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CARLOS MORÁN
Martes, 24 de junio 2008, 12:10
GAVIOTA -«sí, como el pájaro», aclara- y Alejandro van a ver cumplido en breve el sueño de un cazador de autógrafos: conocer en carne mortal al pívot Paul Gasol o al tenista Rafael Nadal, dos de los astros más relucientes del deporte español. Cualquiera en su lugar, estaría temblando de emoción e impaciencia, pero ellos encajan su futuro inmediato con una tranquilidad amable e indiferente.
Gaviota y Alejandro son chinos: ella estudia en la Universidad de Shangai y él, en la de Pekín. Cuando traducen sus nombres a su lengua materna es como si hablara un gong. Para un español es más fácil que se llamen Gaviota y Alejandro.
Los chinos son gente sosegada y cortés. Es su carácter. Hablan bajito y no hacen aspavientos. Ríen bastante, pero también con sigilo, sin ruido. Nada que ver -por poner un ejemplo extremo- con el espectador de un partido de fútbol entre España e Italia.
Cuentan que Napoleón se negó a invadir China con una frase que ha hecho fortuna: «Es un gigante dormido; dejad que China duerma, porque, cuando despierte, el mundo temblará».
Napoleón se equivocó en una cosa: los chinos no estaban echando una cabezadita. Ni entonces ni ahora. Es que son así de apacibles.
Esa genética templada y dulce no iba a alterarse por Gasol o por Nadal. El próximo 8 de agosto -un número que, para los nacionales del país asiático, es sinónimo de suerte-, comenzarán los Juegos Olímpicos de Pekín y allí estarán Gaviota y Alejandro -y varias decenas más de compañeros- para ayudar a los nuestros con el idioma. Serán los lazarillos lingüísticos del equipo olímpico español y de sus familiares.
Instituto Cervantes
El Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de España y el Instituto Cervantes de Pekín trabajan desde hace dos años para formar a un pequeño 'batallón' de jóvenes chinos que ejerzan de intérpretes de los deportistas nacionales. La mayoría de los seleccionados, caso de Alejandro o Gaviota, son estudiantes de Filología Española en su país. «Para mí es un honor participar en los Juegos Olímpicos, que es un acontecimiento de una importancia enorme para China. Y también es un honor ayudar a los deportistas españoles», explica Gaviota, que, al igual que Alejandro, llegó a la lengua de Cervantes «por casualidad». Ella misma lo explica. «Nuestro sistema educativo es así. No es algo que eligiéramos», indica. Pero lo cierto es que, ya puestos, optaron por continuar el camino que les señaló el azar. Ahora mismo hablan un español prácticamente perfecto. Si no fuera por sus ojos rasgados, nadie diría que son chinos.
Gaviota, Alejandro y otros 28 compañeros -el 70% son mujeres- llegaron el domingo por la noche a Granada. Atrás quedaba un vuelo de 20 horas de Pekín a Helsinki y, de ahí, a Madrid.
Ayer por la mañana, sin sombra de 'jet lag', ya estaban todos en un aula del Centro de Lenguas Modernas -uno de los más reputados de España- para someterse a un último e intensivo curso de españolía y españolidad. Durante dos semanas, perfeccionarán sus conocimientos de castellano, pero también oirán hablar de Felipe González y de Rajoy, de las leyendas de Granada o aprenderán a no asustarse del carácter latino -las voces, las comidas «tan grasientas», precisa Gaviota...-.
Una alianza de civilizaciones, que le dicen.
carlosmoran@ideal.es
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