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El festín de Sancho Panza, grabado de William Hogarth (s. XVIII). Wellcome Collection CC BY.
Cuando Sancho Panza prefirió comer a la inglesa
Gastrohistorias

Cuando Sancho Panza prefirió comer a la inglesa

'Don Quijote en Inglaterra', comedia escrita por Henry Fielding en 1734, plantea una versión del clásico cervantino en la que Sancho se pirra por el rosbif y la cerveza

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Sábado, 20 de abril 2019, 07:18

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Ni idea tenía yo (como sobre tantas otras cosas, todo sea dicho) de que existía 'Don Quixote in England' (Don Quijote en Inglaterra), una obra de teatro publicada en 1734 en la que Alonso Quijano y su fiel escudero Sancho Panza viven mil aventuras en la Pérfida Albión. Me enteré el otro día gracias a Twitter y corrí a investigar el tema un poco más, porque desde luego merece figurar en esta sección el hecho de que Sancho, tan amante de la olla podrida, los ajos y el tocino, fuera alguna vez representado como rendido admirador de la gastronomía británica. Y eso es precisamente lo que ocurre en esta versión libre del clásico cervantino, escrita por el dramaturgo y novelista Henry Fielding (1707-1754) y representada en el Teatro Real de Drury Lane, en Londres, hace la friolera de 285 años.

Henry Fielding les sonará a ustedes por ser el autor de la famosa novela 'Tom Jones', pero seguramente no sepan que fue un ferviente cervantista y que la huella del manco de Lepanto está presente a lo largo y ancho de su producción literaria. Su primer homenaje a Miguel de Cervantes fue 'Don Quixote in England', comedia teatral bosquejada durante sus años de estudiante en la Universidad de Leiden y terminada en 1734 en Londres. La trama comienza con Sancho y don Quijote mágicamente transplantados a una taberna rural de Inglaterra y dominando perfectamente el idioma del lugar, pero jugando con los tópicos que entonces se atribuían tanto a españoles como a ingleses. Para no variar, y siguiendo la tónica del hidalgo arruinado prescrita en la obra original, caballero y escudero están sin blanca y no pueden pagar lo que han consumido…

TABERNERO: No me cuente, señor, de don Quijote o don Belcebú; he aquí un hombre que viene a mi casa, come de todo y luego me dice que es un caballero errante. Lo que es es un completo granuja, y si no me paga pediré una orden contra él.

SANCHO: Mi amo no teme a las órdenes, amigo; si hubiera estado en España sabría que un hombre de su condición está encima de la ley.

TABERNERO: No me hable de España; yo soy inglés, donde no hay nadie por encima de la ley, y si vuestro señor no me paga pondré su españolidad en un lugar del que tendrá tan difícil salir como vuestros compatriotas entrar en Gibraltar.

Se suceden después los malentendidos y las situaciones jocosas, en medio de las cuales don Quijote decide mandar a Sancho a España como embajador para visitar a Dulcinea del Toboso. Dorothea, una joven inglesa con interés romántico en el hidalgo manchego, mantiene una conversación con Sancho en la que éste le confiesa que no quiere volver a España por razones eminentemente culinarias. Los culpables: el rosbif, roast beef o carne asada de vacuno y la cerveza, que ya hace 300 años eran los símbolos de la gastronomía británica.

SANCHO: […] si os digo la verdad, mi señora, aprecio tanto el roast beef inglés y la fuerte cerveza, que no tengo intención de poner en España nunca más el pie, si puedo evitarlo. Dadme un trozo de roast beef antes que todas las delicias de las bodas de Camacho.

Canción de la escena VI, 'Don Quixote in England'. Cervantes Virtual.

Canción de la escena VI, 'Don Quixote in England'. Cervantes Virtual.
Canción de la escena VI, 'Don Quixote in England'. Cervantes Virtual.

Prosigue en ese momento una canción en la que se cantan las excelencias de la cocina inglesa en detrimento de las extranjeras. «Cuando el potente roast beef era la comida del inglés, ennoblecía nuestros corazones y enriquecía nuestra sangre, nuestros soldados eran valientes y nuestros cortesanos bondadosos […] Entonces, britanos, absteneros de las exquisiteces que afeminan a Italia, Francia y España». Se une Sancho al coro cantando «¡Oh, el roast beef!», cosa que encajaría de pleno con su personaje —tan amante del buen comer y el mejor beber— si no fuera porque Fielding le hace abjurar de la recia alimentación castellana. Ya ven ustedes que lo curioso aquí no es el cambio de patria culinaria, sino que tres siglos atrás los ingleses ya tenían complejos gastronómicos.

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