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TRIBUNAABIERTA

El cadete Juan Vázquez Afán de Ribera

CRISTINA VILES MILLET

Jueves, 8 de mayo 2008, 04:30

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EL 24 de enero de 1796, en la casona familiar de los Afán de Ribera, ubicada en la calle de San Miguel Baja, nacía el pequeño Juan, cuya vida fue tan breve que no pasó de la adolescencia, pero cuyo nombre quedó en aquel 2 de mayo de 1808 prendido para siempre en nuestra historia. Descendiente de una ilustre familia, su bisabuelo Gaspar Afán de Ribera, señor de la villa de Cázulas y Almixara, regidor perpetuo de la villa y corte de Madrid y teniente capitán de Milicias de la ciudad de Granada, casó con María Inés de Montemayor, hija de Francisco de Montemayor, descendiente directo del adelantado de Andalucía, don Diego, señor de las villas de Montemayor y Alcaudete.

De este matrimonio nació, seguramente a comienzos del siglo XVIII, Juan Pedro Afán de Ribera Bazán y Montemayor, heredero de las posesiones anteriores y alférez de las Milicias de Granada. Casó dos veces este señor, la primera con Josefa de la Sota y Calderón de la Barca, y la segunda con María de Gracia Entrala. De la primera unión nacería Angustias, madre de nuestro personaje. En la parroquia de la Magdalena se conserva su partida de matrimonio con Juan Manuel Vázquez, natural de Sevilla, sargento distinguido del Regimiento de Infantería de Granada.

Poco podemos saber de la vida de este pequeño, al margen de esas raíces familiares, vinculadas estrechamente, como vemos, a la milicia. Pocos también los datos respecto a su propio hogar o a la vida que en él llevara. Por deducciones indirectas, sacadas de algunos documentos conservados, se piensa que fue el único hijo habido del matrimonio y que el padre moriría en fechas tempranas. Quizá de ahí el interés por dejarle colocado ya que tenemos constancia de las reiteradas solicitudes para que le fuera concedida la gracia de ser admitido como cadete. Tras varias negativas se admitía la petición cursada, ingresando Juan en el Regimiento de Infantería Voluntaria del Estado, donde al parecer se encontraba destinado por entonces Juan Manuel Vázquez, su padre.

Su ingreso se produce en enero de 1808 y poco podía imaginar el joven aspirante que su destino había quedado marcado aquel mismo día. Seguir su rastro hubiera sido imposible en los momentos de confusión que siguieron a la entrada de los franceses y a los acontecimientos que iban a abrir el pórtico a esa guerra conocida como de Independencia. El azar, sin embargo, quiso jugar una baza que ha permitido mantener el recuerdo de su memoria.

Se trata de un escrito cursado por su madre -de ahí la creencia del fallecimiento del padre- y dirigido al gobernador de Madrid, solicitando la búsqueda del hijo, ausente de la casa materna. Los datos que en él se consignan son fundamentales para fijar la imagen de Juan Vázquez Afán de Ribera. «Cadete de la segunda compañía del tercer batallón de Voluntarios de Madrid, de doce a trece años, uniforme azul con vueltas negras, chaleco blanco, pantalón de gamuza con pieles, botas, sombrero redondo con escarapela encarnada, presilla, cordones y charretera de oro; estatura regular, bien parecido, redondo de rostro, rubio obscuro, algo gordito, sonrosado, con un diente roto y habla andaluza».

Es evidente que la madre nunca volvería a ver al hijo, que formaba parte de aquellos cuarenta hombres, mandados por el capitán Rafael Goicoechea, pertenecientes al Regimiento de Infantería Voluntaria, que fueron destinados a defender, el 2 de mayo de 1808, el parque de artillería de Monte- león. Su nombre figura, sin lugar a dudas, en las listas de los muertos en aquella heroica jornada que, a pesar de todo, terminaría en derrota. Pero no sólo su nombre. En algún relato de la resistencia que contra toda posibilidad allí se llevó a cabo, se traza un somero apunte de su actuación. Leámoslo: en la lucha de aquel día -se dice en él- «destacóse la figura noble y patriótica del teniente Ruiz, del cadete Juan Vázquez Afán de Ribera y de otros varios soldados de temple y alma grande, que son orgullo de la Infantería».

Un siglo más tarde -el 14 de julio de 1908- se celebró un acto de homenaje al pequeño héroe en la Academia Militar de Toledo. Presidido por Alfonso XIII, en las palabras pronunciadas por el monarca y por don Antonio Maura, presidente entonces del Consejo de ministros, se puso de relieve el ejemplo que el valor del cadete Vázquez Afán de Ribera supuso en aquellos momentos en que la defensa de la patria era fundamental. En aquel acto se descubrió una lápida, original del escultor Aniceto Marinas, conmemorativa del acto que se celebraba. Dicha lápida se trasladaría con posterioridad al Museo del Ejército de Madrid.

También, algo más tarde, el Ayuntamiento de Granada acordó colocar en la que fuera su casa natal de la calle San Miguel Baja -que hoy lleva el nombre de Afán de Ribera- otra lápida, réplica de la de Marinas, en la que se lee la siguiente inscripción: «A los que mueren por su Patria los recoge la inmortalidad».

A pesar de su corta edad -se ha escrito- «fue digno descendiente de aquellos nobles guerreros que intervinieron en las luchas por la reconquista de la patria al lado de los Reyes Católicos; de aquellos ilustres duques de Alcalá famosos por su valor y su grande ilustración y cultura».

Hace pocos días, concretamente el pasado 2 de mayo, en nuestra ciudad se le ha rendido un pequeño, pero emotivo homenaje, en la misa celebrada en el acuartelamiento Cervantes, primero de los que están programados para recuperar la memoria y el recuerdo de este insigne granadino.

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