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EL SUPERESPECIALISTA

Paco

PEDRO LARA

Viernes, 1 de agosto 2008, 04:23

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NO recuerdo cuándo lo conocí. Imagino que sería un día de estos últimos veranos. Sus apellidos me sonaban pero su figura no. Con aspecto siempre impecable y ropa juvenil, Paco García Montero es eso, un chico joven. Entró al Granada CF sin hacer ruido y se ha marchado de igual forma. El silencio es la antesala de las grandes personas, de aquellos que sólo saben trabajar sin molestar. Es poco amigos de las fotos y huye de la notoriedad, por eso y otros muchos motivos más, el que hasta hoy ha sido gerente de la entidad rojiblanca ha protagonizado, sin duda alguna, una de las etapas más brillantes en la leve historia de lo bien hecho. Y es que las buenas personas no abundan, ni en el trabajo ni en la vida. He de confesar que siempre encontré en él a un hombre sensible con los problemas de los demás. Lo he visto desvivirse por hacer favores, preocuparse cuando algo no te va bien, inquietarse por un mal aspecto. Pero no pretendo hoy cebarme en halagos, porque entiendo que tampoco no los necesita. Reconozco, no obstante, que por él he sentido debilidad, entre otras cosas, porque el más joven de la saga del poeta del progreso ha roto con los vicios que con anterioridad condenaron a nuestro fútbol a la silla del fracaso. En el Granada, salvo alguna excepción, nunca existió la gestión, de hecho casi ni se conocía. Prácticamente, todos los dirigentes que pasaron por esas habitaciones de Recogidas, sólo pretendieron, sin observar ni un solo balance, que el equipo ascendiera de categoría para encontrar en los éxitos deportivos la solución al auténtico mal de la institución: sus números rojos.

En él encontré al amigo capaz de padecer la incomodidad de la buena relación con ese, que no cayó en gracia al amo, desde un primer momento. Tuve la fortuna de coincidir con la persona que supo ayudarme sin traicionar a nadie ni a nada. Hasta el último minuto intentó solucionar las situaciones más espinosas, cosa que le agradezco. Es un buen diplomático pero sé que la habilidad no obra milagros.

Pero como no todo puede ser perfecto y los defectos nos hacen humanos, su bondad le ha conducido a lo que, entendiendo, puede ser su mayor error, no marcharse. A petición amarga del presidente que, alguna que otra vez, baja a la tierra para llorar, le ha pedido que se quede como directivo. Así, la puerta grande le puede quedar estrecha. Espero y deseo que no muera de gloria. Ahora deberá tener en cuenta que, lo que ayer fue obligación, hoy será virtud y los fallos también serán suyos.

No obstante, ¿te quiero Paquito!

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