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J. J. GARCÍA
Zaidín Rock: Un buen propósito... y varios despropósitos

Zaidín Rock: Un buen propósito... y varios despropósitos

Es la actividad cultural más frecuentada del calendario granadino anual y la más popular | Más de 500 grupos han pasado por los 39 años que lleva realizándose el Festival del Zaidín

JUAN JESÚS GARCÍA

Miércoles, 11 de septiembre 2019

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'Los festivales' han llegado a completar una semana entera de noches en directo, ahora reducidas a tres. Y si hablamos de asistencia multiplíquese por varias decenas de miles cada año. Fue en 1983 cuando nació oficialmente en el barrio (hubo un cartel anterior pero sin esa denominación) con la presentación en directo de la obra 'Rimado de ciudad' del poeta Luis García Montero, a cargo de los grupos TNT y Mágic que habían puesto música a sus versos (en el décimo festival se repondría este cartel fundacional nuevamente). Fue Isidro Olgoso (fallecido muy prematuramente en 2013) quien convencería a propios y ajenos para que el barrio acogiera año tras año esta lluvia de música que fue también modelo para otros, como La Chana, donde no cuajó la idea. El festival comenzó a rodar con el propósito de ser un escaparate de la producción local, luego llegarían ya las marcas nacionales, primero las prometedoras y luego las consolidadas, y en un momento hasta se internacionalizó buscando la vitola de excepcionalidad multinacional.

Sin embargo el loable propósito de exponer la música que brotaba en Granada, cada vez seguido por mayores concentraciones de espectadores, y más cuando se le fueron añadiendo noches paralelas (la Mestiza, Promorock, Noche de Autor...), no siempre ha sido un plácido discurrir. El primer problema en aparecer fue su ubicación en función de la multitudinaria congregación de público y la progresiva urbanización del barrio y su correlativo aumento demográfico. Tras pasar en itinerancia por numerosas avenidas, calles y plazas, el penúltimo y más apropiado recinto, junto a la Circunvalación, tenía los días contados al estar rodeado de vecinos y hospitales, obligando a su 'refugio' actual en el espacio municipal que separa el campo de Los Cármenes (donde se propuso y nunca se aceptó) y el Palacio de Deportes; no el mejor recinto, pero sí el mejor posible mientras que alguna propuesta alternativa (hubo varias desechadas) se lleve a cabo con un recinto festivalero, rockódromo o como quieran llamarlo.

La financiación tampoco fue sencilla, ya que su economía ha estado al albur del capricho ideológico de las Administraciones públicas, hasta que progresivamente su gestión fue quedando en la órbita de la pujante empresa Hermanos Toro, cuyo grupo se bautizó a lo grande aquí precisamente. Los despropósitos más sonoros fueron la resultante del encontronazo entre organizadores (y algunos artistas) con las anteriores corporaciones municipales: así en 2006 la Policía Municipal procedió a su suspensión a última hora antes de que Obús terminaran; con buen criterio no se llevó a cabo a media duración el siguiente año (cuando actuaban los radicales Piperrak, lo que hubiera sido un desastre de orden público), y por tercera vez lo intentaron con la declaración de clausura firmada en mano antes de su arranque, orden que fue ignorada por los organizadores, posteriormente denunciados. Para la posteridad quedaron las palabras de una concejala de juventud cuando, desde el escenario, comentó muy espontáneamente «hay muchísimas personas, pero de estos ninguno nos vota». Así las cosas, debido a la ausencia casi total de subvención municipal (en 2011 se redujo en un 90%), esa edición por primera y última vez tuvo que pagar entrada.

Con los últimos cambios en la Casa Consistorial vuelve a nublarse el horizonte de un festival a punto de llegar a los cuarenta que se lleva la palma en veteranía del país, y que congrega entre 30.000 y 50.000 personas en sus tres noches.

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