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Quique González, como la vida misma
El artista madrileño cantó en el Falla las canciones basadas en los versos de García Montero
Sábado, 8 de febrero 2020, 01:42
El primer disco de Quique González llegó a mis manos a finales del siglo pasado. «Este chico es muy bueno, tiene el aval de Los ... Secretos», me decía quien entendía de música más que yo. Ya hace 22 años de aquello, pero el artista madrileño sigue en plena forma, subido a un escenario que iluminaba más al público que a él, en la presentación en Granada del disco confeccionado al alimón con el más influyente de los poetas locales, Luis García Montero.
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Coherente con el título, que le viene al pelo, entonó González 'Bienvenida', el segundo de los cortes del disco 'Las palabras vividas', pues a tal nombre responde la criatura 'perpetrada' por ambos. Navegaba a favor del viento el artista, con un Auditorio Falla lleno de incondicionales a los que susurrar las palabras de García Montero hiladas con las notas de su guitarra. «Un ciudadano ilustre de esta ciudad, un amigo maravilloso de una generosidad tan extrema que fue capaz de regalarme diez canciones estupendas». Tal fue la presentación que hizo al poeta granadino, ausente ayer, pero muy presente, según el cantante, durante la gira de presentación de su trabajo en común.
La banda que le acompañó anoche en el Auditorio supo dar al concierto el tono que se desprende del disco, de concepción eminentemente acústica, alejada de la electricidad presente en algunas de sus otras grabaciones. Adaptarlas al formato desenchufado, como anoche hizo con 'Sangre en el marcador', perteneciente a su anterior trabajo, tiene mérito, pero los temas, en general, salieron muy bien parados.
González canta a la tristeza de la madrugada solitaria, a la conciencia del tiempo que se va, a la continua pelea contra la adversidad, que empieza por reconocer la pequeñez para afrontarla. Lo bonito y lo más gratificante no es el destino, es el viaje. Y hay que reconocerle una capacidad innata para contar esas historias de perdedores que logran redimirse a base de recibir golpes sin devolverlos. Seres orgullosos de su origen, como él mismo, adolescente en La Quinta de la Paloma, rozando la delincuencia juvenil y continuamente con los puños en alto con el sano fin de atizarse. La ley del más fuerte.
Saltó al disco 'Kamikazes enamorados' y dentro de él, a 'Polvo en el aire', una historia de extrarradio, que excita la imaginación y la llena de coches de segunda mano y carmín rojo, quizá un Cadillac –el de Loquillo–, y un mirador donde ver las estrellas del cielo en un autocine del profundo sur. Las baquetas de escoba del baterista, la cuerda rasgada, marcan el rastro de las ruedas que acarician el polvoriento camino al que se refiere la canción, hacia esa asignatura pendiente que se insinúa con la mirada.
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González recordó la frase de García Montero que dice que escribir un poema es como citarse con alguien. Y de eso trata 'Día libre', otra historia de amor que se desliza entre la precariedad y la incertidumbre. Habla poco Quique. No lo necesita. Las historias que cuenta las han vivido de una forma un otra quienes están en el patio de butacas, muchos peinando canas o disimulándolas, algunos acompañados por sus hijos pequeños, que, a pesar de los decibelios, caen en los brazos de Morfeo, víctimas de la fenecida semana escolar.
El amor es el gran tema de la poesía de Luis García Montero. También es el tema elegido por Quique González para la mayoría de sus canciones. En 'Todo se acaba', también del disco 'Las palabras vividas', la melodía del banjo guía al oyente por el 31 de agosto de un año cualquiera –antes del cambio climático, cuando el 1 de septiembre se ponía a llover–, con las sillas de playa apiladas en un rincón y las palmeras que ya no tienen motivos para erguirse. El moho corroe las paredes en una metáfora de los amores fugaces que, antes, morían con un «Escríbeme» y la promesa incumplida de esa carta que nunca llegaba
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En este punto, entró en juego la canción que abre el disco, 'La nave de los locos', recordando que a veces uno empieza a bailar solo porque cree que nadie va a seguirle el ritmo, viéndose al final rodeado de congéneres tan locos o más que uno en una danza donde, en el mejor de los casos, se da lugar a amistades eternas, y en el peor mejor, a una generación poética con la que acabar tirándose los platos a la cabeza.
Con la cabeza seguía el público la cadencia casi invariable de canciones que hablan de ciudades inhóspitas, del discurrir lento de la vida marcado al ritmo del órgano Hammond de Diego Galaz, coartífice de este disco, amigo tanto de González como de García Montero. De las secuelas de las historias de amor varadas en el puerto –siempre el mar–, como la que se cuenta en 'Los desperfectos'. Abolladuras en el cuerpo, rayaduras en el corazón. La vida misma, vivida en palabras.
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'Aunque tú no lo sepas', la canción que lo inició todo
Uno de los puntos culminantes del concierto de anoche en el Falla fue la interpretación de la canción que, tal y como recordó el artista, unió hace 20 años por primera vez el camino de García Montero con Quique González, 'Aunque tú no lo sepas', un tema que compuso basándose en el poema del granadino y que acabó grabando el compañero de farras y música de este, el inolvidable Enrique Urquijo, con su grupo Enrique Urquijo y Los Problemas. Es inevitable comparar ambas versiones, pero la de González de ayer, a pesar de cantar con una banda 'de circunstancias', estuvo más que a la altura.
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