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No me gustó el final de 'Perdidos'. Y eso es algo que no se puede cambiar. Los finales son así, derecho y patria del autor. Un poder divino. Como la muerte. La muerte es el final inequívoco de todas las historias. Da igual lo bien o lo mal que nos parezca, algún día nuestro nombre aparecerá en los títulos de crédito, sobre una lápida. Ese día, familiares y amigos abrirían con gusto una campaña en change.org para enmendar el error, para devolvernos a la vida, pero no se puede. Los finales son así: un capricho ineludible.

'Perdidos' fue un viaje maravilloso que unió a todo tipo de espectadores. Aún hoy, cuando escucho la banda sonora de Michael Giacchino, me emociono al recordar a la tripulación del Oceanic. Pero, como les digo, el final no me gustó. Algo que no deslegitima la serie. De hecho, lo que consigue el final es que 'Perdidos' ocupe un lugar destacado en la mitología televisiva moderna. Sin ese final, su principio y su nudo no hubieran tenido importancia.

El final de 'Juego de Tronos' sí me gustó. Y mucho. No sólo creo que acierta en la despedida de sus personajes más emblemáticos, sino que aplaudo escenas tan maravillosas como la discusión del consejo real sobre la reapertura de los burdeles o el intento de Sam de instaurar la democracia. Esas pinceladas esconden, precisamente, una de las claves que hacen grande el universo creado por George R. R. Martin: la contradicción. Ni el héroe es tan héroe ni el villano es tan villano. Seremos una cosa u otra según el momento de la historia.

Porque nadie importa demasiado, sólo importa la historia. El recuerdo. Y nadie olvidará 'Juego de Tronos'. ¿El final no te gustó? Siento decirlo así, pero quizás nos ahorremos discusiones innecesarias: ni tu opinión ni la mía importan. Lo único que importa es que quisimos llegar juntos. Y lo hicimos.

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