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José Antonio Labordeta

«No soporto cachondeos con lo de la mochila y el cantautor»

El aragonés ha vuelto a escribir poemas tras haberse retirado de la política activa. Aquí habla de todo durante un paseo por su pueblo y el Pirineo oscense

ISABEL IBÁÑEZ

Jueves, 20 de marzo 2008, 10:40

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Como parte de un paseo por el pueblo oscense de Villanúa, cerca de Jaca, donde tiene casa desde hace 35 años, José Antonio Labordeta te enseña una «emocionante» virgen románica del siglo XI, pese a que él deja bien claro que es «agnóstico». Acude a la residencia del cura para pedir la llave. Llama a la puerta y abre el párroco, Pedro Aznárez.

-Hola, que soy Labordeta, no sé si me conoce.

-Sí hombre, claro que sí.

-Vaya, su cara no me suena.

-Pues llevo aquí ya cinco años. Has venido alguna vez a la iglesia con tu madre, en Semana Santa...

-Era mi suegra. Murió 16 días antes de cumplir cien años.

Dentro del templo, Labordeta se queda absorto mirando la talla -«es emocionante», repite- y el cura se arranca con una confesión.

-¿Sabe? Yo soy de Salvatierra de Escá, el último pueblo de Zaragoza. ¿Me deja decirle lo que piensan mis paisanos de usted? Le admiran mucho, claro, pero están enfadados porque cuando hizo el programa de la mochila en el Roncal sólo les sacó un plano desde la montaña. No bajó a hablar con ellos.

-Es que era sobre el Roncal.

-Ya, pero les sentó mal. Perdió usted muchos votos por eso.

-Dígales que si siguen cabreados iré en verano a cantarles gratis.

Le pasan cosas así a José Antonio Labordeta (Zaragoza, 1935). Reconoce ser el ejemplar perfecto de aragonés: gesto adusto, tendencia a la melancolía, y zalamerías, las justas. Eso sí, posee un 'no-se-qué', algo que quizá tiene que ver con lo montaraz y que despierta afectos instantáneos, como un San Bernardo -«La gente se piensa que me paso la vida en el campo, comiendo, bebiendo, echando la siesta...»-. Más tarde, en un bar del pueblo, mientras saborea un vino quemado y una banderilla de bonito en escabeche, le asalta un adolescente, un punki de los pies a la cresta y mucho acento maño.

-Labordeta, ¿se hace una foto conmigo? Que también soy de Zaragoza.

Otras anécdotas no son tan inocuas. De su etapa de 'Un país en la mochila' -«¿Cuántas viudas me siguen dando las gracias por haber alegrado a sus maridos con el programa»- descubrió que su paraíso se llama isla del Hierro. Un hombre logró hacerse con su teléfono y le planteó una descabellada idea: «Me dijo que tenía 20 millones de pesetas para construirme una casa allí. Que yo viviría en el piso de arriba y él abajo, como portero. Me asusté un poco, pero, afortunadamente, dejó de llamar».

Se despidió de su etapa de político con una jotica. Lo hizo en la entrega de premios de la Asociación de Periodistas Parlamentarios -él recibió el bueno, Diego López Garrido, el del castigo-. Así cantó el aragonés: «Aquí se quedan los guapos. y nos marchamos los buenos...». Ocho años de vivir entre semana con una de sus tres hijas en Madrid -reside en Zaragoza-, de llegar tarde en el metro a casa y de hacerse tortilla de patatas chips, como la de Adriá, para cenar. Ahora empieza a recopilar recuerdos de este tiempo para un libro. Dice estar cansado de pelear entre políticos y de la soledad, de ser el único de la Chunta en el Congreso. Quiere cambiar de aires y se acaba de comprar una casa en Altafulla, en Tarragona, para oler el mar. Pero tiene un aspecto fenomenal con 72 años, pese al cansancio de dos legislaturas y al tratamiento para curar su cáncer de próstata.

-¿Qué tal de salud?

-Esta mañana hablaba con uno al que le han tenido que poner un aparato porque se mea; yo orino normal. Estoy asombrosamente bien, a lo mejor se han equivocado y no me están tratando como deben. Me dan hormonas femeninas y me están creciendo el pelo y las tetas, ya me lo avisó el médico. Y pienso que si eso pasa por fuera, ¿qué estará pasando dentro de mi cuerpo? Terrible. Un día igual vuelo.

Desayuna en el bar junto a la gasolinera. Durante la noche, ha caído una buena nevada. Se toma cuatro tostadas sin mantequilla y un café con leche. En el bar hay colgada una figura del Olentzero. «Uxue Barcos (Nafarroa Bai) me acaba de mandar una foto de ese hombre al móvil. Dice que es igual que yo». Y tiene razón, vaya. Se cala la gorra que le regaló Begoña Lasagabaster (EA) y sale a la fría mañana, dos grados bajo cero. Ha hecho muy buenas migas con esas dos diputadas; han compartido muchas horas en el Grupo Mixto del Parlamento.

Por un paso a nivel

Labordeta es el único político del mundo capaz de reconocer de forma apabullante una derrota electoral. Así se expresó, preso de uno de sus monumentales cabreos, en un artículo de mayo del pasado año: «La Chunta perdió estrepitosamente las elecciones, sobre todo en Zaragoza (...). Los treinta mil votantes que se quedaron en casa dejaron el partido al borde de un colapso moral (...). Se toma en consideración este rechazo y sólo queda una resolución: buenos días y adiós».

-Se enfadó bastante.

-Mucho. Me decían '¿por qué has escrito eso? Ya no vas a tener futuro'. Y yo digo: ¿Pero qué futuro, si me importa un huevo, si yo ya no tengo futuro en la política! ¿Estás como un cabrón defendiendo el territorio y haciendo cosas y la gente no responde? Pues adiós. Algo hicimos mal, no supimos vendernos.

Casi una década personificando en soledad la existencia de Aragón. «Estoy cansado. Somos unos perdedores, no tenemos un partido que tenga detrás un Gobierno para negociar. Mira, después de dar mi voto a la ministra de Fomento, lo único que saqué fue un paso a nivel para un pueblo cerca de Navarra».

-En las pasadas elecciones se presentó como segundo en la lista de la Chunta. ¿Y si hubiera salido...?

-¿Salir yo? Ja, hubiera dimitido. Sólo fui de apoyo. ¿Ya dije que no sacaríamos ni uno! Si hubiera salido, hubiera sido el cuarto milagro de la Virgen del Pilar: el cojo de Calanda, las bombas sin explotar, el gol de Nayim y yo.

El lema 'un hombre, un voto' cobró con él un nuevo significado en la pasada legislatura, tan reñida: «Estaba en los ascensores del Congreso, que son lentísimos, y recibí una llamada de la ministra de Medio Ambiente: '¿Oye, que vengas rápido, que vamos a votar ya, venga, venga!', y yo 'que ya voy, que me he equivocado de piso...', Sí, mi voto ha llegado a ser importante. En la anterior legislatura, la de la mayoría absoluta de Aznar, era al revés. Ahí yo pensaba: '¿Que me manden el sueldo a Zaragoza, que no me hagan venir hasta aquí, hombre!».

-Su 'a la mierda' es uno de los vídeos que triunfan en YouTube.

-Sí, tiene una cantidad de entradas de la pera. Quedábamos en el hemiciclo cuatro del PP y cinco del PSOE. Yo subí a hablar de las carreteras de Teruel y los del PP empezaron: '¿Vete con la mochila a Teruel, tú a tu mochila..! Yo les contestaba: 'Déjenme hablar, que estoy dirigiéndome al ministro', y ellos dale con lo mismo, así que les mandé a la mierda. Soy muy visceral.

Le molesta a Labordeta que alguien quiera reírse de él -«no soporto el cachondeo con lo del cantautor o la mochila»-, ese macuto boliviano que aguantó los nueve años del programa. Se suponía que estaba guardada en el armario de la entrada de la casa de Villanúa pero, tras unos minutos de búsqueda, desiste: «Soy un desastre».

-Falta educación en el Congreso.

-La gente se sorprende. Nada más llegar al Congreso Uxue, estaba hablando Rajoy y yo solté: '¿Mariano, bobo!', y ella dijo: 'Jo, qué ambiente hay aquí'. Es que esta legislatura ha sido terrible, a Lasagabaster le llamaron asesina desde la bancada del PP. Lo denunciamos a la Rudi y dijo que no lo había oído. Lo mejor ha sido no volver allí, que vayan otros.

-Sí que tiene usted buen rollo con los populares...

-Y eso que tengo grandes amigos: José Luis Bermejo es encantador, Jesús López Medel... gente conservadora, que también la tiene el PSOE, pero maravillosa.

-¿Quién debe echarse a temblar cuando se publique su libro?

-Nadie, ja, ja, igual ni lo escribo. Son cosas que las sabe todo el mundo. Estuve cuatro años pasando cada tarde por delante de Aznar y no me dijo nunca nada, ni me saludó. Respondía a todo el mundo, pero a mí sólo me decía: 'Yo al señor Labordeta ni le contesto'. Pues de puta madre. Pero es que ahora he estado cuatro años pasando delante de Rajoy y ha sido lo mismo, oye. El tío no me dijo nada. Yo en broma digo que como es tan alto a lo mejor no me veía.

-También habrá sacado amistades.

-Sí, sobre todo con los del Grupo Mixto. Y Bono, que cuando era ministro de Defensa estaba emperrado en llevarme a Afganistán. 'Anda, que nos vamos el viernes por la mañana y volvemos el domingo', me decía. Y yo que no, que ya no estoy para esos trotes. Me quiere mucho y me regala soldaditos catalanes del general Prim.

-Menciona que en el Congreso hay... ¿movimientos sísmicos?

-Sííí, movimientos de determinados diputados que descienden a los escaños de abajo, cerca de los dirigentes, y de otros que se ven 'ascendidos' a los de arriba del todo, que casi ni se les ve, gente a la que castigan. Con Aznar, yo tenía a mi lado a un tío que fue director de Radio Juventud en Valencia, con el que me llevaba muy bien, y, de repente, un día miro arriba y ahí estaba, en el fondo. Allí se quedó.

-¿El descenso más provechoso?

-Eso no se puede contar porque es muy complicado, a lo mejor en las 'Memorias del beduino'. Las llamo así porque mi abuela era de la zona desértica de los Monegros.

-¿Qué opina de la ciudad de los casinos que van a hacer allí?

-Ah, ya no opino nada. Ya me equivoqué una vez. Estuve tres años luchando contra la General Motors, al final se instaló y resulta que hoy Aragón sobrevive gracias a eso. De todos modos, no sé quién va a ir a jugar a un sitio así si lo pueden hacer en su ciudad. Además, ¿de dónde va a salir el dinero? En cuanto a las quejas de los ecologistas, tampoco las entiendo, porque allí no hay absolutamente nada.

El paseo le lleva al pueblo quemado de Canfranc, antes de la estación de esquí. «Quedó calcinado en los años 40 por culpa de una chispa del tren. A Franco se le ocurrió entonces que todos los españoles dieran su salario de ese día para recuperar el pueblo. Para esas cosas era la pera. Lástima que nunca se supo qué pasó con el dinero», dice mirando el campanario aún ennegrecido de la iglesia.

«Siniestro Labordeta»

Más adelante, surge la impresionante estación de tren, que tantos recuerdos le trae. Más grande que el 'Titanic', ahora espera, vacía por dentro, a convertirse en un hotel. En este pueblo pasó Labordeta muchas temporadas de su infancia, aunque vivían en Zaragoza. La foto que aparece en esta página y en la que se le ve de crío, está sacada allí, en la estación, en el mismo lugar que vuelve a pisar dejando sus huellas en la nieve.

Decir adiós a la política le ha aportado el ánimo necesario para regresar a la poesía, incluso ha abierto un blog donde escribe sus versos, primero a mano y sentado en la mesa y la silla de su difunto y admirado hermano el poeta, Miguel: 'Cada tarde / un viento huracanado / me estremece. / Son las sombras de todos los ancestros / y la línea final / de este viejo y siniestro Labordeta'.

«Cuando te ves en fotos de hace veinte años -explica-, te das cuenta de que eres más muerto. Eso no quiere decir que piense mucho en la muerte, y si alguna vez lo hago, la quito de en medio rápidamente. Pero es cierto que la poesía siempre me sale melancólica, es una tendencia natural. Cuando escribo tengo en la mente la foto del libro de familia que teníamos con Franco: estábamos mis padres y mis hermanos... yo era un crío. En la clandestinidad, fundé un partido, la IDA, la Izquierda Depresiva Aragonesa. Yo era él único militante, el presidente... todo. Eso muestra un poco por dónde ando». Un telefonazo rompe el arrebato nostálgico y aflora el abuelo socarrón:«¿Otra entrevista! Vaya, todos me llaman ahora. Ahora que me voy».

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