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SOCIEDAD

50 Sexy a los

En la era del bótox, el ácido hialurónico y la mesoplastia, ya es posible estirar la juventud sin pasar por el quirófano

ARANTZA FURUNDARENA

Domingo, 16 de marzo 2008, 04:35

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SHARON Stone acaba de cumplir medio siglo. Y como diría Jane Fonda en su famoso anuncio de cremas: «No está mal, ¿verdad?» No, no lo está. Y ella jura además que nunca ha pasado por el quirófano. ¿Miente la Stone? Seguramente, no. En la era del ácido hialurónico, del bótox, de la mesoplastia, de las enzimas y del entrenador personal, el sueño de llegar a los cincuenta manteniendo intacto el 'sex-appeal' de los treinta es ya una realidad al alcance de muchas mujeres; incluso, una necesidad que empieza a extenderse como una mancha de aceite (de onagra, o de omega-3) entre las maduritas que se resisten a ser 'invisibles'. Son tantos los tratamientos, tanta la oferta cosmética y tantas las posibilidades para 'congelar el tiempo' que hoy Dorian Gray podría haberse ahorrado el retrato.

«La que hoy tiene cincuenta y tantos y está vieja y fea es porque quiere, porque no tiene humor, o porque carece de tiempo o dinero...». La frase puede sonar algo cruel, pero procede de Estrella Pujol, una enfermera que lleva un cuarto de siglo trabajando en el mundo de la estética y ha visto de todo. Por ejemplo: «Abuelas de setenta y muchos que aparentan cincuenta y tantos, porque empezaron a cuidarse a buena edad». Tal vez sean excepciones, pero de hecho hoy en día ya es un dicho popular eso de que los 50 de ahora equivalen a los 40 de antaño. Es verdad. La gente vive más años y encima aparenta menos. Sin embargo, mantener el atractivo ya es otro cantar. Requiere esfuerzo, disciplina y un desembolso notable.

Sharon Stone y Melanie Griffith ya tienen cincuenta (más edad que sus novios o marido). Madonna, casada con un hombre diez años menor, los cumplirá este verano. A Demi Moore, un auténtico 'cañón' para muchos chicos, entre ellos su novio de 30, le caerán 46 antes de que acabe el año. Kim Basinger, por la que todavía suspira más de uno, tiene 54. Ana Rosa Quintana, 52 y, además de ser madre de dos mellizos de sólo tres años, presenta un aspecto bastante más atractivo (basta con ver los archivos de televisión) que hace veinte años. Y no olvidemos a la que quizá sea la más espectacular de todas: la inmutable Isabel Preysler. Ella acaba de cumplir 57 sin haber perdido un ápice de su belleza ni de su embrujo oriental, lo cual le permite mantener vigente el suculento contrato que firmó hace décadas como imagen de una firma de azulejos y posar sin desmerecer junto a un apuesto George Clooney, diez años menor que ella.

De acuerdo, son mujeres que viven de cara al público y en las que su éxito y su sustento depende en gran medida de su imagen. Pero cirujanos plásticos, entrenadores personales, dietistas, esteticistas y hasta psicólogos coinciden en que ellas representan hoy día el espejo en el que desean mirarse muchas de sus contemporáneas. «Vienen a la consulta y te dicen: '¿Qué se ha hecho exactamente la Preysler?' '¿Qué tratamiento de belleza sigue Ana Rosa...?' Bueno, pues yo quiero eso mismo, quiero que me dejes así de guapa», apunta el cirujano plástico catalán Ramón Vila-Rovira, cuyo bisturí ha retocado ya más de un rostro famoso.

Pero no. No nos encontramos en la era de la cirugía estética a gran escala. El 'lifting' y la silicona ya no están de moda. Los defenestró la revolución silenciosa e incruenta del ácido hialurónico y el bótox. ¿Podríamos poner la mano en el fuego y asegurar que todas las famosas mencionadas más arriba siguen estos tratamientos? Podríamos. Hay cadenas de televisión convertidas, según los que trabajan en ellas, «en una auténtica mina de bótox». El bótox es en realidad un derivado de la toxina botulínica. Se aplica mediante pequeñas inyecciones y consigue la parálisis selectiva de ciertos músculos del rostro para que el paciente no vuelva a usarlos. Con ello se evita la formación de arrugas. Pero algunas esteticistas no están muy de acuerdo con ese sistema «porque -dicen- resta expresividad a la cara».

En la era de los «pequeños arreglillos», lo que impera es la cirugía menor, la prevención -hay mujeres que ya piden bótox a los treinta- y los tratamientos destinados a retrasar el envejecimiento. Esta pasará a la historia como la década de la mesoplastia. Consiste en rejuvenecer el rostro, borrando por ejemplo el llamado 'código de barras', por medio de infiltraciones de ácido hialurónico (un polisacárido presente en el cuerpo humano) con un combinado de vitaminas. Entre las señoras bien se ha convertido en religión. Y su principal profeta es el iraní Doctor Chams. Por su consulta de París o Madrid han pasado desde Ira de Furstemberg a Isabel Preysler, considerada una de sus «primeras y más exigentes clientas». Quienes lo han probado aseguran que después de una sesión con Chams (y tras apoquinar unos mil euros), el rostro resplandece como si le hubieran quitado quince años de encima. Hay que repetir el tratamiento en varias sesiones y los efectos, según dicen, duran hasta doce meses. Chams, cómo no, aconseja a las mujeres empezar cuanto antes y les promete mantenerlas alejadas del quirófano «hasta diez años».

«Pero todas acaban recalando aquí», apunta el cirujano Vila-Rovira, porque tarde o temprano descubren que esa ceja caída no la levanta ni el bótox ni los pinchazos de vitaminas». Este médico niega que los nuevos tratamientos le hayan quitado trabajo. «Al contrario, es como si al traje le hubieran confeccionado unos complementos. La moda de mantenerse joven aumenta a pasos agigantados y hay faena para todos». De hecho, entre sus pacientes de cuarenta y muchos a cincuenta y tantos, la operación más común es la blefaroplastia, que consigue rejuvenecer la mirada quitando piel y grasa de los párpados. Cuesta entre 3.000 y 5.000 euros y en el 80% de los casos es una intervención ambulatoria. «Además -ataja el cirujano- en estos últimos diez años los especialistas en estética hemos mejorado mucho y ya no le dejamos a la paciente ojos de pescado».

Extracto de caviar

Y es que no hace falta dar nombres para que nos vengan a la mente rostros famosos dignos de figurar en el Museo de Cera de Madame Tussaud, e incluso en el de los horrores, por culpa de una cirugía mal hecha. «Mal hecha o demasiadas veces repetida», matiza el médico. Será por eso, y por los espectaculares avances experimentados por la cosmética, por lo que hoy las mujeres prefieren gastarse la herencia en cremas rejuvenecedoras (hasta 500 euros por un minúsculo tarrito a base de extractos de caviar), antes que pasar por el quirófano. Marcas como la francesa L'Oréal o la norteamericana Kiehl's, muy apreciada por las actrices de Hollywood, hace tiempo que cuentan con gamas específicas para las pieles maduras. Son cremas a base de calcio (como la que anuncia Jane Fonda), vitamina C, oligopéptidos, hialuronatos... Y un sinfín de nuevas sustancias destinadas a hidratar y redensificar los estragos que causan en la piel los años y la menopausia. Para la esteticista Conxita Corbeto, con treinta años de experiencia a sus espaldas, en el mundo de la belleza existe «un antes y un después del ácido glicólico, que consigue exfoliar la piel en profundidad y dotarla de un esplendor increíble».

Pero a los 200 ó 300 euros mensuales que gasta de media en tratamientos faciales una mujer madura con aspiraciones a Sharon Stone hay que añadir lo que se deja en la nutricionista o el gimnasio. «Las de esa edad no quieren exactamente un cuerpo diez. Quieren verse bien, sí, pero también encontrarse bien por dentro. Y eso pasa por el aqua-gym, el pilates, el 'spa', el yoga...», explica Carmen Barceló, relaciones públicas de una potente cadena barcelonesa de clubs de fitness que cuenta con más de 80.000 clientes. «Son señoras con un poder adquisitivo alto, que trabajan dentro y fuera de casa y que por tanto están estresadas y necesitan desconectar». Y ahí entra el último grito, lo más de lo más. Algo que de nuevo nos llega directo de Hollywood: el entrenador personal. Que se lo pregunten si no a Madonna, a Melanie Griffith e incluso a Ana Obregón. «Hasta hace poco era un lujo, pero hemos decidido popularizarlo y está siendo un éxito apoteósico», asegura Barceló. Un bono de diez sesiones con entrenador personal sale por 330 euros, a los que hay que sumar los 50 ó 60 de cuota mensual. Y la que no pueda permitirse un 'míster' privado tampoco está necesariamente condenada al banquillo. Puede consolarse con otras innovaciones gimnásticas muy de moda entre las maduritas yanquis como el 'body-balance', el 'body-pump'... O, si de verdad tiene marcha y ritmo, apuntarse a clases de 'Zumba', una especie de aerobic latino inventado, según dicen, por el coreógrafo de Shakira, que arrasa en los gimnasios más exclusivos.

A base de enzima

Pero no existe juventud sin salud. Y como somos lo que comemos, la base de la salud se asienta en un peso correcto y una dieta equilibrada. También en el campo de la nutrición nos llegan de Estados Unidos tratamientos destinados a prolongar la juventud de las células y de los tejidos, a partir de lo que ocurre en el estómago. La doctora Montse Folch, desde su consulta de la clínica barcelonesa Teknon, ha sido pionera en introducir en España el método 'Anti-Aging' (Anti-Edad) a base de enzimas. Las enzimas son las responsables de una digestión correcta, pero el estómago va perdiéndolas con los años. Su tratamiento, denominado 'Transformation', dura seis meses, cuesta 2.000 euros y comienza por un análisis que descubre la verdadera edad fisiológica del paciente. A menudo, mayor que la cronológica. El objetivo es invertir los términos. Es decir, que nuestro cuerpo sea más joven que nuestra edad y no lo contrario.

A comienzos de este siglo, muchos son los 'mapas' que prometen conducirnos hasta el divino tesoro de la eterna juventud. Desde el bótox o el hialurónico, al pilates o a esos modernos elixires antioxidantes como el selenio, el súper óxido dismutasa o el ácido alfalipoico. Y lo que nos queda por ver... Porque esto no ha hecho más que empezar. En el horizonte se perfila ya una nueva revolución gracias a la apoptosis (control de la vida y muerte celular) o a la aplicación de células madre en la cirugía estética. Y aun así, no cambiará casi nada, porque para poseer la magia que hay en la mirada de Demi Moore o la provocadora sonrisa de Sharon Stone... Habrá que nacer con ello.

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