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CELEBRACIÓN. Cesc (i) abraza a Villa, autor del gol ante Bosnia. /EFE
El malestar de Cesc Fábregas, primer problema para Del Bosque
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El malestar de Cesc Fábregas, primer problema para Del Bosque

«Siempre me sustituyen; no sé si tengo que mejorar defensivamente», se quejó el jugador catalán en las tripas de la Nueva Condomina El seleccionador español hablará con el líder del Arsenal para conseguir que al fin se sienta importante con el combinado nacional

I. TYLKO

Lunes, 8 de septiembre 2008, 12:09

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Solventado con más dificultades de las previstas el obstáculo inicial en la senda hacia el Mundial de Sudáfrica, Vicente del Bosque se encuentra con el primer problema, heredado de la 'familia Aragonés'. Quiere hablar con Cesc, persuadirle sobre su importancia. Fábregas no es del todo dichoso en la selección porque rara vez acaba un partido. Posee talla mundial, calibra de forma milimétrica a los 'cañoneros' de la Premier, pero con España le faltan galones. No alcanza ni por asomo la jerarquía del Arsenal. En Londres se siente un líder. Con España, aún busca su sitio.

Falló en el primer partido de Del Bosque, en Dinamarca, por lesión. Ante Bosnia-Herzegovina comenzó de titular tras muchas dudas del técnico entre él y Cazorla. Cesc dio el pase que permitió a Villa descerrajar a los balcánicos y como 'premio' fue reemplazado poco después por Xabi Alonso. Pese a los ánimos recibidos a pie de césped de compañeros como Puyol, Cesc salió cabizbajo del césped. No hizo aspaviento ni desplante alguno, pero se marchó enfadado. Había sufrido, como todos, durante el primer tiempo, pero encontró el hueco preciso para forjar la victoria. Con 1-0, llegaba la hora de encontrar más espacios, de divertirse. Pero, un día más, se fue a la ducha.

Sin ambages

El catalán está cansado de esa situación. Excelente profesional y solidario con sus compañeros, es incapaz de rebelarse. Pero sus reflexiones, sin ambages, delatan su malestar. «El día que no me moleste ser sustituido dejo el fútbol», espetó Fábregas en las tripas de La Nueva Condomina, ya entrada la madrugada. Y apostilló con cierta ironía: «Siempre que ganamos me sustituyen; no sé si eso quiere decir que tengo que mejorar defensivamente». A sus 21 años, Cesc evita resignarse a su estatus en la selección.

Ha disputado ya 33 partidos con la absoluta, desde que debutó con Luis el 1 de marzo de 2006 ante Costa de Marfil (3-2), en Valladolid, pero aún ansía un lugar preponderante. Pareció encontrarlo cuando Aragonés estuvo grogui, cambió el sistema, apeló al 4-1-4-1 y España halló el timón correcto hacia la fase final de la Eurocopa. Pero en Austria y Suiza volvió a desempeñar un papel menor. Jugó todos los partidos pero sólo completo el intrascendente ante Grecia (2-1), donde actuaron los suplentes.

Comenzó en el banquillo en el 4-1 ante Rusia, y sustituyó a Torres al poco de reanudarse la segunda mitad. Con él hubo más brillo, pero volvió a quedarse fuera del once ante los suecos. Reemplazó a Xavi a la hora de juego, la selección remontó el vuelo y ganó 1-2. Entendió Luis que no eran méritos suficientes. Llegó el cruce ante Italia y Cesc no estuvo entre los elegidos. Se atascaba España y entró, de nuevo por Xavi -parece que juntos no se apañan-.

Jugó una hora, la prórroga entera, y condujo bien al combinado hacia semifinales. Ante Rusia, empero, otra vez reserva. Se rompió David Villa, entró a los 34 minutos, y bajo su batuta la selección española hizo un partido magistral (3-0). La baja del ariete le dio la titularidad en la gran cita contra Alemania. Marcó Fernando Torres, el título se encarriló, pero Fábregas cedió su puesto a Xabi Alonso con 27 minutos por delante. Celebró el título a lo grande, como todos, pero le quedó el regusto amargo del enésimo cambio. Con Del Bosque, menos vehemente que Luis, quizá más permeable, Cesc se lamentó a la primera.

El técnico charro comprendió el enfado y se lo tomó con normalidad, como un gaje más del oficio. Pero confesó que conversará con él. ¿Se ha marchado Cesc enfadado?, se le preguntó al seleccionador tras superar a los bosnios. «Son cosas normales. Todos quieren jugar. Peor estarán los que no han actuado ni un minuto. Ya hablaré con él, pero no ha pasado nada que no sea lógico en el fútbol». Desde la tranquilidad, sin alzar la voz ni montar un circo, Del Bosque quiere atajar de inmediato el más mínimo inconveniente.

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