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Robert Basic
Martes, 26 de junio 2018, 19:47
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Islandia estaba a un gol del gran milagro de este Mundial. Tan cerca, tan lejos. Le llegaban buenas noticias desde San Petersburgo, donde una Argentina agonizante ganaba por la mínima a Nigeria y rezaba a todos sus dioses. Los nórdicos empataban a uno con Croacia y necesitaban batir una vez más a Kalinic para acceder a los octavos de final, al paraíso. Pudieron hacerlo, perdonaron, se inmolaron en el área de los ajedrezados, que encima
Islandia tardó en enterarse de la fiesta, pero cuando lo hizo enseñó los dientes a los croatas. Como era de esperar,
Hasta el despertar de Islandia solo hubo que reseñar un codazo de Pjaca a Bjarnason que le provocó una abundante hemorragia nasal. Era lo más destacado de una primera media hora soporífera, en la que no pasó nada, y que dio paso a unos 15 minutos trepidantes y con marcado sello vikingo.
Tras el paso por los vestuarios el escenario cambió y Croacia recuperó el mando y los sentidos, entumecida por los golpes que había recibido en la primera mitad. Mandaban los muchachos liderados por Modric –fue sustituido luego por Bradaric– y Badelj envió un obús que se estrelló en el larguero. Los islandeses tragaron saliva y a los pocos segundos encajaron un duro mazazo en forma de gol que les mandaba de vuelta a casa. Esta vez el centrocampista de la Fiorentina no perdonó y fusiló a Halldorsson tras una buena asistencia de Pivaric.
Pero
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