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HOY. Imagen de la ermita durante su reciente reconstrucción tras empotrarse en ella un vehículo. / R. V.
La ermita de la discordia
Provincia-Granada

La ermita de la discordia

La figura del Padre Eterno no consigue dar paz al pequeño pueblo alpujarreño de Carataunas donde el propietario del solar pide su traslado a otro lugar

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Sábado, 27 de septiembre 2008, 04:57

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LA polémica está servida. La conservación de la ermita del Padre Eterno, situada en el alpujarreño pueblo de Carataunas, peligra tras la petición expresa de un vecino que quiere que sea trasladada. Mientras tanto, los caratauneros alzan su voz en defensa de la ermita que tanta devoción profesan y que permanece anclada a la historia del pueblo desde hace más de 70 años.

Todo comenzó con el 'traspiés' que la iglesia sufrió el pasado mes de mayo tras estrellarse un vehículo sobre la misma. El resultado fue una ermita en lamentable estado que, más tarde, sería demolida y reconstruida de nuevo.

Nada más comenzar los trabajos de derribo y reconstrucción, José María Oresanz junto con su familia, se opusieron de lleno a la nueva edificación al ser los propietarios del terreno donde se encuentra desde el año 2002.

En este punto muchos se preguntan a quien pertenece realmente la titularidad de ésta propiedad, patrimonio público o en manos privadas. Tradición popular o desarraigo.

Ajenos a la polémica, los vecinos permanecen en la distancia, sin aclarar la verdadera causa que desencadenó todo. Los casi 200 vecinos que conforman el pueblo, en su mayoría gente anciana o extranjera, junto a otros residentes de los pueblos colindantes como Cañar y Soportújar, no logran entender como 'su' ermita puede desaparecer y quedar sólo en el recuerdo. Puede que, desde fuera, todo se vea diferente. Pero cuando los sentimientos están de por medio, no existen leyes que dictaminen decisiones, ni sentencias que obliguen a olvidar de un carpetazo, su pasado.

Hablan los vecinos

Para María, de 79 años, la capilla forma parte de su vida. Ella recuerda con cariño la ermita del Padre Eterno desde su niñez como centro de reunión entre familiares y amigos. «Mis hermanos y yo íbamos cogidos de la mano de mi padre, que aprovechaba para montar su 'tienda ambulante' al lado de la carretera», cuenta la vecina. «La ermita,-dice- será nuestra para siempre».

Antonio, otro 'gato' carataureño es un defensor acérrimo de la localidad y de su gente. Asegura que los vecinos se sienten indignados ante lo que él llama un «apoderamiento» indebido de algo que les «pertenece». «Damos libertad a gente forastera, que quieren venir a mandar aquí», declara Antonio, disgustado ante la indiferencia que para otros despierta este 'robo' en el patrimonio de la Alpujarra.

Encarnación reside en el Cortijo Pérez, cerca de la venerada ermita. «El juego iniciado por los 'forasteros' es algo que ningún vecino quiere -declara-. Llevo treinta años viviendo aquí y desde entonces ha estado en pie».

No sólo la tradición es lo que les lleva a ser grandes protectores de este 'santuario'. La fe, dicen, mueve montañas. El fervor que los carataunenses muestran al Padre Eterno, puede ser para algunos sólo un ejemplo para movilizar al pueblo más pequeño de Granada.

Versiones opuestas

Cambios ilícitos de popularidad, nulo interés judicial e incomprensión, es lo que asegura la parte denunciante para explicar lo ocurrido con todo este entramado.

Aunque los propietarios garantizan haber intentado solucionar la pugna por «las buenas», según ha podido saber IDEAL la familia ya ha interpuesto varias denuncias, la última apelando a la 'defensa de la propiedad privada'. Para la familia el problema en el que se encuentran involucrados es un auténtico «cúmulo de despropósitos». El sitio que hasta el momento ha ocupado la ermita estaría destinado en un futuro al negocio regentado la familia Oresanz. A priori, según explica Cristina Oresanz, estaban dispuestos a ceder la ermita más grande, ubicada muy cerca de la pequeña: «Pensamos en cederla, a pesar de que nos pertenece legalmente, para que continuaran su culto, pero la gente no se puso de acuerdo».

Por su parte el alcalde del pueblo, Salvador Rodríguez, sostiene una total desvinculación del Consistorio carataureño en todo el conflicto. «Aquí el Ayuntamiento no interviene, sólo autorizamos las obras al igual que Obras Públicas, sin más implicación», afirma Rodríguez. El primer edil responde contundente a las acusaciones vertidas por la familia: «Cuando adquirieron la finca por primera vez no manifestaron su intención de comprarla y de venderla, ¿Porqué no dijeron entonces nada de su existencia cuando la compraron?. La gente está muy enfadada, aunque la última palabra la tendrá el tribunal que dicte sentencia».

Al igual que sus paisanos, el alcalde defiende la supervivencia de la ermita al considerarla un «bien cultural» con gran arraigo: «Forma parte de todos nosotros y pertenece al inventario patrimonial de la localidad».

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