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Mónica Rouanet, con algunos de los participantes en la presentación, en el cementerio. RAMÓN L. PÉREZ
Los niños fantasma de Rouanet se pasean por el cementerio

Los niños fantasma de Rouanet se pasean por el cementerio

El camposanto fue el inusual espacio en que la autora de 'No oigo a los niños jugar' contó detalles de su obra, en el marco del Festival Gravite

José Antonio Muñoz

Granada

Sábado, 28 de mayo 2022, 00:29

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La autora madrileña Mónica Rouanet ofreció ayer, en el nada usual espacio de la llamada 'Sala del Adiós' del cementerio de San José, detalles sobre su novela 'No oigo a los niños jugar' (Roca Editorial), en el marco de una nueva jornada del Festival Gravite. Si bien la referida obra no es la más reciente de la autora –acaba de salir 'Nada importante' (también en Roca), que Rouanet presentará en Granada Noir–, sí que encajaba perfectamente en el marco elegido para presentarla. La autora puso de manifiesto en el acto, al que acudieron casi medio centenar de alumnos del IES Veleta, la realidad de esos chicos que aún hoy son 'olvidados' por sus familias en internados, por tener algún tipo de dificultad referente al comportamiento.

En 'No oigo a los niños jugar', Rouanet vuelca su experiencia como educadora a la hora de describir unos personajes que o bien distorsionan la realidad, o bien tienen múltiples adicciones –sexo, alcohol, drogas– desde muy jóvenes, o bien padecen esquizofrenia paranoide. Un cuadro en el que, sin embargo, nada es lo que parece.

En el universo de la novela aparecen distintas épocas de la historia del edificio donde se desarrolla. En palabras de Jesús Lens, director de Gravite, «lo que más destaca de esta novela es su realismo, sustentado en la experiencia de la autora». Igualmente, Lens resaltó el tratamiento que se hace de la esquizofrenia, su honestidad a la hora de reflejar esta patología. No sin cierto humor, la autora respondió: «Todos estamos un poquito 'pallá'. Es algo usual con lo que nos enfrentamos todos los días. Y hay que normalizar la relación con la enfermedad».

Del mismo modo, la autora añadió que buena parte de la inspiración para escribir la novela la encontró tras las puertas de ese edificio que se convierte en uno más de los personajes de la novela, y que es absolutamente real. Rouanet halló manos marcadas tras las puertas, o mensajes de amor con un corazón y una fecha. Y detalló igualmente episodios difícilmente explicables –algunos documentados en vídeo– en los que Fernandito, uno de los fantasmas que lo habitan, se comunica con la autora a través de luces que se encienden y se apagan solo con llamarle.

El entorno del edificio que acoge la novela es harto complicado: enclavado en una zona de lumpen de Madrid, donde es habitual encontrar a 'yonkis' tirados al amanecer en el patio del colegio sin saber por dónde entraron. Una historia trágica, pues, con el trasfondo de la ya clásica preterición de la enfermedad mental en el sistema sanitario español. «En la zona donde vivo ha crecido la tasa de suicidios un 73%, la mayoría de ellos jóvenes menores de 26 años. Y es algo que se puede solucionar. Estas tasas están dando algo de visibilidada quienes nos dedicamos a paliar estos problemas, pero la situación persiste», dijo Rouanet.

Lens destacó igualmente la importante evolución que viven los personajes durante la novela, rebelión incluida. «Luna mete a sus compañeros en el garito de moda de Madrid, y ocurren muchas cosas dentro», comentó la autora con humor. El permanente juego en torno a la posibilidad de que los chicos protagonistas estén vivos o no mantiene al lector en vilo hasta el final de la lectura, en esta sucesión de 'cajas chinas' que integran el relato, abre la puerta al misterio en 'No oigo a los niños jugar'. El acto finalizó con un animado debate con los jóvenes asistentes tras una visita previa al cementerio, en el que estos le agradecieron que se ocupara de personas de las que nadie habla.

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