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La Orquesta Ciudad de Granada acompañó anoche a David Defries en la puesta de largo del Festival de Jazz de Granada . JUAN JESÚS GARCÍA
La OCG, a todo ritmo

La OCG, a todo ritmo

Bajo la batuta del concertino-director Peter Biely, ofreció un recital basado en los arreglos temáticos de D. Ellington, B. Strayhorn y David Defries. Convertida en una big band plena de ritmo, acompañó al jazz puro de la New Gutbucket Academy

ANDRÉS MOLINARI

GRANADA

Viernes, 3 de noviembre 2017, 01:53

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Un plantel de solistas peculiares para un concierto singular y extraordinario de la Orquesta Ciudad de Granada. La New Gutbucket Academy, con sus siete músicos como intérpretes de proscenio, fueron abriendo camino a la OCG convertida en una big band plena de ritmo, donosa de color y entregada a una noche de música distinta pero no peor de la que suele alojarse en sus atriles.

Acertado ese menú en el que el grupo de jazz puro inicia el recorrido con unos cuantos temas de su prosapia, para que luego entre la orquesta a congeniar en la diatriba, siempre beneficiosa y placentera para el oyente. Cierto que la frialdad de una sala sinfónica con los focos como suelen destellar en los conciertos clásicos no invita a escuchar jazz. A este género se le supone una ecología de medias luces, párpados entonados y humo opalescente. Pero todo se compensa si los músicos son buenos y se les nota sinceridad en lo que hacen y arte en lo que dicen con sus instrumentos.

El septeto protagonista de la noche es de los que deleitan sin empalago, ajustándose a la liturgia del jazz que obliga a inicios de cada pieza nadando en un aparente titubeo, entradas secuenciadas de cada grupo instrumental, apoteosis rítmica de tiempo impreciso pero nunca cansino y final con la fuerza de una explosión jubilosa. Sonido ecléctico, del Ellington de posguerra al son europeo de hogaño por este grupo de piel blanca y nombres ibéricos. Pero en el aire aquellos tiempos de boites y sótanos donde aprendimos qué era el jazz y para qué no servía en absoluto.

Y la orquesta siempre en su sitio. Prestando un corno inglés, un violinista, un trompetista..., de entre sus maestros, para que de solistas se ajedrezase la noche. Cómo olvidar la pieza Fantazzm, con su innegable aroma a cine negro. Una orquesta dirigida por dos directores a la vez, uno sentado al nivel de los chelos y otro en pie, como en las orquestas barrocas de cámara. Lujo más precisión. Buen empaste de las maderas, adecuado segundo plano de las cuerdas que no era su noche, paso adelante del xilófono y de sus compañeros ansiosos de ser percutidos.

Director y más

Aunque, sin duda el triunfador de la noche fue David Defries, que diseñó el programa, hizo los arreglos, dirigió la orquesta, tocó las trompetas y ofreció tres estrenos absolutos a la audiencia de Granada. Tras sus explicaciones, tan incomprensibles como prescindibles, mucho trabajo pero mostrado con sencillez y sinceridad. Animoso para con su grupo, transmisor de inusitada energía para con la orquesta de Granada, a veces tan necesitada de ella. Nada importan las mudanzas y ajetreos de atriles y chirimbolos. Es la liturgia del jazz. Lo que importa es el sonido, el arte y el resultado.

Sus partituras propenden al clasicismo, gusta salpicarlas con melismas preciosistas pero sin almidón, su sello personal son esas notas cortísimas como relámpagos, con frecuencia seguidas de silencios la mar de teatrales. Las repeticiones de fragmentos son indispensables en el jazz, pero en su música no cansan ni aburren. Llama la atención que unas cuantas obras de la primera parte y todas las de la segunda sonasen diferentes, habiendo salido de la misma pluma.

A ello se une su calidad como trompetista, luciendo esa gama sonora que va del rutilo metálico, sin herir tímpanos con su punzada, al terciopelo lánguido, que abrocha piezas con ardites de nostalgia. Pero nada de lucir palmito exclusivo o envanecerse por el artista que es. David sabe dirigir y respetar, cuchichea con Miguel Fernández, imprescindible saxo, da libertad a Víctor Colomer, trombón de pies inquietos, aplaude a Jaume Miguel al piano y a Cuni Mantilla al contrabajo, dirige miradas de complicidad a Jesús Santiago y a Alfredo Sarno en las percusiones.

Un concierto de esos que se acaban porque el público tiene que irse a cenar, no porque las partituras escaseen o la música tenga ganas de enmudecer.

Un concierto que abre con las mejores ganas este Festival que hace sonar a Jazz cada otoño de Granada desde hace 38 años.

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