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Ensayo de Amaia y Alfred. REUTERS | Eurovision Song Contest

Israel gana Eurovisión y España se planta en el puesto 23

Netta y su canción 'Toy' arrasan en el festival. Amaia y Alfred, sin fallos, hicieron vibrar al público de Lisboa, pero no lograron traducir su química en votos

Miguel Ángel Alfonso

Enviado especial a Lisboa

Domingo, 13 de mayo 2018, 00:52

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«No soy tu juguete, chico estúpido». El contundente estribillo de 'Toy' y su torrente vocal han convertido a Netta, la representante israelí, en la ganadora de Eurovisión 2018. La cantante, a la que las casas de apuestas situaban en tercer lugar antes de la final, se lleva el preciado micrófono de cristal por cuarta vez para su país con 529 puntos. Detrás de ella han quedado otras opciones que, a priori, partían con más posibilidades, como Eleni Foureira (Chipre, segunda, 436) o el dúo Madame Monsieur (Francia, 173 puntos). Amaia y Alfred, los representantes de España, se tuvieron que conformar con el puesto 23 (con 61 puntos), pese a que encandilaron a los espectadores del Atice Arena de Lisboa.

La normalidad de la gala se interrumpió cuando un espontáneo saltó al escenario mientras SuRie, de Reino Unido, cantaba 'Storm'. La seguridad actuó rápido, pero no pudo evitar que este le arrebatara el micrófono antes de ser desalojado. La cantante británica continuó su actuación con fuerza y recibió una de las grandes ovaciones de la noche. La organización le ofreció cantar una vez más, como le ocurrió a Daniel Diges (España) en 2010, en su caso por culpa de Jimmy Jump, pero ella lo declinó.

Como la letra de 'Tu canción', «siento que bailo por primera vez», Amaia y Alfred interpretaron su cuento de Disney bajo el doble anillo que corona el escenario del Altice Arena de Lisboa sin nervios, sin fallos ni grandes artificios. Ya lo tenían bien ensayado después de cantarlo incontables veces, desde que fueron elegidos por el público de TVE mediante sus votos el pasado mes de marzo, y no hubo sorpresas, hicieron lo que se esperaba de ellos. No defraudaron.

Todo pese a que partían desde la segunda posición, considerada maldita porque nadie ha ganado en la historia del festival ocupando esa plaza. La decisión estaba motivada por la propia organización, que siempre prefiere abrir el concurso con una actuación potente y vistosa para enganchar al espectador de televisión, como fue el caso esta vez del ucraniano Melovin, que salió desde dentro de un piano al estilo Conde Drácula y que había que desalojar del escenario en solo 30 segundos (los que dura el video de presentación de cada representante, que mostraban a los 26 representantes visitando distintos lugares de Portugal).

Por tanto decidieron encajar a la pareja española después de Ucrania, ya que ellos no portaban más atrezo que su propio vestuario. La joven navarra luciendo el vestido de transparencias en color negro con adornos dorados y plateados y escote pronunciado diseñado por Teresa Helbig que ya llevó en la actuación ante el jurado el viernes pasado, mientras que el músico catalán apostó por un traje granate con camisa blanca y brillos en la manga izquierda, obra de Paco Varela.

Y con el público todavía algo frío, los dos bordaron su actuación, frente a una mayoría de espectadores españoles (los segundos después de los portugueses, con el 16% de las entradas que se han vendido). A ellos también se les escuchó en el estado cuando corearon el estribillo y emocionaron a la pareja al regresar a los camerinos. Si este año hay un debate en Eurovisión entre si debe ser puro espectáculo o, en cambio, tanto la canción como su mensaje debe tener más peso, como abandera el ganador de 2017, Salvador Sobral, la delegación española lo apostó todo a esta última opción. Y podrá gustar más o menos, pero los dos jóvenes que salieron hace tres meses de 'Operación Triunfo' tenían un buen material, aunque quizá este no encajaba en un concurso dominado por la pirotecnia y el 'show'.

El momento emocionante de su actuación llegó cuando se empezó a corear el estribillo dentro del Altice Arena. El público, a petición de la delegación española, colaboró inundando de luces el recinto con las linternas de sus móviles, un efecto que simulaba una noche estrellada, pero que no fue una decisión original, también lo pidieron Irlanda y Lituania. «Y no pasa nada porque sea así», como reconoció el propio Alfred a este periódico días antes de la final.

El principio de sus carreras

A España le penaliza tradicionalmente el hecho de no tener pasar por las semifinales, al estar clasificado directamente en la final gracias a que RTVE forma parte del denominado 'Big Five' (el selecto club de los países que más fondos aportan al festival) junto a Italia, Alemania, Reino Unido y Francia. Al final, los que votan son los espectadores y el jurado de otros países, que ni conocen el trasfondo de la historia de amor entre Amaia y Alfred, ni tampoco han conectado con la melodía como sucede con otras potencias como Israel, Chipre o Irlanda que han accedido al desenlace del concurso por sus propios méritos. Una actuación previa que ayuda a convertir sus canciones en familiares y reconocibles para los 'eurofans'. Pero lo que hoy termina en Lisboa para ambos es tan solo el comienzo de dos carreras musicales prometedoras.

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