El banquillo da al Arenas el derbi ante un digno Huétor Vega

Comenzó el partido a un ritmo frenético, con los dos equipos enchufados peleando cada balón dividido como si fuese el último. El Arenas buscó desde el principio la conexión entre Dani Benítez -que jugó en punta- y un Ezequiel obligado a buscar soluciones por la vía del individualismo. Seria, la pareja formada por Jorge Molina y Rafa en el centro de la zaga hueteña, resolvió cada balón aéreo al que durante la primera media hora se redujo el plan arenero. El nerviosismo escénico del debut se fue le fue disipando a los locales, que poco a poco empezaron a encontrar huecos a la espalda de un centro del campo armillero que no tomó el control del partido, ausente Fran Machado. Su homólogo en el Huétor Vega, Javi Prieto, sí apareció con constancia y fue el que dio vuelo a Salvatierra, encarador como siempre.

La primera ocasión, y doble, se la apuntó el bando local en un córner que le cayó a Rafa a los pies. El central remató con fuerza, pero el muro arenero lo rechazó. El balón volvió a caer a un hueteño, en este caso Paco Ariza, que quebró a Dani Benítez y puso un centro maravilloso a la testa de Molina. El central cabeceó alto. Ya tenía el miedo en el cuerpo el equipo de Catalá cuando llegó la más clara del primer tiempo. Salvatierra y Prieto combinaron en el área para sacar un pase atrás, tenso, raso y al punto de penalti. Medio gol. El otro medio lo puso Óscar con un remate impecable. Pero mejor aún fue la mano abajo que sacó Ariza. El portero armillero salvó los muebles con una intervención portentosa.

Nadie sabía que el partido estaba a punto de cambiar. El Arenas no encontraba su sitio en el campo, mientras que el Huétor Vega, mucho menos artificioso en el juego, llegaba con facilidad a meta rival. Hasta que una lesión rompió el choque. Fue el árbitro, López Romero, quien se tiró al suelo y pidió las asistencias de los clubes por un fuerte dolor en el tobillo. El partido se detuvo durante 20 minutos, con el colegiado saliendo cojo del campo. Por megafonía se llegó a preguntar si en la grada habia algún árbitro de fútbol federado. No fue el caso.

Al final, con dolor y una cojera evidente, el árbitro retomó su labor. El partido ya no era el mismo. El Arenas de Armilla se reordenó, le vino bien el frío para entrar en calor, todo lo contrario que el Huétor Vega, interrumpido su mejor momento. Maldo, el lateral zurdo del Arenas, ganó altura y empezó a poner centros peligrosos. Uno de ellos lo buscaba con la frente Dani Benítez cuando Jorge se le anticipó de puños. También fue el extremo balear el que probó fortuna con un disparo muy mal defendido. Se le permitió sacar la zurda desde el semicírculo. Jorge hizo la estatua y rezó. Debió escuchar alguien su súplica, porque el balón limó la madera por fuera. Fue lo último del primer acto.

Al segundo volvió a salir más entonado el cuadro local. El Arenas siguió bien protegido abajo pero intrascendente en su medular con Machado aislado y Ezequiel haciendo la guerra por su cuenta. De nuevo, con menos, el Huétor Vega fue quien producía más. Lizancos puso a los pocos minutos de la reanudación un balón tenso a la frontal del área, donde Óscar remató al aire. Ninguno de los dos equipos logró conquistar la posesión, por lo que el ritmo, lejos de pausarse, fue más vertiginoso. Pero el partido no mejoró. Se enmarronó aumentando el número de faltas y, por tanto, de interrupciones. Así, de los primeros 25 minutos del segundo acto, apenas se pueden destacar dos disparos, uno por bando, que salieron desviadísimos.

Catalá, para cambiar esa dinámica, metió en el descanso a un jugador tan anárquico como mágico, Juan Carlos. Y dio frescura en el centro con Carrillo, un interior dinámico. Ese banquillo, además de demostrar lo completa que es la plantilla rojiblanca, fue la que rompió el partido. Porque Juan Carlos quiso inventarse de la nada un gol. Recibió pegado a la línea de fondo y se marchó de dos jugadores en una loseta para luego ponerla rasa y fuerte en el área pequeña. Carrillo, al que le gusta aparecer de sorpresa y sin levantar ruido, la empujó ante un cariacontecido Jorge.

El gol, lejos de espolear al Arenas, lo que hizo fue sacudir al Huétor Vega, que empezó a cargar el área y cambió el dibujo, retirando a un central y un lateral para jugar con un 3-4-3. Un pase de Paco Ariza al corazón del área fue rozado por un central arenero, despistando al otro Ariza, con guantes y bajo palos visitantes. No estuvo bien el portero, al que se le escurrió el balón. Por suerte para su equipo, ni el balón cogió portería ni Hoyos estuvo tan rápido como para reconducirlo a la red. Se resarció dos minutos después, cuando Juanca desbordó por su banda y se encontró solo en el pico del área. Buscó un disparo potente, seco y de los que duelen, a contrapie del portero. Pero Ariza cubrió su primer palo con una mano que no se dobló un ápice ante la dureza del remate. El Huétor Vega se volcó en el descuento, asediando la meta de Ariza con todo mientras el Arenas defendía la ventaja con la vida. En un contragolpe el Arenas tuvo la puntilla. Se quedó Juan Carlos solo ante Jorge y buscó la vaselina. Lo hizo a la perfección, con sutileza y superando al portero, pero el balón dio en el larguero por encima y se marchó.

Fue una vida extra para el Huétor Vega, que con todo descontrolado solo pudo acercarse a balón parado. No la aprovechó y, ahora sí, Juan Carlos en la última jugada del partido, la lió para bien y para mal. Dirigió un contragolpe, la puso al segundo palo, donde Carrillo pudo hacer el 0-2 idéntico al primero, pero Javi Prieto la sacó con el cuerpo sobre la línea. El balón le cayó de nuevo a Juan Carlos en la frontal. Golpeó de volea y a Jorge le pasó por debajo del cuerpo. En la celebración, sin acordarse de que había visto una amarilla por haber perdido tiempo minutos antes, se quitó la camiseta autoexpulsándose. Así son los genios.