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MANSO. El mero Pancho, observado por un submarinista en el arrecife donde vive. / EFE
Salvar al mero Pancho
SOCIEDAD

Salvar al mero Pancho

I. ÁLVAREZ

Domingo, 16 de marzo 2008, 04:34

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PANCHO es un pez gordo sin preocupaciones financieras, que es lo que distingue al animal del humano. Un mero de 40 años, tantos como kilos pesa el 'pescadito', que con este cariño llamaba Spencer Tracy en la película 'Capitanes intrépidos' a su pequeño ayudante. Aunque Pancho está adelgazando las cartas de menús de los restaurantes de la isla canaria de El Hierro, en cuya Reserva Marina del Mar de las Calmas ha fijado su residencia. Mar adentro, lejos de la codicia de los pescadores furtivos que sueñan con hacerse con una presa de las dimensiones de 'Pancho', en un paraíso para los submarinistas.

Por Pancho, los hosteleros del lugar han suscrito un pacto verbal: no servir raciones de mero a su clientela. «El turismo que llega para ver a nuestro pez da más beneficios que dos o tres raciones al día. Que no se le pesque, y que no se le coma, es lo menos que podemos hacer por él», explica Lorena Machín, del local Casa Juan de la localidad de La Restinga. Sabe ella que por la cicatriz en el labio -«ha mordido anzuelos, pero se ha sabido zafar de ellos»- le distinguen los que le han visto. Puede permitírselo este mero convertido en icono, cuando la naturaleza ha dispuesto tanta apostura: metro y medio que mide ya.

Y por eso ni teme coquetear, cuenta el buceador Armando del Rosario, con quien se asoma a la orilla de su entrañable historia para tomarle una instantánea. «Llega a rozarse sin pudor con los humanos, probablemente en busca de comida», revela con entusiasmo un portavoz del Patronato de Turismo de El Cabildo de El Hierro.

«Los meros son animales mansos, muy fáciles de pescar. La picaresca de Pancho llega al extremo de hacerse con la carnada sin picar, pero le dejamos estar», añade Inoel, un pescador. Una muestra del respeto con que los herreños pretenden convivir con el medio marino que desde tiempo inmemorial les ha dado de comer.

Hay una parte triste en la historia de Pancho. Natalia, su compañera, murió hace años, víctima de gentes sin escrúpulos. Nadie quiere hoy que el hermoso y manso mero del arrecife acabe sus días así. En El Hierro pretenden que viva tan pancho los diez años que, calculan, le quedan de vida.

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