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DECISIVO. El periodo crítico es el primer trimestre del embarazo, cuando se forma el sistema nervioso. / RAMÓN L. PÉREZ
Las embarazadas también tienen botiquín
SOCIEDAD

Las embarazadas también tienen botiquín

Aunque se aconseja abstenerse todo lo posible, esperar un hijo no significa pasar nueve meses sin poder medicarse Son muchos los fármacos permitidos

MARINA MARTÍNEZ

Martes, 24 de junio 2008, 04:40

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Con la llegada de las altas temperaturas y la vuelta al aire acondicionado, no es nada extraño resfriarse. La primera reacción es acudir al paracetamol. Cualquiera lo haría. Bueno, no cualquiera. Las embarazadas, por ejemplo. Se lo piensan mucho a la hora de medicarse, y precisamente el paracetamol es uno de los autorizados. No está mal la prudencia, pero los fármacos permitidos son muchos más de lo que se piensa. Eso sí, siempre bajo prescripción médica, ya que un uso incorrecto podría provocar desde malformaciones o anomalías en el feto hasta riesgo de aborto.

Como destaca el ginecólogo Juan Luis Alcázar, lo más indicado sería evitar la ingesta de fármacos durante la gestación «si no es estrictamente necesario». Aunque todo depende de la sustancia y del momento en el que se consuma. Según Alcázar, las primeras diez semanas representan la etapa más crítica «para que se produzca una malformación congénita». No en vano, se trata de un periodo decisivo, ya que es cuando se forma el sistema nervioso. En ese momento, la talidomida, por ejemplo, puede provocar el acortamiento de las extremidades superiores del bebé.

Una vez pasado el decisivo primer trimestre, comienza la fase de maduración y perfeccionamiento de los órganos y tejidos del feto. Serían estos, por tanto, los que pagarían las imprudencias. Sus funciones se podrían ver alteradas en el segundo y tercer trimestre con la ingesta de determinados antibióticos. El doctor Alcázar pone como ejemplo el consumo de ibuprofeno por un tiempo prolongado, lo que puede afectar al funcionamiento del riñón del bebé.

También se puede dar el caso de que una administración inadecuada de medicamentos llegue a alterar la placenta, reduciendo el intercambio de oxígeno y nutrientes entre el feto y la madre, o incluso provocar la contracción de los músculos del útero y reducir la sangre que recibe el embrión, precisa la farmacéutica Mercé Barau.

No todos son iguales

No obstante, hay que hacer distinciones. No todos los fármacos son iguales. Según Francisco Zaragoza, catedrático y director del departamento de Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares, habría que diferenciar entre la «medicación necesaria y la de lujo».

Para Zaragoza, resulta así imprescindible valorar la necesidad de suministrar a la paciente durante la gestación un compuesto que pueda llegar a afectar al feto. Es el caso de los antiepilépticos o los antimaníacos (sales de litio), entre otros medicamentos, en los que los beneficios que aportan para madre e hijo están por encima de los riesgos para el feto.

En otros casos, por ejemplo, en el tratamiento de antihipertensivos, como los IECA o los ARA-II, el catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares apuesta por cambiar la terapia, ya que el riesgo es mayor que el beneficio. Simplemente, habría que elegir el fármaco más adecuado. «No podemos pensar que por el hecho de estar embarazada no se pueda tomar ningún fármaco», recuerda el ginecólogo Juan Luis Alcázar.

Es más, advierte el doctor Zaragoza de que el 97% de las mujeres embarazadas toman medicamentos bajo prescripción. También la Organización Mundial de la Salud estima que más del noventa por ciento de las mujeres embarazadas se medica.

«Existen muchos trastornos propios del embarazo, como la acidez de estómago, la hipertensión o las infecciones; y otras cotidianas, como el resfriado común, en las que se puede administrar tratamientos sin riesgos», asegura Zaragoza.

Algunos analgésicos (paracetamol, por ejemplo), antibióticos como la penicilina, antieméticos (contra los vómitos y náuseas) o la heparina como anticoagulante se encuentran entre los medicamentos que se usan durante la gestación «sin crear inseguridad», puntualiza el doctor Alcázar. A ellos se unen, entre otros, el ácido fólico y una serie de complejos vitamínicos, también inocuos. Todos forman parte del grupo A, según la clasificación que hace la FDA (Food and Drug Administration, la agencia de alimentación de EE UU) en función del riesgo para el feto.

Entre los prohibidos

Los que se catalogan en el apartado X son aquellos totalmente contraindicados durante el periodo de gestación, e incluso antes. Es el caso del ácido retinoico, hormonas, vacunas o algunos antibióticos (la tetraciclina, por ejemplo, se deposita en los huesos y los dientes del feto, dándole una decoloración amarillenta permanente; mientras que los aminoglucósidos pueden lesionar el oído interno). Quedaría aún un tercer grupo, el que engloba a aquellos fármacos de cuyo perjuicio o inocuidad no hay certeza. Lo mismo que las plantas medicinales. Como recuerda el doctor Zaragoza, hasta el momento, ni ha dado problemas su consumo ni hay estudios que recomienden evitarlo.

Lo que sí está permitido, e incluso resulta a veces aconsejable, es la administración de determinados complejos polivitamínicos, que, según el ginecólogo Juan Luis Alcázar, «casi todas las mujeres necesitan en algún momento del embarazo». El yodo y el hierro son algunas de las ayudas a las que se recurre más a menudo. Según los especialistas, no es nada extraño la prescripción de suplementos.

Suplementos necesarios

En el caso del hierro, su importancia deriva del incremento del flujo sanguíneo, que hace imprescindible una buena oxigenación de la placenta y el feto. Como explica la nutricionista y profesora de la Universidad Ramón Llull de Barcelona Marta Anguera, el déficit de este mineral puede provocar en la madre anemia, cansancio y una baja resistencia frente a las infecciones. «A menudo, a través de la alimentación es difícil llegar a cubrir la dosis necesaria», puntualiza. Lo mismo ocurre con el yodo, clave para el desarrollo del cerebro del feto. Además, su carencia puede producir bocio congénito y ser causa de aborto.

También puede poner en peligro el parto el consumo de tabaco. El peso medio al nacer de los hijos de las mujeres que fuman durante el embarazo suele ser menor que el de aquellas que no lo hacen. Además, es mayor el riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro o síndrome de la muerte súbita del lactante. Sobra decir, por tanto, que lo recomendable es abstenerse si se quieren evitar riesgos.

Igual ocurre con el alcohol, que puede causar anomalías congénitas y dar lugar al síndrome alcohólico fetal, recién nacidos de cabeza pequeña (microcefalia), anomalías faciales y deficiencias mentales. Claro que siempre en cantidades excesivas. De hecho, según el doctor Alcázar, «no hay que ser estricto», ya que no ve peligro en tomar alguna cerveza o una copa de vino de vez en cuando.

Lo que a veces se olvida es que las precauciones no acaban cuando nace el bebé. También durante la lactancia hay que estar alerta y seguir prácticamente los mismos consejos que en el embarazo: no automedicarse, evitar la cafeína y hacer una dieta rica en proteínas, ácidos grasos, calcio, hierro, magnesio y vitaminas A y B. Lo que a menudo se aconseja evitar, observa Anguera, son los alimentos con sustancias muy aromáticas, como la cebolla o el ajo, que dan un sabor especial a la leche materna que a veces hace que el bebé la rechace.

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