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A pesar de la fría tarde, las sillas del patio del Ayuntamiento se llenaron para oír poesía. JOSÉ ANTONIO ALBORNOZ

Los poetas granadinos gritan por la paz en Ucrania

Los actos de lectura comenzaron con sendos minutos de silencio dedicados a las víctimas del conflicto, y muchos autores se refirieron a él

José Antonio Muñoz

Granada

Martes, 22 de marzo 2022, 01:02

El Día Mundial de a Poesía se celebró una vez más con brillantez y emoción en Granada en el día de ayer. Brillantez porque el material poético que participa tiene difícil parangón, y emoción porque en todas las lecturas sobrevoló el fantasma de la guerra, que implica, por antonomasia, la muerte de la poesía y el sacrificio de la palabra. El sonido del cañón en Lviv y Odessa, dos de las urbes integradas en la red de ciudades de literatura Unesco en la que también está Granada, fue el ruido de fondo de una jornada en la que el verso fue el gran protagonista.

Tras ese prólogo que supuso el sábado la celebración del Poetry Slam, después de dos años en que la celebración ha sido muy compleja, y antes de la definitiva vuelta a las librerías, el hábitat natural de un evento como este, los poetas tenían ganas de verse y oírse. Las ganas de verse provocaron un pequeño retraso en la hora de inicio de las lecturas, lo que aceleró el ritmo general de estas. Es preciso recordar que los autores convocados fueron casi 60, pertenecientes a todas las sensibilidades y 'familias' posibles, y de edades muy variadas. Un ejemplo de esta variedad que tiñó la jornada fue el acto matutino de presentación con los responsables institucionales, al que acudieron tanto Rosa Berbel –llamada a ocupar un lugar importante en el futuro inmediato de la Asociación Diente de Oro, coorganizadora del acto–, María Elena Higueruelo, Olalla Castro y Juan Carlos Friebe. Muy emocionado este último cuando recordó a las víctimas del conflicto bélico que se desarrolla en el este de Europa.

Algunos de los autores presentes en el Centro Lorca. RAMÓN L. PÉREZ

La tarde comenzó donde inicialmente no estaba pensado, en el teatro del Centro Federico García Lorca, después que la previsión meteorológica desaconsejara la ubicación inicial en el Jardín Botánico de la Universidad. Y lo hizo con un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas de la guerra. De hecho, Javier Benítez Laínez, el poeta que abrió fuego, incidió en este mismo argumento al leer 'El soldado', un poeta escrito en 2002, unos meses de aquella 'guerra en directo' que fue la de Iraq, antes de esta 'guerra al minuto', definición que el poeta aplicó al actual conflicto ruso–ucraniano. Le siguió Ioana Gruia, con poemas de su libro 'La luz que enciende el cuerpo', como 'La intimidad del mundo'. Javier Bozalongo, por su parte, dedicó su primer poema, 'Ana', a su madre, que está pasando un dedicado momento de salud.

Poco a poco, por el escenario del Centro Lorca fueron desfilando los caracoles lentos de Carmen Hernández, traducciones de poetas polacos y ucranianos, como los leídos por Luis Melgarejo, y figuras de países cocinados a fuego lento, como las que detalló Milena Rodríguez. O esa guerra pequeña pero constante que muchos hemos mantenido con las Matemáticas, transformadas en un hábil juego por Alfonso Salazar. Hubo algunas ausencias, como la de Alejandro Pedregosa, que se hicieron notar en esta primera parte de la tarde.

A partir de las seis y media, las lecturas se trasladaron al patio del Ayuntamiento, en el que a lo largo de dos horas una treintena de autores pasaron por el atril. El ambiente fue cálido a pesar del frío que poco a poco se instaló en el empedrado del antiguo convento, pero de nuevo la cordialidad y la alegría del reencuentro marcaron los gestos. Las sillas previstas, con la debida distancia de seguridad, se quedaron cortas por la presencia de público. Mucha gente joven entre los sentados, por fortuna. Pasaron por el atril desde Carlos Allende, que encabezó su poema, a partir de un número de teléfono equivocado, por una cita de una serie de televisión –los tiempos cambian– hasta Javier Gilabert y Rosa Morillas, que clausuraron la lectura en noche más que cerrada.

En medio, Carlos Andreoli leyó a ritmo de tango con una cita de Eugenio Mandrini como encabezamiento; Virgilio Cara apeló a los valores más intrínsecos al espíritu humano; Eduardo Castro transportó a los asistentes al puente de Triana en un día de auto de fe; Juan José Castro relató un viaje sin retorno; Nieves Chillón retornó a 'La casa de la piedra'; Miguel Ángel Contreras entró en las catacumbas donde reposa el arte, parando en Bib Rambla... Con el trino de los pájaros como fondo, el cielo se abrió durante unas horas para conceder su lugar a la literatura.

Iona Gruia, durante su lectura. RAMÓN L. PÉREZ

Ecología, amor, enseñanzas vitales y respeto a los antepasados

La poesía hecha en Granada es temáticamente muy rica, y lejos de enquistarse en su concha, se abre al mundo. Así, en los versos leídos por los poetas participantes en el Día Mundial de la Poesía hubo espacio para la ecología, como en las palabras recitadas por Lola Callejón; para el recuerdo de quienes precedieron a los actuales en el uso del verso, como el poema dedicado por Carmen Canet a Elena Martín Vivaldi; la nostalgia de lo cotidiano, expresada en 'La timidez' por Pedro Luis Casanova con el recuerdo de su primer destino como profesor al fondo. Las distopías mostradas por Mónica Doña en 'Amnesia' o la descripción de la 'toma' de las calles por parte de los animales en época pandémica en 'Salvajes', ambos inéditos, desvelaron el corazón del verso local, conectado, como siempre, a la realidad de la vida que a todos incumbe.

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