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Navidades peligrosas
SOCIEDAD

Navidades peligrosas

La soledad y añoranza de los seres queridos, las reuniones familiares y el bombardeo publicitario predisponen a recaer en una adicción que se quiere superar

JAN ECHEVARRÍA

Miércoles, 24 de diciembre 2008, 03:41

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Borja F., madrileño de veinticuatro años, es adicto al juego. A pesar de que lleva cuatro años sin jugar ni una sola partida, cuando llega la Navidad, dice, «me pongo más nervioso que de costumbre». Su adicción a las videoconsolas ha arruinado su vida y estos días, que para sus amigos son motivo de continuas celebraciones, para él «suponen un verdadero infierno». Pero Borja no sufre solo. Sus padres, que fueron los encargados de tomar medidas al percatarse de su adicción, están con él en todo momento. «Desde que le diagnosticaron su enfermedad, organizamos actividades que le entretengan, sobre todo durante estas fechas», explica su madre, María Casares, que trabaja como voluntaria en la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL), en Madrid.

Es la cara oculta de la Navidad. «La que nadie quiere ver ni enseñar». A lo largo de estos días, los tan añorados seres queridos vuelven a casa para reencontrarse con los suyos; los regalos, los banquetes familiares, las ceremonias entrañables y el turrón son los protagonistas de la fiesta. Rosa de la Vía, que es psicóloga clínica en un módulo psicosocial desde hace más de treinta años, explica que «en todas las épocas y culturas los hombres necesitan las celebraciones para juntarse y protegerse del miedo y la soledad». Cada civilización tiene sus momentos, sus fechas señaladas, ritos y costumbres. Pero para algunos el precio a pagar es alto. «Estas fiestas hacen que pacientes con diferentes patologías recaigan o empeoren notablemente. Las personas se enfrentan a sus propias carencias y, además, al reunirse con familiares y amigos, es más fácil que surjan conflictos que están latentes durante el resto del año», añade la especialista.

El fin de año no es una fiesta para todos. Los más débiles y vulnerables tienen que superar continuas pruebas de fuego y mientras unos se preocupan por decidir qué traje lucirán en el cotillón de Nochevieja, otros cuentan los segundos esperando a que pase lo que para ellos representa el momento más duro y peligroso del año. Por otra parte, desde las diferentes asociaciones denuncian que la publicidad «sin control» no ayuda a quienes padecen algún tipo de adicción, y exigen a las instituciones que controlen esta situación.

Muchos problemas

Los alcohólicos sufren de una manera especialmente acentuada y angustiosa estas situaciones. Asistir a una comida familiar sin probar el alcohol parece casi una utopía durante unas fechas en que la gente bebe más que de costumbre. Santiago Cilleruelo, vicepresidente de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados La Cruz de Oro, piensa que «los que llevan poco tiempo desenganchados son los que más riesgo sufren de recaer». Estas personas suelen tener «la autoestima muy baja» y en muchas ocasiones «lo han perdido todo». Cilleruelo, veterano de la Asociación, cuenta también que «muchos alcohólicos deciden dar el paso de dejar la bebida al pasar las navidades. Pero también son muchos los que echan por la borda en estas fechas todo lo que han conseguido hasta ahora. «Es un momento difícil», subraya.

Este dramático belén navideño también alberga en sus zonas más sombrías a los sin techo y a quienes luchan por desengancharse de otras drogas. Los que en su día dejaron los estupefacientes y ahora luchan por mantenerse 'limpios' tampoco escapan de sus garras. La tensión puede palparse en las colas de los centros que a diario reparten metadona. Los nervios están a flor de piel. «Los ex toxicómanos y sus familiares sufren las navidades de una manera muy intensa, es sorprendente lo mal que lo pasan», dice Agurtzane Casas, encargada del programa de mantenimiento con metadona que lleva a cabo un módulo psicosocial de Bilbao. Esta enfermera asegura que estos días sus pacientes se alteran de una manera especial. «Los que tienen un hogar se quejan de las dificultades que les provocan las visitas que están por venir, pero los que no lo tienen perciben su soledad de una manera muy angustiosa», reflexiona.

Pasadas las fiestas, todos los años se repite la misma escena como una resaca de las fiestas. «Después de las navidades asiste más gente al programa en busca de ayuda, porque al haber consumido más estupefacientes que de costumbre se encuentran peor».

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