Salvaje Drew
Barrymore se enganchó a la coca a los 12, luego se cortó las venas y acabó divorciándose de sus padres. Mamá la llevaba de copas a diario. La niña de ‘ET’ ha cumplido 40 años y ya va por su segunda autobiografía
Irma cuesta
Lunes, 2 de noviembre 2015, 12:13
El día que, con 19 años, Drew Barrymore apareció en la portada de Playboy exhibiendo sus encantos, Steven Spielberg le envió un paquete. Dentro de ... la caja, la actriz encontró una gran colcha y una nota en la que el director de algunas de las mejores películas de la historia había escrito: «Cubrir».
Barrymore, reconvertida hoy en productora, directora de cine, modelo y fotógrafa, además de embajadora de Naciones Unidas, anda estos días ocupada en la presentación Wildflower, la que es ya su segunda biografía. Y es que, a sus cuarenta años, la ahijada del creador de La lista de Schindler atesora una historia con la que podrían haberse tejido media docena de vidas; una existencia que serviría de guion en una de esas telenovelas en las que, además de hombreras sin límite y peinados a capas, corren el alcohol y las drogas mientras se suceden años de éxito y derrota, curas de desintoxicación e intentos de suicidio.
Drew tenía once meses cuando apareció por primera vez en televisión en un anuncio de comida para perros, cuatro cuando interpretó a la hija de William Hurt en Altered States (1979) y siete cuando el destino quiso que fuera ella la encargada de acompañar a ET en buena parte de su breve paso por la tierra. De modo que, para cuando se convirtió en Gertie, la niña con cara de ángel que enseñó a hablar al simpático extraterrestre, hacía ya mucho tiempo que había entrado en el mercado de trabajo. Una carrera fulgurante si no fuera porque la fama le cobró un precio demasiado alto. Con siete años, sin saber cómo, Drew se había convertido en una estrella; con once, en una alcohólica; y con doce, en una adicta a las drogas.
UNA VIDA DE PELÍCULA
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Madre y esposa
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La actriz vino al mundo en California el 22 de febrero de 1975. Está casada con un marchante de arte y tiene dos hijos Frankie y Olive.
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Wildflower y Little Girl Lost, sus dos biografías
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Little Girl Lost (1991) fue su primera biografía. La actriz habló sobre su accidentada infancia. Ahora, en Wildflower, no solo recuerda aquello, también todo lo bueno que ha logrado desde entonces.
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En casa la llaman Daisy
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Tiene una línea de productos de belleza llamada Flower y dirige la productora Flower Films. Sus amigos la llaman Daisy porque, aseguran, es tan buena como la novia del pato Donald y, además, se parecen.
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A gusto con su imagen
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«Se que no tengo un cuerpo de bikini pero eso ya no me importa», ha dicho sumándose a otras actrices de Hollywood dispuestas a rebelarse contra la tiranía de la imagen. La actriz solo se ha sometido a una cirugía estética y ha sido para reducirse el pecho.
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Convertida al judaismo
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Tenía seis tatuajes entre ellos una mariposa en la tripa pero se los quitó en 2013 tras convertirse al judaísmo, la religión de su marido. Solo así podrán ser enterrados juntos.
Hija y nieta de actores de más o menos renombre, aquella chavalita capaz de encandilar a visitantes de otro planeta cumplió trece años en un centro de desintoxicación intentando cortarse la venas y viendo la manera de decir adiós a unos padres que habían demostrado ser incapaces de ayudarla a salir de semejante infierno. «No es un secreto que tuve que separar mi camino del de mi madre porque nuestra relación había caído muy bajo. Ella había perdido la credibilidad llevándome a Estudio 54 un lugar tan impropio como divertido en vez de a la escuela», cuenta en Wildflower, asegurando que, incluso cuando con diez años salía de copas con su madre cinco noches a la semana labrando su propio camino hacia la autodestrucción, nunca dejó de soñar con que algún día conseguiría hacer de su vida algo mejor.
Hace unos días, en plena gira promocional de su libro, un redactor del periódico británico The Guardian preguntó a la actriz si alguna vez se imaginó cumpliendo cuarenta años y disfrutando de una vida plena y feliz como la que ahora parece haber alcanzado junto a su marido y sus dos hijos. «Por una parte no. Estaba tan asustada y desorientada, perdida, que realmente creía que no lograría pasar de los 25. Pero, al mismo tiempo, también tenía la sensación de que no importaba lo oscuro que estuviera todo y lo que tardara en conseguirlo porque finalmente encontraría el buen camino», le contestó sonriendo.
Es posible que algo haya tenido que ver uno de los pocos consejos que se permitió darle su padre, un borracho al que una combinación mortal de alcohol y drogas alejó para siempre de su sueño de convertirse en un buen actor.
Drew afirma en su libro que fue él quien le enseñó que no era bueno crearse demasiadas expectativas; que lo inteligente es olvidarlas, luchar y seguir adelante.
Precisamente fue eso lo que hizo la actriz el día que, con 14 años, volvió a casa después de pasar 18 meses en el centro para enfermos mentales en el que la ingresó su madre, incapaz de enderezar su vida y mucho menos la de su hija. Barrymore se divorció de sus progenitores tan triste como convencida de que no podía hacer otra cosa. «Durante todo el día el juez tomó declaración a un montón de testigos porque debía dar respuesta a una pregunta complicada: ¿Puede esta niña convertirse en adulto? Al final de la tarde me llamó y me dijo: Puedo girar el reloj hacia delante, pero no puedo hacer que vuelva atrás. ¿Estás preparada para esto?. Le contesté que sí y a partir de ese momento fui la única responsable de mí misma».
Es probable que muchos conozcan esa parte de la historia, pero también que la mayoría no sepa que, después de aquello, incapaz de seguir trabajando como actriz, sirvió cafés y limpió baños para ganarse la vida. «No era buena de camarera; en realidad no era buena en nada. Lo único que había hecho hasta entonces era interpretar y acumular experiencias salvajes. Pero ninguna de las dos cosas te prepara para el mundo verdadero. Mi apartamento era un lío. Olía a las piezas de los muebles de Ikea que había comprado y aún estaban en sus cajas; mi nevera era un proyecto de ciencia: solo había restos de cartones de comida llena de moho. Ni siquiera sabía que había que tirarlos».
«Creé mi plan de estudios»
Desde que Wildflower ha visto la luz, se amontonan las críticas que aseguran que no es más que un ensayo de perfil bajo; páginas salpicadas de filosofía barata y existencialismo azucarado. Pero, incluso las más exigentes, reconocen que están ante una historia conmovedora.
Y es que, perdida en la ciudad que la encumbró, lavando tazas y tratando de vivir como cualquier adolescente normal, la actriz encontró la forma de recuperar el tiempo perdido. «Decidí crear mi propia escuela, autoeducarme. Me dije: compraré un diccionario y estudiaré cada palabra. Me empaparé de todas las cosas que verdaderamente me gustan. Había decidido que saldría adelante y que crearía mi propio plan de estudios y a partir de aquel momento leí, limpié y trabajé», dice recordando que su intento de volver al instituto no funcionó. Eso sí, Drew encauzó su vida acumulando una larga lista de fracasos sentimentales. Casada a los 19 años con Jeremy Thomas, un barman mucho mayor que ella del que se separó a los dos meses, volvió a intentarlo en 2001 con Tom Green, escritor y comediante. Entonces, ni siquiera consiguió celebrar su primer aniversario.
Mientras recuperaba su carrera de actriz con papeles de jovencita alocada, romántica, infeliz y peligrosa, aceptó posar para revistas como Playboy o Interview. Es probable que esas fotos, en las que aparecía desnuda y con poses sugerentes, consolidaran una imagen sexy que no termina de encajar con ella. El caso es que a los 19 estaba de vuelta y en los siguientes seis años hizo 16 películas incluida Bad Girls, Todo el mundo dice te amo, del prolífico Woody Allen, la exitosa Batman Forever o la taquillera Scream. Así, hasta que a los 20 se asoció con Nancy Juvonen, creó la productora Flower Films y se dio el gusto de elegir sus propios papeles.
Estos días, la campaña de promoción de su libro se mezcla con los rumores que apuntan a que la actriz y su marido y padre de sus dos hijas, Will Kopelman, habrían roto. De ser falsos, sería la prueba definitiva de que, tras años intentándolo, al fin ha conseguido esa vida tranquila y feliz con la que siempre ha soñado. De lo contrario, nadie duda de que Gertie volverá a levantarse.
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