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Emilio Ybarra. Bernardo Corral
Las enseñanzas de Emilio

Las enseñanzas de Emilio

Demostró muchas veces su capacidad para las relaciones, su tenacidad y su pundonor.Y, sobre todo, el enorme cariño que tenía por el banco

José Ignacio Goirigolzarri

Miércoles, 17 de julio 2019, 20:39

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Hay mucha gente que defiende que al trabajo no se va a hacer amigos. No pretendo debatir esa idea en estos duros momentos, pero sí voy a contradecirla porque creo que Emilio Ybarra lo merece. Emilio hizo muchos amigos en su vida profesional, entre los que me enorgullezco de estar tras muchos años a su lado desde el Banco Bilbao hasta BBVA, pasando por BBV. Y logró tantas adhesiones a su persona gracias a una magnífica capacidad relacional, a su excelente educación y a su manera de tratar a las personas, a todas por igual, independientemente de su posición personal o profesional.

De hecho, soy un convencido de que esa extraordinaria virtud de Emilio fue lo que permitió que el banco mexicano Bancomer quedara en manos de BBVA cuando Banamex intentó adquirirlo a través de una contraOPA. Le pedí que se viniera a México para ayudarnos y su respuesta fue que lo único que le importaba era el banco y que haría lo que necesitáramos. Y así fue. Se preparó a fondo y trabajó muy duro en aquellos días, pero creo que fue su gran capacidad para generar complicidades lo que finalmente decantó la balanza en nuestro favor. Y no hay que olvidar que Bancomer es una pieza clave en un gran grupo como es BBVA.

En esa ocasión, como en tantas otras, Emilio demostró otra de sus cualidades: su tenacidad y su pundonor. Ya lo había mostrado en sus acuerdos continuos con otras entidades en la patronal de banca y, sobre todo, en la fusión de Banco Bilbao y Banco Vizcaya. En esta operación, asumió pasar a un papel secundario y quedar como vicepresidente. Posteriormente, cuando accedió a la presidencia tras el fallecimiento de Pedro Toledo, lidió con maestría un entorno muy complejo de enfrentamientos entre los 'bilbaos' y los 'vizcayas'. Él logró sumar, y yo quiero poner hoy en valor, que lo hizo sin dejar un reguero de damnificados y de enemigos y/o adversarios. De nuevo, esa enorme capacidad de desarrollar relaciones sociales permitió que el banco se adentrara en una etapa de enorme desarrollo, sobre todo en Latinoamérica.

Esa tenacidad y pundonor fueron también un arma muy valiosa para unir años después a las bases de BBV y de Argentaria, y le fueron muy válidos a él personalmente para afrontar los duros momentos profesionales que vinieron después. Luchó ferozmente entonces y con gran vitalidad. Porque Emilio era un vitalista. Le gustaba vivir. Era forofo de todo: del fútbol a la vela, de la pelota a los toros. Era transversal en su afán por disfrutar la vida.

A lo largo de los años hemos mantenido un contacto continuo y una gran relación personal. Y se lo agradeceré siempre. Pero si algo he de agradecerle es la gran enseñanza que me dio y que trato de aplicar en mi día a día: el enorme cariño que tenía por el banco. Él no tenía agenda propia porque su agenda era la de conseguir lo mejor para la institución. Gracias, Emilio.

Descansa en paz.

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