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AUTOMOVILISMO F1

Alonso se lame otra herida

Una avería en la bomba de la gasolina de su Renault le deja tirado cuando estaba en los mejores tiempos del año

JOSÉ CARLOS CARABIAS

Domingo, 28 de septiembre 2008, 04:31

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Después de tantos años en la cúspide, de tantas muescas en el disco duro de su vida, a Fernando Alonso le siguen sorprendiendo la repercusión de sus actos. Hablaba ayer con periodistas ingleses sobre unas declaraciones respecto a las chicanes que se saltó Hamilton y aún utilizaba su antiguo discurso, tan viejo como la tos, aquello de «como soy doble campeón del mundo, todo se magnifica y se saca de contexto...».

Sucede que los gestos espontáneos, los de primera mano, retratan a las personas y por ahí sigue asomando en Alonso ese personaje indomable, competitivo mil por mil, siempre presto a ganar cualquier partida. Ayer volvió a mostrarse como es.

Sucedió en los primeros kilómetros de la segunda ronda eliminatoria en Singapur. Venía enchufado el asturiano, cabalgando sobre el optimismo del quinto puesto en la primera contrarreloj y en el fin de semana que pintaba potente. Primero el viernes y también el sábado en los libres mañaneros. Sobrevolaba sobre los tizones negros de una temporada para olvidar. Y ya soñaba despierto con la partitura del pasado: la pelea por la 'pole', la primera línea, la segunda al menos, el dulce elixir del podio o la victoria.

Pensaba en todo eso cuando dimitió la bomba de la gasolina. Al decir de las voces autorizadas en el taller de Renault, «como si se quema una bombilla y apaga toda la casa». Y surgió del coche el deportista que no se conforma, que hace virtud de la tenacidad. Los pilotos abandonan las carreras como llegan las estrellas del celuloide a la alfombra roja del Dorothy Chandler Pavillion. Saltan del coche, se acicalan para la foto y mecánicamente, en una lección aprendida, levantan la mano y saludan al público.

Maldice su suerte

Alonso se bajó del Renault y hubiera estrangulado a un elefante con los guantes. Pareció una ballena herida de muerte por un arpón. Se retorció sobre su lomo, maldijo su suerte con las manos en la cabeza y gritó exasperado a la luna de Singapur. Una plegaria salvaje, de aspecto primitivo que sirve para acercar a Alonso al aficionado. Como cuando celebró por todo lo alto el gol de Fernando Torres en la final de la Eurocopa o movió Roma con Santiago para que los pilotos de Fórmula 1 guardasen un minuto de silencio en Valencia por las víctimas del accidente de Barajas.

Otra herida para la colección de fatalidades del curso 2008. Sucedió en el circuito que mejor había ahormado el asturiano a su molde, a su estilo de conducción. «Otras veces, cuando tienes que abandonar, te dices, bueno es lo que hay. He perdido un punto, dos. Pero aquí había sido líder el viernes, el sábado en los libres y había entrado fácil (el sexto) en la Q2. Iba a atacar a fondo y no era descabellado pensar en la primera línea».

La exaltación del momento venía marcada por un ejercicio de lectura fácil. El Renault de Piquet había sido eliminado (saldrá decimosexto), mientras el coche de Alonso estaba en los registros punteros. ¿Conclusión? La diferencia la marca el piloto en este circuito donde las manos pueden rebajar décimas. La jugada le salía perfecta al ovetense, hasta que se disparó el fusible o lo que fuese de la bomba de la gasolina.

Dejó claro, eso sí, que el incidente fue fortuito y que no tendrá ninguna influencia en su decisión de futuro. «Se trata de una avería que le puede pasar a cualquiera. El coche se ha parado y ya está. No pasa nada. Yo me salí en Mónaco y Canadá... Tanto si hubiera logrado la 'pole' como ahora, que saldré el decimoquinto, no va a cambiar nada mi decisión».

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