Edición

Borrar
Motor

Los campeones del mal fario

Ilustres deportistas como Carlos Sainz, Jesús Carballo o Alejandro Valverde están perseguidos por una desdicha que marca sus vidas

D. VALERA

Domingo, 25 de enero 2009, 03:21

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

'¡Qué mala suerte!' La inocente frase se ha convertido en la involuntaria seña de identidad de algunos deportistas, estigmatizados de por vida por un aciago traspié de la fortuna. Caídas, accidentes, lesiones, errores garrafales que cuestan un campeonato. cualquiera de esas acciones puede marcar para siempre su carrera profesional al quedar grabadas en el inconsciente colectivo. Carlos Sainz y su abandono del Dakar es el último ejemplo. Sete Gibernau, Jesús Carballo o Alejandro Valverde son nombres asociados al mal fario por sufrir unas desgracias mitificadas.

El emperador del infortunio por aclamación popular es Carlos Sainz. El piloto de rallies pasará a la historia por el campeonato de 1998 perdido a falta de 500 metros, cuando su Toyota Corolla dejó de funcionar. "¡Trata de arrancarlo, Carlos, por Dios!", le espetó su desesperado copiloto Luis Moya. El exasperado llamamiento se convirtió en el himno de lo fatídico. El madrileño es bicampeón del mundo, posee un palmarés envidiable con 26 rallies ganados, pero la leyenda de gafe creció por un sinfín de desdichas: el atropello de una gacela (Safari, 1997), un reno (Suecia, 2002) o unas ovejas (Nueva Zelanda, 1997).

Sainz se cambió de especialidad, decidió probar suerte en el rally más exigente del planeta, el Dakar. Pero la adversidad se coló en su equipaje. Hace dos años, cuando lideraba la prueba, un fallo mecánico le retrasó hasta la novena posición. El accidente a falta de dos días para proclamarse campeón del presente Dakar sudamericano es el colmo de la fatalidad.

Surrealismo sobre ruedas

El motociclista Sete Gibernau ha sido capaz de emular el esperpento de Valle-Inclán gracias al surrealismo de sus carreras. El piloto de moto GP no pudo nunca derrotar a Valentino Rossi, pero mucha culpa la tiene el azar. La caída en Estoril de 2005, cuando lideraba la prueba con 10 segundos de ventaja, o la pasada de frenada en la última curva de Sachsenring que le privó del triunfo, son algunos ejemplos. Más mérito tuvo la imposibilidad de victoria en Brno, cuando su Honda se detuvo en la última vuelta por falta de gasolina. Todo en el mismo año.

Sin embargo, y aún siendo estrambótico todo lo anterior, lo que agrandó su fama de gafe hasta encumbrarlo fue su actuación en el Gran Premio de España de 2006. El catalán sufrió una caída al comenzar la carrera que le provocó una fractura de clavícula. La ambulancia que le trasladaba al hospital colisionó con un autobús poco antes de llegar al centro médico. El siniestro no provocó heridos, pero el ensañamiento de los dioses esculpió con fuego el nombre de Sete en el limbo de los desafortunados 'in eternum'.

Roto por las lesiones

Más duro es el caso de Jesús Carballo. El gimnasta gallego fue perseguido de forma indiscriminada por las lesiones. En 1996, con apenas 20 años, se proclamó campeón del mundo de barra fija, por lo que acudió a los Juegos de Atlanta con optimismo. Un resbalón en la barra le sentenció. Meses después se rompió el brazo. Con obstinación se recuperó y volvió a ganar el cetro mundial en Tianjin (China) en 1999. El desgaste le produjo una lesión de rodilla, justo antes de los Juegos de Sidney. Su pulso con la fortuna terminó cuando en el campeonato del mundo de 2001 su rodilla se resintió y le alejó de los tatamis 19 meses.

Alejandro Valverde ha ganado numerosas etapas, clásicas como la Liega-Bastogne-Lieja o la Flecha Valona, pero nunca ha conseguido nada en las grandes vueltas. En el Tour de 2005 fue el primer ciclista en siete años capaz de derrotar a Lance Armstrong en una etapa de montaña. Dos días después abandonó por un golpe en la rodilla. Al año siguiente dejó la ronda gala en la tercera etapa por una caída. Perdió dos Vueltas por quedarse en la bajada de un puerto, la de 2006 y 2008.

El caso de Moacir Barbosa es dramático. El portero de Brasil durante el 'Maracanazo' nunca fue perdonado por sus compatriotas. Intentó visitar la concentración brasileña que preparaba el Mundial de 1994. No le dejaron pasar acusándole de mal augurio. "La pena más alta en mi país por cometer un crimen es de 30 años. Hace 43 que yo pago por un delito que no cometí", declaró, resignado, el guardameta.

Algo parecido, le ocurrió a José Antonio Montero, jugador de baloncesto que ganó tres ligas y dos Copas del Rey con el Barcelona. En la final de la Copa de Europa de 1996 contra el Panathinaikos fue el protagonista de una fatídica jugada. Los azulgrana remontaron una diferencia de 13 puntos que les dejaba uno abajo (67-66). Faltaban cuatro segundos para finalizar el partido y Montero robó un balón, se encaminó hacia canasta, pero en vez de 'machacar el aro' se decantó por el estilismo de una bandeja que permitió a Vrankovic taponar el tiro, aunque fuera de forma ilegal. Montero abandonó el Barcelona ese año y el baloncesto dos años después.

Casos hay para aburrir: Cardeñosa, el Atlético... Así es la mente humana, olvidadiza de los éxitos y sempiterna para la superstición.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios