácticas revolucionarias maoístas, la filosofía budista, la tecnología pirotécnica, la medicina china y los conflictos globales contemporáneos».
La muestra explora a través de más de 40 obras -desde los años ochenta a la actualidad- las contribuciones formales y conceptuales de Guo-Quiang al arte contemporáneo. Una de las piezas más espectaculares es la instalación titulada 'Inoportuno: primera etapa'. Consta de ocho coches suspendidos en el aire y atravesados por tubos de luz. El efecto es la simulación cinética de la explosión de un automóvil. Tampoco se queda atrás el 'Dibujo para las huellas de la historia', una gran dibujo panorámico de más de 33 metros realizado con pólvora. La obra se expuso el año pasado en los juegos olímpicos de Pekín.
Performances
La pólvora -pólvora, en chino, significa 'medicina de fuego'- es uno de los inventos más célebres de este país asiático. Cai empezó a aplicar pólvora y mechas con el fin de crear proyectos de explosión para una audiencia pública. Empleó como marco físico superficies y estructuras ya existentes.
Los primeros proyectos tuvieron una duración de entre uno y quince segundos, pero este artista ha ido evolucionando hacia una mayor complejidad. Ahora produce proyectos de explosión aérea que, con frecuencia, se desarrollan en colaboración con pirotécnicos profesionales. También recurre a expertos informáticos. Sus instalaciones -donde aglutina arte y espectáculo- son requeridas continuamente por museos, bienales de arte y agencias nacionales e internacionales.
«Como obras temporales destinadas a una audiencia pública en directo, los proyectos de explosión funcionan como performances», precisa la comisaria. Atronadoras explosiones, luz ardiente, humo, restos en suspensión «conjuran tanto al violento caos como a la celebración ritual». Destrucción y construcción, como la vida misma.
Las complejas instalaciones proceden de colecciones públicas y privadas de Estados Unidos, Europa y Asia.
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