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Los actuales propietarios del negocio junto a su equipo en el obrador. Balnca Rodríguez
Sagas empresariales

Casa Pasteles, el obrador que endulza al Albaicín desde hace un siglo

Los hermanos Vílchez, nietos de los fundadores, dirigen la pastelería que elabora los famosos mantecados que se envían a todo el mundo

Andrea G. Parra

Granada

Lunes, 9 de diciembre 2024, 00:03

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El olor guía al obrador nada más que sortear el arco y aparecer en Plaza Larga. No hay que preguntar dónde está la calle Horno del Moral de donde salen las exquisiteces de Casa Pasteles. Por la mañana o por la tarde las furgonetas se van cargadas de dulces mientras en el interior no cesa la actividad. En la fábrica, primero los pasteles, para no desmerecer el nombre del negocio familiar por el apodo al bisabuelo, que pueden degustar día a día los granadinos y turistas. En las naves interiores se preparan las cajas de surtidos. Al entrar a la tercera sala el sonido de la máquina no cesa, pero es más intenso el olor a chocolate puro. Y al mantecado que recuerda al que compraba la abuela y ponía en la mesa cada Navidad.

Los hermanos Vílchez, Antonio y Fernando, nietos de los fundadores de esta empresa, no paran. La tarde que se hizo este reportaje aparece, con su sombrero, el hijo de aquellos albaicineros que vieron que podría haber negocio con los dulces. Fueron Ángel Vílchez y Ángeles Fernández, allá por 1928. Su hijo Antonio Vílchez recuerda cómo rodeaba la esquina para llegar a la calle Horno del Moral. «Nací a veinte metros de aquí cuando caían bombas, según me han contado», relata a IDEAL. Era de madrugada un día 2 de noviembre de 1937. Hasta los 82 años estuvo en el obrador.

Antonio (padre) cuenta, mientras era saludado por algunos de los empleados del negocio, que vino al mundo en un lugar con paja para burros, en casa de María del Mar. No tardó en poner en valor que nadie «nos ha regalado nada». Sus padres, él, sus hijos y ahora también sus nietos, Ismael, Alejandro y Júnior, trabajan sin tregua. «Hubo alguna semana que eché más de noventa horas», rememoraba rodeado de dulces mientras se hace la fotografía con su familia.

Actividad en Casa Pasteles en esta campaña de Navidad B. Rodríguez

Al frente del negocio están ahora, en el obrador, Antonio y Fernando. Este último no deja pasar ni un minuto sin hacer los dulces del día. Una foto en un rincón de la fábrica, otra en otro lado y sin dejar pasar el tiempo, vuelta a la masa. Por su parte, Antonio detalla con orgullo el buen hacer artesanal con la combinación con máquinas que han comprado y han adaptado en Andalucía. En la parte que más han innovado ha sido en el empaquetado, pero con su particularidad para no perder el punto de singularidad. Por ejemplo, los alfajores se 'guardan' a mano y así muchos otros dulces que elaboran con grandes masas de mantecados y polvorones en estas fechas.

La innovación ha entrado en esta casa también en las 'recetas'. Un negocio particular, donde las empleadas, sentadas en sillas de anea, conviven con lo nuevo. Con esos restos de horno moruno que se aprecian y máquinas que producen y recubren con chocolate puro bolas de coco. El listado es rico en variedad y calidad. Mantecados de almendras, mantecados de bombón, mantecados de aceite, polvorones, manchegos, bolas de coco con chocolate, turroncitos o delicias de naranja son solo algunos ejemplos. Hay cajas de surtidos de hasta cuatro kilos. Todo ello, sin olvidar los roscones de Reyes. Quien los prueba repite, con más de treinta variedades.

Desde 1960 hasta 1995 se añaden los productos que hoy ya se consideran también como tradicionales en los dulces navideños: pastelillos de gloria y de yema, turroncitos, higos de Santa Isabel, entre otros. Cuenta su historia.

Parte del personal de Casa Pasteles posa para IDEAL B. R.

Los mantecados (mantecado, polvorón, mantecado de chocolate) han ido cambiando con los años para hacerlos más actuales, más acordes a los paladares modernos. Han buscado «productos menos harinosos, más jugosos, que no se peguen al paladar, a la vez que se conserva su esencia y los elementos que han dado fama al mantecado de Casa Pasteles: abundante almendra en trozos, no triturada ni mucho menos sustituida por esencia. Consideramos que en 1995 se culminó el proceso, creándose el mantecado que hoy seguimos haciendo. Desde entonces, el único cambio que se ha producido ha sido en su forma, ya que por diversos motivos decidimos hacerlos cuadrados en lugar de redondos».

El espíritu creativo también caracteriza a Casa Pasteles, plasmado en especialidades navideñas como caprichos albaicineros, supremas de nuez, angelillos, alegrías, monaguillos, ambrosías y bocaditos. Llama la atención como en un espacio de no muchos metros cuadrados, en un barrio histórico pero recóndito, los pasteles salen a varios rincones del mundo. Envían productos a Alemania, Francia y otros muchos países. «A todos lados», concluía Antonio Vílchez.

Como en el lado dulce de la casa de Hansel y Gretel, en el Albaicín granadino esta casa es un templo para los amantes del buen dulce. Gestionado el negocio por la misma familia desde hace casi un siglo –las diferentes versiones apuntan a su puesta en marcha en 1928– es el sueño de cualquiera que en Navidad quiera comer ricos mantecados, polvorones y todo tipo de productos dulces.

El soniquete de las máquinas no cesa. Los maestros pasteleros no paran ni un segundo. En Navidad, en turnos de mañana y tarde, preparan todas las exquisiteces que alegran a grandes y pequeños. Antonio, nieto, rememora como toda su vida ha estado entre dulces. En el negocio están también sus hijos, Ismael y Alejandro, y su esposa,  María Gracia Alcalá. El obrador no es lo único vinculado a la marca Casa Pasteles. En la propia Plaza Larga está la cafetería, que regentan familiares también. A ello se suma el despacho de mantecados de Bola de Oro y el de Cuesta Alhacaba. En Bola de Oro cuentan con una máquina, la amasadora, más antigua. También reparten pedidos en toda la capital.

En estos días de tanta vorágine, en que las máquinas no paran, cuenta la historia que los inicios de Casa Pasteles se remontan a principios del siglo XX, cuando el matrimonio formado por Ángel Vílchez y Ángeles Fernández se enfrascó en la aventura de fabricar dulces y venderlos por el barrio. Él era pastelero; ella, ama de casa. Decidida a emprender, Ángeles quiso aprender de su marido y empezó a preparar merengue. Poco a poco, fueron elaborando otros dulces diferentes. El negocio estaba funcionando. Abrieron entonces un pequeño espacio para una pastelería en su casa de la calle Panaderos. Ángel empezó a ser conocido como 'El Pasteles'. Y todo fue rodando, con mucho trabajo y esfuerzo, por supuesto.

El siguiente paso fue el traslado a Plaza Larga, en la esquina con la Cuesta de Alhacaba. De primeras, mantuvieron el nombre de 'La Estrella', pero el mote de él se hizo tan popular que no tardaron en cambiarlo por Casa Pasteles y el obrador no se entiende sin esa cafetería en Plaza Larga. «Desde entonces, aquí han trabajado hasta cuatro generaciones de la familia. Primero, Ángel y Ángeles, que fueron introduciendo el café; después, su hija Carmela, que apostó por los helados e inventó su famosa leche merengada; pasado el tiempo, los hijos de Carmela, Isabel y José Fernando, y actualmente, la hija de él, Ángeles», describió en varias ocasiones Javier Cobo, marido de Isa, que durante mucho tiempo se encargó de las cuentas del negocio.

El éxito de Casa Pasteles no se frena. Lo que empezó con ventas, entre conocidos y el boca a boca, en una pequeña tienda improvisada en una vivienda es ahora un negocio con marca y sello de calidad. El hermano de Carmela, Antonio, fue quien empezó a dirigir el obrador de la calle Horno del Moral, donde ahora trabajan sus hijos, Fernando y Antonio, y también sus nietos, Alejandro e Ismael. Los maestros confiteros siguen haciendo delicias y cuidan el producto. Casa Pasteles no es solo Navidad. Son muchos otros productos los que triunfan, por ejemplo, la cuajada de carnaval.

Ha habido tiempos complicados en este casi siglo de historia. Aunque siempre han mantenido gran parte de su clientela y han ido incorporando nuevos. Es difícil que cualquiera que pase por Plaza Larga no se fije en la cafetería o que cuando pasa por el obrador no diga: «Qué bien huele». Para acto seguido levantar la vista y leer el cartel de Casa Pasteles. Otro de los grandes tesoros de esta empresa son sus trabajadores. Algunos con décadas de experiencia han contribuido al crecimiento del negocio. Los buenos profesionales son clave en cualquier negocio y sector.

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Casa Pasteles, el obrador que endulza al Albaicín desde hace un siglo