Una vuelta a todas las vueltas al mundo

Parte de la gesta de Magallanes y Elcano (1519–1522) para ocuparse de las literarias vueltas de Julio Verne con Phileas Fogg y Picaporte, en 'Viaje al mundo en ochenta días'; de la de Borges, capaz de concentrar en un cuento, 'El Aleph, «el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos», o de las de Julio Cortázar ('Vuelta al día en ochenta mundos'), Mark Twain ('Viaje alrededor del mundo siguiendo el Ecuador') y Vicente Blasco Ibáñez ('La vuelta al mundo de un novelista'). No falta el primer volumen de la Enciclopedia, «un proyecto circular y pedagógico, como la vuelta al mundo», según Pimentel.

En los últimos cinco siglos se ha circunvalado el mundo en toda clase de navíos, en zepelín, en avión, en moto, en bicicleta o a pie, hasta llegar a los cohetes y satélites de la era espacial que permitieron por primera vez ver cómo es la frágil esfera azul que habitamos y maltratamos hoy más de 8.000 millones de seres humanos hoy interconectados por internet.

«Al penetrar por el Pacífico y conectar América con Asia, Magallanes y Elcano demostraron que los océanos estaban comunicados, desencadenaron la globalización y trazaron nuevos márgenes para la 'Ecúmene' (oikouménē, la Tierra habitada)», dice Pimentel. «Más que la gesta, nos interesa el gesto», insiste el comisario, para quien «importa menos quién fue el primero en rodear nuestro planeta que las implicaciones de un acto físico y simbólico reiterado desde entonces».

«Hoy hay miles de formas de dar la vuelta al mundo para cualquiera que se lo proponga. Lo hacemos además a diario, desde la tele o desde el móvil, a través de internet, navegando virtualmente por toda la superficie terrestre y por océanos de información», dice Pimentel ante un retrato de Lady Grace Drummond-Hay, la única pasajera del Graf Zeppelin LZ-127 que dio la vuelta al mundo en agosto de 1929.

«Invitamos a pensar qué significa rodear la Tierra y cuál es su relación con los mundos del libro», asegura el comisario, que ha seleccionado joyas como 'Hemisferio sur', plano de 'Orbis Terrestris Descriptio', el atlas de Christian Sgrooten para Felipe II, «que dibujó esa parte del globo que hasta 1500 era un enorme y desafiante misterio». Expone también la única copia del diario de Ginés de Mafra, miembro de la expedición de Magallanes, y una edición de la relación de Antonio Pigafetta, el narrador italiano de la hazaña, que incluye la primera representación del Estrecho de Magallanes. Hay documentos e imágenes de otros grandes viajeros que rodearon la Tierra en barco –James Cook–, en zepelín, –Hugo Eckener– o en avioneta –Wiley Post–.

Tan importante como rodear la Tierra fue siempre contarlo. No por casualidad la era de las circunnavegaciones fue la de la imagen del mundo, pero también la de la imprenta y el libro. La muestra reúne así mapas, derroteros y atlas, además de cuadernos de bitácora, diarios, y, cómo no, bibliotecas. «Pensar en los libros del mundo es una ocasión para pensar en los mundos del libro. Una biblioteca es un pequeño microcosmos, un lugar donde recorrer y perderse por estrechos y laberintos, un espacio también algo real y algo imaginario, tan esférico e incompleto como el propio mundo», resume Pimentel.

Es espectador puede además dar la vuelta al mundo conocido hace cinco siglos, mediante la división que guiaba la cosmografía en el Renacimiento, en cuatro continente representados con otras tantas figuras femeninas. El paseo circular se inicia en Europa, situada simbólicamente en vestíbulo y la escalinata de la BNE. En su extremo occidental se sitúa la Península ibérica, de donde zarpó la flota de Magallanes. Se asciende luego hacia el Nuevo Mundo, recién incorporado al planisferio terrestre y «una sorpresa y un obstáculo para llegar a las Islas de la Especias y Catay, el objetivo de los europeos de entonces», dice Pimentel. Cruzado el estrecho de Magallanes, en el piso superior, están el Pacífico y las antípodas, las Islas Filipinas y el Moluco o Malaca, la zona de procedencia del esclavo de Magallanes, Enrique de Malaca. «El visitante regresará o descenderá por el otro lado, completando la vuelta a la BNE y doblando el Cabo de Buena Esperanza, en el extremo meridional de África, la punta de un continente secularmente marginado y explotado» resume Pimentel. «Es el lado oculto de las hazañas exploradoras y la expansión europea, la otra cara de una historia que antes se contaba en clave heroica y nacional pero que hoy sabemos compleja y global», concluye el comisario.